Domingo, 21 de Diciembre de 2025

Mª Soledad Martín
Lunes, 09 de Noviembre de 2020
ZAMORANA

¡Uno, uno, dos!

[Img #45693]¡Uno, uno, dos!, llamada en clave para las confidencias cuando llegaba la desesperación, el cansancio, la desilusión… era una convocatoria de socorro para recibir el calor amigo de una buena sonrisa, de esa palmada en la espalda que tanto agradecemos en los momentos difíciles, del deseo de compartir una charla conjunta, de superar unidas las penas, de reír, de repartir las alegrías, formando poco a poco eslabones cada vez más fuertes hasta constituir una cadena que nos asía a las cinco; y ante esa llamada se apartaban por un instante las obligaciones laborales, se abandonaban los despachos y se acudía en tropel a la cita porque alguien necesitaba ayuda.

 

Compañeras, amigas, madres, hermanas, mujeres independientes, trabajadoras, abuelas, esposas, confidentes…, hermanadas con un único fin: servirnos mutuamente de apoyo en esos momentos en que la vida se hace una cuesta demasiado pronunciada; esperar con ansiedad la hora del desayuno solo para volver a vernos y gozar de la presencia del quinteto en aquella mesa que se nos quedaba pequeña, arrebatándonos la palabra las unas a las otras porque todo era interesante; abordar absolutamente todos los temas: políticos, físicos, humanos, divinos, pasados y presentes, trascendentes y frívolos, pero prevaleciendo en todo momento el respeto aunque fuéramos diferentes y nuestras opiniones divergieran, con un tono siempre amable, con agrado, con amor…

 

Ahora que las circunstancias de la vida nos han alejado, la tecnología vuelve a juntarnos para disfrutar de esas conversaciones a pesar de que nosotras hemos cambiado, pero solo en el envoltorio exterior que va irremediablemente acorde con los años; sin embargo, seguimos siendo las mismas, cada una con su manera de pensar y de ser diferente, pero todas vibrando al mismo son. Los temas de conversación han variado porque nuestras vidas han tomado rumbos nuevos, algunas son abuelas, pero siempre al día, jóvenes y batalladoras, otras ya viven lejos y el encuentro de todas se hace cada vez más difícil. El grupo del móvil que abarca a este quinteto femenino se llama Alegría, y nunca fue tan acertada la denominación porque, a pesar de las situaciones negativas que a veces nos pone la vida por delante, cuando el grupo se une sabe transmitir ese ánimo muy acorde con el júbilo, para que los nubarrones desaparezcan y de nuevo luzca el sol. 

 

Hemos aprendido a apoyarnos, a saber que no estamos solas, que la amistad es un vínculo demasiado fuerte para que se rompa por cualquier fruslería; por eso la cuidamos, nos preocupamos las unas por las otras, sabemos que no estamos solas, guardamos nuestros mutuos secretos, esos que solo hemos confiado cuando al alma se rompía de dolor y había que sacar fuera tanta pena en la seguridad de que las confidencias iban a estar a salvo; hemos aprendido a querernos, a animarnos, a estar ahí cuando hace falta, con una palabra, con un gesto; lo suficiente para que este quinteto de mujeres fuertes no decaiga cuando lleguen las sombras.

 

Ya no necesitamos la llamada del “Uno, uno, dos” porque ahora estamos constantemente conectadas, pero ese grito de auxilio que un día nos ayudó tanto, sigue vigente y así espero que sea durante mucho tiempo, porque como decía Shakespeare: “los amigos que tienes y cuya amistad ya has puesto a prueba, engánchalos a tu alma con ganchos de acero”

 

 

Mª Soledad Martín Turiño

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