Domingo, 14 de Diciembre de 2025

Nélida L. Del Estal Sastre
Lunes, 02 de Noviembre de 2020
CON LOS CINCO SENTIDOS

La sangre te hace pariente, la lealtad te hace familia

No sé quién acuñó la frase. No lo sé, pero tengo que suponer que fue alguien a quien algún familiar decepcionó tanto que prefirió quedarse con el calor de la amistad sincera. No le culpo, es más, le alabo el gusto. Esta frase o aserto lo ha puesto hoy en su muro de Facebook mi querida amiga Laura. Mujer brava, luchadora, hermosa por dentro y por fuera, a la que la vida le dio la oportunidad de girar 180º y los giró con sus ovarios toreros, porque ella lo vale. Me alegro por su bien y por el de su familia, a la que aprecio sinceramente. Pues bien, esta frase me ha retrotraído a la imagen idílica de una foto de familia en tonos sepia, de los padres con varios hijos, vamos, una familia tipo Opus Dei, llena de churumbeles saliéndose del cuadro.

Permítaseme la mención socarrona al Opus Dei, no es por faltar, no soy faltona, es porque antes los matrimonios tenían muchos hijos y a ninguno nos faltó casi de nada. Buenos tiempos que añoro de vez en cuando. Ahora con dos sueldos parece que el chaval/a necesita de todo para respirar, para sentirse alguien importante y por eso cometemos, cometen, el inmenso error de colmarle no sólo de halagos, sino de cosas materiales absolutamente prescindibles para su desarrollo emocional, para que llegue a ser una persona válida y coherente en el día de mañana.

Tenemos la pesada carga de querer dotar de todo lo que no pudimos tener nosotros a nuestros vástagos y no nos damos cuenta de que con eso lo que estamos haciendo de ellos es convertirlos en carne de cañón de acoso escolar, tanto de manera activa (acosadores que no saben recibir un NO por respuesta) como de manera pasiva (no sabiendo el modo adecuado de reaccionar ante los “matones” hijos de puta que campan a sus anchas en los recreos y te joden la vida en vivo y en directo o través del móvil, ese invento del demonio que sólo trae la desgracia a una familia cuando no se sabe utilizar para lo que tiene que utilizarse: llamar y ser llamado). Punto. La familia es un invento curioso.

Cuando sale bien y todos se quieren, es la perfección, te arropa y te da seguridad, confianza, cariño, amor. En cambio, cuando la personalidad de alguno de sus miembros de sangre está podrida por la natural tendencia hacia querer más que el otro, aunque ese otro sea tu hermano o tu primo, es ahí cuando sale a la luz el verdadero rostro de la maldad hecha carne, tu carne. El dinero lo corrompe todo, el poder, también. El poder sobre el dinero y sobre los demás, te convierte en una especie de alimaña que es capaz de devorar lo que tenga a mano, normalmente, a su familia cercana.

El ser humano es lamentable, repulsivo muchas veces. Hacemos y creamos familias porque queremos a alguien y también queremos que ese amor se consume y convierta en una personita que nos siga por el camino hasta que pueda llegar a andar sola y cree otro círculo perfecto, el suyo. Pero, a veces, el círculo deja de serlo, se abre y se rasga, se convierte en dos líneas paralelas que no volverán a cruzarse, pero permaneciendo siempre la una a una distancia prudencial de la otra. Sin tocarse.

Cuando fallas a un amigo, si es amigo, quizá te vuelva a dar una segunda oportunidad y enmendarás el error. Pedirás perdón. Si el que te ha fallado es de tu sangre, cuesta comprenderlo por ese vínculo que se posee con él. Por esa razón es más difícil olvidar o perdonar. Es más difícil volver a dar otra oportunidad a quien te falló, porque puede volver a hacerlo.

Yo, por si acaso, ya no me arriesgo. Si me daña alguien de mi sangre, no puedo darle la oportunidad de volver para poner la otra mejilla. Dejé de ser como Jesucristo hace años. Tantos, que ya no me acuerdo y me alegra saber que todo se supera. Casi todo.

Nélida L. del Estal Sastre

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