Redacción
Lunes, 30 de Noviembre de 2020
Hablemos

Hablemos de Zamora

Carlos Dominguez

[Img #46427]Es preciso hablar de Zamora, y el motivo parece claro. Esta es una ciudad modesta y provinciana, aunque lo segundo en el mejor sentido, pues tal condición significa para sus habitantes, más todavía siendo oriundos, que paisaje y paisanaje están hechos a medida del común, merced a una familiaridad consagrada a lo largo de décadas, e incluso generaciones. Sedimento benéfico que no puede menos de propiciar el conocimiento mutuo, acaso con sus pequeñas cosas respecto a filias y fobias, si bien al final, precisamente por ese estar más o menos al tanto del pie que cojea cada cual, todo suele quedar en un amigable quítame allá esas pajas.

 

Al presente, sin embargo, lo que ha sido en gran parte rutina, algo de adocenamiento y un sosegado dejarse llevar, no parece actitud adecuada mientras esta ciudad nuestra se cae a pedazos, ahora como tantas bajo la desgracia añadida de la peste. Negocios, locales, mercados, plazas y calles se nos mueren sin remedio, mientras el otrora excelente capital humano de nuestra juventud se fue para no volver, después de dineros y esfuerzos en formación, títulos y cualificación, bienes de la inteligencia de los que nunca anduvimos faltos, sencillamente porque, a diferencia de otras tierras prósperas en industria o comercio, el estudio y el saber eran nuestro único recurso con miras al progreso individual.  

 

Los zamoranos no pretendemos tumbar el Estado, tampoco crear un fantasmagórico cantón en forma de república bananera, y si me apuran, ni siquiera meternos en camisas de demasiadas varas sobre lo que ocurre en Madrid, con su politiqueo de altos vuelos capitalinos. Como en lo demás, en política el zamorano se conforma con lo que le van dejando y ofreciendo, siempre más poco que mucho, lo cual redunda en la virtud, o acaso vicio, de una frugalidad obligada y perpetua. Aun así, lo cierto es que, sin mirar demasiado lejos y con la dosis de reivindicación justa, sí hemos de comenzar a hablar de lo nuestro, de esa Zamora decadente en manos de quienes, por cercanía e incluso vecindad, son responsables directos de la vida de la ciudad, y por extensión de la de todos nosotros.    

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