Miércoles, 26 de Noviembre de 2025

Irene Alfageme
Martes, 13 de Octubre de 2020
LA COLUMNA DE DOÑA ELVIRA

Loquillo, esta vez, tendrá que esperar

[Img #44729]

 

Me voy a ir de viaje y quiero tener todo bien organizado para que nada salga mal. Hago mi maleta en casa colocando la ropa y separado cada conjunto; coloco el calzado de invierno y mis botas de agua - por si decide llover, que todos sabemos como es el tiempo de indeciso-; por último, meto mi neceser bien lleno y cientos de complementos que seguramente no me pondré. Tras esto, me siento encima de la maleta para que la cremallera cierre más fácilmente. Varios minutos después (cuatro en concreto) termino.

 

Como voy bien de tiempo, ya que -como he dicho antes- me he organizado bien para tener el viaje perfecto desde el primer momento, voy tranquilamente dando un paseo hasta la estación de autobuses de mi  pueblo, Toro, a esperar el autobús sentada en uno de sus bancos mientras me da el aire en la cara; disfrutando de lo que se pueda de este, a pesar de llevar la mascarilla puesta.

 

Me dispongo a llegar a la entrada de la estación. Apago la canción que estaba sonando y que escuchaba con unos auriculares  (esta era "Cadillac solitario" de Loquillo, por si lo queréis saber). Paso por las puertas correderas - que a veces van y a veces no- y me dispongo a sentar en uno los dos bancos que hay en la parte de fuera, a esperar a que llegue al autobús para volver a ponerme la música de nuevo.

 

Me siento. Me sorprendo. ¿De qué?, os preguntareis ciudadanos de mundo, que, como siempre, a vosotros os escribo. Me sorprende que con tan solo bajar la cabeza un centímetro pueda ver el suelo en esas condiciones. Suciedad por todos los lados: colillas; chicles pegados; cascaras de pipas... y ronchones negros que no quiero pensar de donde proceden. Todo ello desde por la mañana, día tras día. La canción tendrá que esperar a ser retomada mientras contemplo otro paisaje más agradable.

 

Además, el banco donde estoy sentada no puede "envidiar" a todo el espectáculo que tiene a su alrededor. Mi cara, ese momento, también parecía un espectáculo, tendríais que verlo. Parece ser que las protestas ya acontecidas en el pasado de los ciudadanos molestos por la baja limpieza de la estación de autobuses no han servido de mucho. Parece ser, también, que mi viaje, mi perfecto viaje que había organizado para que nada me saliera mal, comienza con una anécdota no muy agradable. Por lo que desde aquí pido que, por favor, el resto de viajes que haga comiencen de otra manera: entrando por la puerta corredera, directa al banco a sentarme a esperar al autobús y volviendo a ponerme los cascos para escuchar, de nuevo, la canción que dejé pendiente en la entrada.

 

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