Rebelarse contra Dios

Actos de vandalismo en algunas ciudades de España. Se rebelan los jóvenes. ¿Contra quién? Quizá sea el poder el que se rebela contra el poder. El PSOE sanchista, excrecencia anacrónica del PSOE de Largo Caballero, el que se cargó la II República porque le parecía un régimen burgués, y Unidas Podemos, rebeldes de la burguesía marxiana –marciana todavía no-, se rebelan contra sí mismos. Genial. Valle Inclán hubiera encontrado argumentos en esta deriva hacia la nada pandémica y económica hacia la que se suicida la nación más antigua, que no vieja, de Europa.

Los jóvenes vándalos, botarates, malandrines, primos hermanos de los que mancillan los sillares de nuestras iglesias, patrimonio secular de Zamora, destruyen comercios, establecimientos y todo lo que se encuentran a su paso hacia el abismo que se constituye en sus cerebros hueros, ese vacío del mundo de la oquedad de su cabeza, del que escribía Antonio Machado en su célebre poema “Del pasado efímero”.

Dicen los marxianos podemitas que son gente de Vox. Lo dudo. Yo nunca he conocido a jóvenes liberales, alumnos y lectores de Hayek y Von Mises, apetito por destruir la propiedad privada, sacra para los que amamos la democracia, para los que conocemos la esencia del hombre. Solo sé que fue Marx y antes Proudhon, que consideró que la propiedad privada era un robo, los que abogaron por transformar al hombre en insecto, en miembro de hormigueros o colmenas.

Los incidentes más graves de estos badulaques de mascarilla negra y cerebro en blanco se produjeron en el País Vasco -¡qué palabro es ese de Euskadi!- y Cataluña. Los que tenemos memoria y ciertos conocimientos de historia contemporánea, sabemos que en Vizcaya, Guipuzcoa y Álava la calle borroka pertenece a los hijos de ETA. Allí no se mueve un cóctel molotov ni un canto rodado si no lo permite Bildu, los etarras sin boina. Y en la región del nordeste español las bestias son de la ultraizquierda, jóvenes desclasados, cachorros de Terra Lliure, otra banda de asesinos de empresarios.  

Aquí, en Zamora, un cretino, o dos o tres, lanzaron una piedra contra la sede municipal del PSOE. ¡Quién esté  libre de culpa que lance la primera piedra! Tampoco sería un liberal. No quedan. El liberalismo, como bien supo  Goethe, es un sentimiento del alma. En esta provincia escondida más allá de la niebla de cualquier otoño del siglo XIX  sí que existen razones para rebelarse contra todo, incluso contra Dios. ¡Que me perdone el nuevo obispo de la diócesis de Zamora! Me da a mí que se va a encontrar con muchos rebeldes por estos pagos. Le invito a que se rebele también él contra la hipocresía religiosa y política que ha convertido a nuestra tierra en un cementerio de 10.500 km cuadrados. O quizá sean cúbicos.