NOCTURNOS
Belleza y talento
Me rindo. Me moriré sin saber si Dios existe, si hay vida más allá de la muerte o si me amó alguna dama. Ahora, en estos días, con cierta obcecación, me ha dado por pensar si mi amiga es más hermosa que inteligente, o posee más talento que belleza. Tal duda me ocupa, me divierte, me azuza la inteligencia.
Tengo asumido que es una mujer con un físico superior a la media y con una capacidad intelectual asombrosa. Mis carencias, físicas y de las que se guardan en el cerebro, impiden gozar de su cuerpo. Me conformo con el deleite que me procura su conversación.
Pero he de decir que siento una profunda admiración por esa dama. Nunca he visto fundido en una misma geografía femenina tanta gracia, junto a un genio singular, una sonrisa pintada por Da Vinci y un cuerpo de Venus, esculpido por Thorvaldsen.
Cierto que siempre su rostro me deslumbra, pero también su dialéctica me provoca coitos intelectuales, como si leyese a Vicente Aleixandre, Pessoa o la poesía más profunda de Quevedo.
Y no sé qué hacer: la beso o la escucho, la acaricio o entro en su combate dialéctico. ¡Qué hacer cuando en la encrucijada de tu vida, cuando la vejez te espera y la juventud fue una enfermedad que olvidaste, prepara tu alma para amar por última vez a una dama prohibida!
A cierta edad, ya no se puede amar cuerpo a cuerpo, solo se debe permitir que las almas de hombres y mujeres se rocen, se miren, se guiñen las pestañas del espíritu.
Ella es una tentación diabólica. Podría haber sido inteligente y poco agraciada, o bella sin clase, sin alma, como aquella canción de Richard Cocciante. Pero se quedó con todo. ¿Dónde moraba cuando yo aún me creía un príncipe rojo? Me condenaré. Lo siento ¡Cómo no amar tanta belleza en un mismo ser!
Mientras, intentaré resolver mi duda sobre si su alma es más hermosa que su cuerpo, si su espíritu me sublima más que acariciar la epidermis que guarda su carne. No sé ni tan si quiera si Dios existe, o si yo soy un sueño de Dios que se durmió en la noche del tiempo sobre el lecho del Universo.
Eugenio De Avila Juarez
Me rindo. Me moriré sin saber si Dios existe, si hay vida más allá de la muerte o si me amó alguna dama. Ahora, en estos días, con cierta obcecación, me ha dado por pensar si mi amiga es más hermosa que inteligente, o posee más talento que belleza. Tal duda me ocupa, me divierte, me azuza la inteligencia.
Tengo asumido que es una mujer con un físico superior a la media y con una capacidad intelectual asombrosa. Mis carencias, físicas y de las que se guardan en el cerebro, impiden gozar de su cuerpo. Me conformo con el deleite que me procura su conversación.
Pero he de decir que siento una profunda admiración por esa dama. Nunca he visto fundido en una misma geografía femenina tanta gracia, junto a un genio singular, una sonrisa pintada por Da Vinci y un cuerpo de Venus, esculpido por Thorvaldsen.
Cierto que siempre su rostro me deslumbra, pero también su dialéctica me provoca coitos intelectuales, como si leyese a Vicente Aleixandre, Pessoa o la poesía más profunda de Quevedo.
Y no sé qué hacer: la beso o la escucho, la acaricio o entro en su combate dialéctico. ¡Qué hacer cuando en la encrucijada de tu vida, cuando la vejez te espera y la juventud fue una enfermedad que olvidaste, prepara tu alma para amar por última vez a una dama prohibida!
A cierta edad, ya no se puede amar cuerpo a cuerpo, solo se debe permitir que las almas de hombres y mujeres se rocen, se miren, se guiñen las pestañas del espíritu.
Ella es una tentación diabólica. Podría haber sido inteligente y poco agraciada, o bella sin clase, sin alma, como aquella canción de Richard Cocciante. Pero se quedó con todo. ¿Dónde moraba cuando yo aún me creía un príncipe rojo? Me condenaré. Lo siento ¡Cómo no amar tanta belleza en un mismo ser!
Mientras, intentaré resolver mi duda sobre si su alma es más hermosa que su cuerpo, si su espíritu me sublima más que acariciar la epidermis que guarda su carne. No sé ni tan si quiera si Dios existe, o si yo soy un sueño de Dios que se durmió en la noche del tiempo sobre el lecho del Universo.
Eugenio De Avila Juarez

















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.122