Eugenio de Ávila
Martes, 10 de Noviembre de 2020
ME QUEDA LA PALABRA

La incoherencia política

[Img #45746]Comprendo, asumo, digiero que un señor o una señora, de cualquier edad o clase social, apoyen las ideas, neocomunistas, pongamos la del año 1848,  de Pablo Iglesias, y las de Pedro Sánchez, las de Largo Caballero, de 1936, que buscan cambiar el régimen, el sistema, girar la democracia conforme a sus presupuestos sociales y políticos. Verbigracia: crear una Confederación de Estados en lo que hoy es España, control absoluto de la Justicia, cerrar periódicos, emisoras y televisiones privadas, para que existan solo medios de comunicación del Estado; acabar con la enseñanza privada y concertada, y desmantelar todas las universidades que no sean públicas;  elecciones, solo de carácter doméstico, en el PSOE y Unidas Podemos, y, a ser posible, desmantelar todas las instituciones y los organismos de la iglesia católica, pero, eso sí, con máximo respeto por el Islam; confiscar toda propiedad privada hasta prohibirla y, por último, como orgasmo político definitivo, quemar la actual bandera, la rojigualda, que también fue la de la I República, para sustituirla por el invento de Lerroux, la de la segunda edición republicana. Por cierto, convencido estoy que los parvulitos del izquierdismo ignoran la razón de que el color morado forme parte de la enseña republican. Pues bien, a lo que voy,  todos esos deseos convertidos en realidad  con el objetivo de construir  un Estado a  imagen y semejanza de los regímenes instaurados en Corea del Norte, Cuba, desde 1959, y Venezuela, extrayendo el néctar de cada cual para construir el paraíso en la tierra en Expaña. Perfecto.

No entendería que los líderes actuales del neocomunismo y esa excrecencia del PSOE caballerista que es el sanchismo apostaran por una sola nación con 17 autonomías, como en la actualidad; ni por profundizar en un poder judicial administrado por jueces y magistrados, ni mantener abiertos periódicos, digitales, emisoras y televisiones privadas, más si critican al nuevo sistema; ni que los padres pudieran elegir qué enseñanza desean para sus hijos, ni que, por supuesto, el español siguiera enseñándose en aquellas autonomías que no lo quieren, ni que los hijos de ambos dirigentes y de las militancias de sus respectivos partidos mandasen a sus proles a estudiar el bachiller y grados universitarios en colegios y universidades privados, ni que la actual bandera luciese en los edificios públicos.

Porque un político, como un sacerdote católico, pongamos por caso, se definen por esa virtud que se llama coherencia, por hacer lo que dicen, no por ejecutar lo contrario de lo prometido, en definitiva, que su forma de pensar no entre en contradicción con sus actuaciones.

Una vez leído, y asimilado el anterior el anterior párrafo, ruego al lector, hooligan de esos partidos de la izquierda extrema o partidario de la Constitución del 1978, acuda a la hemeroteca para descubrir si Pedro Sánchez y Pablo Iglesias fueron y son políticos coherentes. Admito que las personas con espíritu gregario, con querencia por la colectividad, porque todo este dentro del Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado, que quieran acabar con toda propiedad privad, aprueben esta contradicción. Abejas y hormigas nunca critican a sus reinas. Y no tengo más que escribir. 

Eugenio-Jesús de Ávila

 

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