Mª Soledad Martín Turiño
Lunes, 30 de Noviembre de 2020
ZAMORANA

Volverá a crecer la hierba

[Img #46440]Cuando en el suelo empiece a crecer la hierba, y el sol acuda aletargado al auxilio de las gentes que caminan agazapadas dentro de sus gabanes para protegerse del frio, persiguiendo la tibieza de esos rayos de sol que se buscan con desespero, cuando la luz de los días se alargue dando paso a tardes más luminosas, preludio del estío que pronto llegará, cuando los corazones dormidos empiecen a vibrar de nuevo y los brotes de las flores den lugar a tiernas hojas que culminen en una rosa diminuta….. entonces regresarán los buenos tiempos.

 

La gente saldrá de casa, se desperezarán las almas dormidas, podremos mirarnos a la cara de frente y sin reparos, abrazarnos tras esta época de aislamiento humano que tanto nos ha perjudicado, reconocernos en nuestras mutuas sonrisas, descubriendo la venda que ha mantenido parte de nuestro rostro oculto incluso a nosotros mismos; las calles bullirán de nuevo con los niños corriendo por todas partes, los parques estarán llenos de gente que pasea o camina despacio contemplando la serenidad de una puesta de sol; volveremos a pensar en salir, viajar, divertirnos, encontrarnos, amarnos, darnos la mano o cogernos del brazo mientras caminamos por la calle y cuando eso ocurra….. entonces regresarán los buenos tiempos.

 

Las oficinas volverán a tener vida, se acabarán las mamparas y las separaciones físicas, regresará el barullo en las cafeterías a la hora del desayuno -el segundo-, o del vermut que anteceda a la comida; volverán esas comidas de trabajo que a veces nos conectan con personas diferentes, ya sean clientes o colegas, pero que dan sentido y autentifican su carácter personal, ahora perdido tras las pantallas del ordenador donde solo vemos rostros, no personas; voces y no expresiones duraderas en el tiempo porque están limitadas a la gestión que se hace en ese momento concreto.

 

La esperanza regresará y con ella la ilusión y la confianza y los planes y los anhelos… tantos sentimientos que nos arrebató de golpe un misterioso virus un mal día a principios de un año que pretendía ser redondo. El 2020 se convirtió en la peor pesadilla, pusieron a prueba nuestra resistencia, muchos enfermamos, muchos más murieron sin despedirse, a solas, recluidos en la habitación de una residencia o boca abajo en una UCI de hospital. Al cabo de unos meses empezaron a aparecer secuelas con las que nadie había contado en aquellas personas que habían superado la infección, datos nuevos a recabar para posteriores estudios científicos; la desolación entró en muchas casas que no pudieron vivir el duelo sin sentir un ápice de responsabilidad y de erosión mental al no haber podido sentir por última vez el aliento, la mano o los ojos de ese ser querido que se iba para siempre.

 

Nos enseñaron a vivir de otra manera, a relacionarnos e incluso a trabajar de otro modo y aprendimos de golpe, improvisando medidas drásticas no siempre seguidas por todos.

 

Cuando en el suelo empiece a crecer la hierba, tras este periodo maldito que ha envejecido los cuerpos y mentes de mucha gente, cuando de nuevo nos reconciliemos con la vida porque llegará un céfiro brutal y definitivo que limpie para siempre los aires contaminados, entonces habrá que reflexionar, tendremos que aprender algo de esta experiencia y protegernos para seguir adelante en la convicción -esto es ya una certeza evidente- de que no estamos a salvo, que no se puede bajar la guardia, que hemos de tomar medidas de todo tipo: personales, sociales, económicas… Habrá que levantar un país ahora desolado, quebrado y es preciso reinventarse, buscar nuevas formas de riqueza; ahora es el momento de vender la marca España, de dar a conocer a propios y foráneos la enorme riqueza de este pueblo que suele pasar desapercibida por ese complejo errado que tenemos los españoles de ver lo de fuera siempre mejor que lo nuestro. Es el momento de invertir en Sanidad, en Educación, en Ciencia, de valorar a nuestros profesionales, de reforzar un mercado laboral patético que lleva a enlazar a muchos trabajadores contratos infames de días y de semanas, fomentado una precariedad que ha de erradicarse como el peor cáncer.

 

El país tiene que resurgir de sus cenizas, hay mucho por hacer, pero hay que hacerlo bien. Tenemos que mirar a los pueblos, a esa España vaciada que se puede llenar con inversiones y que con la mirada puesta en el teletrabajo es fácil que se repueblen zonas hasta ahora desiertas. Habrá que pensar en cómo se distribuyen las ayudas procedentes de la Unión Europea para que no seamos, una vez más, la vergüenza de Europa debido a la pésima gestión de un gobierno que no sabe o no quiere dejarse asesorar y se apalanca al poder vendiendo su alma al diablo, sin pensar en los españoles que debería ser su primer y único objetivo.

 

Cuando en el suelo empiece a crecer la hierba, espero y confío en que las cosas hayan cambiado, que hayamos crecido, que seamos más fuertes…. pero para llegar a ese punto, es necesario que todos sin excepción colaboremos, hay que trabajar más duro, obedecer las instrucciones que nos dan los epidemiólogos y, en definitiva, ser consecuentes con una situación nueva a la que debemos hacer frente. Como ya he dicho, esto pasará, acabará siendo una pesadilla de la que todos querremos olvidarnos y pasar página, pero antes de eso aprendamos, confiemos y sigamos las instrucciones que nos dictan los expertos. Con eso ya habremos ganado mucho; el resto depende de la fortuna, el destino o Dios, según las creencias de cada cual.

 

Mª Soledad Martín Turiño

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