LO QUE QUEDA DE ESPAÑA
Les han robado la lengua materna a los obreros españoles que curran en Cataluña
Pedro y Pablo han accedido al chantaje de ERC, a cambio de expulsar al castellano de la enseñanza pública, propósito de la formación fascistoide catalana
Los partidos que se definen como representantes de la clase obrera, digamos PSOE y Unidas Podemos, paradojas de la política, carecen de diputados, senadores, procuradores, alcaldes, obreros. Hijos de la burguesía funcionarial, las elites socialistas y comunistas españolas se creen los más dignos para amparar al proletariado. También, se sabe por los documentos que construyen la historia, que los principales líderes bolcheviques, excepción hecha de Stalin, hijo de un zapatero remendón y un ama de casa, se criaron y estudiaron como miembros de la burguesía y de la aristocracia.
Habría que remontarse hasta la II República para encontrar trabajadores en la dirección de formaciones obreras, si bien en el PSOE hubo intelectuales tan destacados como Besteiro, el que advirtió, con mucha antelación, de la deriva hacia la guerra civil de su partido, dirigido por Largo Caballero: Estáis “envenenando la conciencia de los trabajadores con una propaganda falsa, que sólo puede llevar a un baño de sangre y luego a luchas entre las propias izquierdas”. El PCE, minoritario durante la república, que experimento un gran crecimiento tras el 18 de julio, también lo dirigían trabajadores. CNT-FAI, anarquistas, recogía en su seno al lumpen del proletariado español. Al llegar la democracia, a la muerte de Franco, en el PCE, el partido mejor organizado durante la dictadura, sus principales líderes eran burgueses y, en algunos casos, como Sartorius, aristócratas. Marcelino Camacho, un ejemplo a seguir, y Nicolás Redondo, dirigentes sindicales, sí fueron obreros. De ahí que putearan a Felipe González con tres huelgas generales. Ahora, los sindicatos guardan silencio.
Convencido estoy, aunque forme parte de la ucronía, que si Marx hubiera nacido, pongamos en los años 50 o 60 de la pasada centuria, no sería marxista, ni partidario de la dictadura del proletariado. El genio de Tréveris tampoco fue obrero. El compilador de su obra, Engels, fue empresario. Marx dejó preñada a su criada y no reconoció nunca jamás a su hijo, ni tan si quiera lo quiso ver. Héroe del feminismo. Son las paradojas de los revolucionarios.
Ahora, en España, lo que va quedando de ella, más tras la traición al idioma que todos los españoles tiene el deber de conocer y el derecho de hablar, el castellano, de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, que se han bajado, por enésima vez, los pantalones ante el partido fascistoide, pues no otro fue su origen, ERC, el idioma oficial no formará parte de la enseñanza pública en Cataluña.
Así, por enésima vez, el ejecutivo social-comunista se mofa de los obreros que tienen por lengua materna el español y que trabajan en aquella autonomía del nordeste nacional. ¡Les han robado el idioma a los obreros españoles! Sus hijos ya no podrán estudiar en el idioma de sus abuelos, de sus padres. Da igual. Lo único importante es vivir en La Moncloa o en Galapagar, cual burgueses ricos. Ni esta excrecencia del PSOE, el sanchismo, ni este mal actor, Pablo Iglesias, tienen nada qué ver con la clase trabajadora. No se han vendido al chantaje de los enemigos seculares de España, ERC, nacionalistas ultraconservadores vascos y catalanes y amigos y parientes de la ETA, solo se han alquilado. Como decían aquellos versos de Celaya: Yo me alquilo por horas; río y lloro con todos; pero escribiría un poema perfecto si no fuera indecente hacerlo en estos tiempos". A estos dos personajes no les quedan lágrimas. A España todavía le queda mucho por llorar.
Y hago míos estos versos del poeta vasco para concluir esta carta: “Decid lo que no supe, lo que nadie aún ha dicho. Yo cumplí lo que pude, pero todo fue en vano, y hoy me siento cansado –perdonadme–, cansado”.
