Miércoles, 26 de Noviembre de 2025

Kebedo
Miércoles, 14 de Octubre de 2020
MI VECINA MARISOL

Justos por pecadores

[Img #44800]Es muy manida esta expresión pero en el estado actual de las cosas es absolutamente cierto, estamos pagando justos por pecadores los efectos de la segunda oleada de la pandemia. Mi vecina Marisol que, como ya sabéis mis miles de lectores, es una persona muy “echada p’alante”, no se corta un ápice y despotrica contra tanto desalmado, unos por acción y otros por omisión, que están estropeando la magnífica labor que los sanitarios han realizado desde el mes de marzo para evitar contagios, propagación y,  sobre todo, muertes, porque nos estamos olvidando de que nos estamos muriendo.

Y mi vecina despotrica porque no hacemos más que ver que se siguen haciendo “quedadas”, como la del mirador de San Nicolás en Granada, fiestas en colegios mayores, como en Madrid o Valencia, una corrida de toros en Córdoba en la que estaban todos bien apelotonados, bodas con cientos de invitados, banquetes de celebración de cualquier chorrada y bailes, fiestas en discotecas y reuniones a lo loco y sin conocimiento de los que se derivan a los pocos días unos brotes y un montón de infectados que parece que no importan a nadie, excepto a los contagiados, digo yo.

 Lo que ocurre es que no se ha dicho claramente aún que ha habido fallecidos entre los asistentes a no se qué fiesta, o entre alguno de los familiares de los mismos, porque eso es asociar discoteca con fallecimiento y eso, señores, no es de recibo.

-Estoy hasta el reverendo de algunos hosteleros, discotequeros o magnates del ocio nocturno-, dice Marisol, sin cortarse ni un poquito. Y dice que está así de harta porque parece que lo único que importa es que el negocio no se venga abajo. Da igual que haya algún muerto de por medio, no importa, es la selección natural, o el 1% del que hablaba la iluminada de Ayuso, da lo mismo, mientras no me muera yo, al que le toque, pues ajo y agua.

La economía hay que salvarla, claro que sí, pero no a costa de las personas, de la salud. Porque al final, si no hay personas, tampoco hay economía. Son de mirada muy corta los que están defendiendo sus negocios sin empatía ninguna, sin solidaridad, sin el más mínimo apego por los demás. Como dice mi amigo Chofi “como especie, la humana, ha fracasado por completo”. Que venga otra especie, aunque sea extraterrestre, y que tome las riendas de éste lupanar porque no tenemos remedio.

Pero con esos planteamientos, llegó lo que tenía que llegar, la segunda oleada, si es que la primera se fue alguna vez. Si algo hay que echarle en cara al presidente del gobierno es que hizo una desescalada muy rápida. Está claro que, a toro pasado, desde la distancia y sin responsabilidad política, es muy fácil decirlo, pero yo creo, y mi vecina Marisol así lo hizo ya con anterioridad, que pesaron demasiado las presiones de las organizaciones empresariales para que se abrieran las puertas de los establecimientos hosteleros y, lo que fue peor, de lo que se denomina ocio nocturno.

 -¿Pero es que alguien se creyó que en una discoteca la gente iba a estar como en el rosario de la aurora?-, insiste mi vecina. Pues razón no le falta porque, a las discotecas o a los bares de copas, se va a estar juntitos y si, puede ser, revueltos; a ver si vamos a descubrir ahora la pólvora. Entonces, con ese planteamiento, ¡cómo van a mantenerse las distancias y a cumplirse los protocolos de seguridad!. Y si no somos capaces de verlo, porque nos obnubila el símbolo del dólar, solo hay que mirar a nuestro alrededor; ¿qué han hecho nuestros vecinos, cercanos y lejanos?. Pues los que aún han conservado algo de cordura no han permitido la apertura de este tipo de negocios o la han restringido al mínimo posible. Incluso en Nueva York, con el “resucitado” Donald Trump al mando, tienen restringidos los negocios hosteleros a extremos impensables.

-¿Por qué aquí no se ha actuado de la misma manera?-, insiste Marisol. Pues porque ha habido tal presión, por los mismos que ahora critican igualmente al gobierno, para que así no fuera, que han conseguido una dejación de funciones por parte del Señor Sánchez, que no tendría que haber ocurrido nunca. Se dejó llevar por las peticiones de autogestión de la pandemia de las comunidades autónomas y eso le ha llevado al fracaso en la comunidad de Madrid. Tendrá, más temprano que tarde, que tomar las riendas de esa comunidad autónoma antes de que Ayuso la convierta en un desastre mayor aún de lo que ya ha conseguido.

Y la cuestión es que la mayoría de los ciudadanos estamos cumpliendo perfectamente con lo encomendado, nos lavamos con hidrogel las veces que haga falta, llevamos la mascarilla donde es necesario, mantenemos la distancia de seguridad según está indicado, no visitamos a personas de riesgo o lo hacemos con todo el cuidado del mundo. Y mientras tanto, un grupo de energúmenos se citan en un botellón para ver las estrellas, o se toman unos combinados en casa de Borja Mari y Pocholo, o se van al colegio mayor a iniciar el curso con novatadas pandémicas y así ir haciendo sitio para el “halloween” que viene. Por cierto, el Día de los Santos de éste año a más de uno se le va a atragantar, pero parece que no hemos  aprendido nada.

Y ante todo éste “sindios” habrá que tomar medidas drásticas, que pagaremos todos, sobre todo los que hemos cumplido. Y los que se han saltado a la torera las recomendaciones seguirán protestando, a  cacerolada limpia, porque le han cerrado El Corte Inglés y no pueden ir a comprarse una batita.

Y los sanitarios otra vez rebasados de trabajo, echando el resto, sin nuevas medidas de ayuda, ni reposición de puestos, ni nada de nada.

-Pagaremos justos por pecadores, como casi siempre-, dice mi vecina mientras se aleja acordándose muy animosamente de los padres de Pocholo y Borja Mari.

Kebedo.  

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