Eugenio-Jesús de Ávila
Los partidos que se definen como representantes de la clase obrera, digamos PSOE y Unidas Podemos, paradojas de la política, carecen de diputados, senadores, procuradores, alcaldes, obreros. Hijos de la burguesía funcionarial, las elites socialistas y comunistas españolas se creen los más dignos para amparar al proletariado. También, se sabe por los documentos que construyen la historia, que los principales líderes bolcheviques, excepción hecha de Stalin, hijo de un zapatero remendón y un ama de casa, se criaron y estudiaron como miembros de la burguesía y de la aristocracia.
Habría que remontarse hasta la II República para encontrar trabajadores en la dirección de formaciones obreras, si bien en el PSOE hubo intelectuales tan destacados como Besteiro, el que advirtió, con mucha antelación, de la deriva hacia la guerra civil de su partido, dirigido por Largo Caballero: Estáis “envenenando la conciencia de los trabajadores con una propaganda falsa, que sólo puede llevar a un baño de sangre y luego a luchas entre las propias izquierdas”. El PCE, minoritario durante la república, que experimento un gran crecimiento tras el 18 de julio, también lo dirigían trabajadores. CNT-FAI, anarquistas, recogía en su seno al lumpen del proletariado español. Al llegar la democracia, a la muerte de Franco, en el PCE, el partido mejor organizado durante la dictadura, sus principales líderes eran burgueses y, en algunos casos, como Sartorius, aristócratas. Marcelino Camacho, un ejemplo a seguir, y Nicolás Redondo, dirigentes sindicales, sí fueron obreros. De ahí que putearan a Felipe González con tres huelgas generales. Ahora, los sindicatos guardan silencio.
Convencido estoy, aunque forme parte de la ucronía, que si Marx hubiera nacido, pongamos en los años 50 o 60 de la pasada centuria, no sería marxista, ni partidario de la dictadura del proletariado. El genio de Tréveris tampoco fue obrero. El compilador de su obra, Engels, fue empresario. Marx dejó preñada a su criada y no reconoció nunca jamás a su hijo, ni tan si quiera lo quiso ver. Héroe del feminismo. Son las paradojas de los revolucionarios.
Ahora, en España, lo que va quedando de ella, más tras la traición al idioma que todos los españoles tiene el deber de conocer y el derecho de hablar, el castellano, de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, que se han bajado, por enésima vez, los pantalones ante el partido fascistoide, pues no otro fue su origen, ERC, el idioma oficial no formará parte de la enseñanza pública en Cataluña.
Así, por enésima vez, el ejecutivo social-comunista se mofa de los obreros que tienen por lengua materna el español y que trabajan en aquella autonomía del nordeste nacional. ¡Les han robado el idioma a los obreros españoles! Sus hijos ya no podrán estudiar en el idioma de sus abuelos, de sus padres. Da igual. Lo único importante es vivir en La Moncloa o en Galapagar, cual burgueses ricos. Ni esta excrecencia del PSOE, el sanchismo, ni este mal actor, Pablo Iglesias, tienen nada qué ver con la clase trabajadora. No se han vendido al chantaje de los enemigos seculares de España, ERC, nacionalistas ultraconservadores vascos y catalanes y amigos y parientes de la ETA, solo se han alquilado. Como decían aquellos versos de Celaya: Yo me alquilo por horas; río y lloro con todos; pero escribiría un poema perfecto si no fuera indecente hacerlo en estos tiempos". A estos dos personajes no les quedan lágrimas. A España todavía le queda mucho por llorar.
Y hago míos estos versos del poeta vasco para concluir esta carta: “Decid lo que no supe, lo que nadie aún ha dicho. Yo cumplí lo que pude, pero todo fue en vano, y hoy me siento cansado –perdonadme–, cansado”.
Eugenio-Jesús de Ávila



















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