Nélida L. Del Estal Sastre
Lunes, 30 de Noviembre de 2020
CON LOS CINCO SENTIDOS

No hay manera

[Img #46452] No soporto a la gente que no tiene sentido del humor, que no se ríe hasta de su sombra, aunque la vida no le vaya a favor. Pero es que, vamos a ver, ¿acaso la existencia es fácil para todos? No, pero no vamos por ahí dañando como si fuera un mero entretenimiento vengativo por la mierda de vida que nos ha tocado en gracia. Pues si tu vida es mala, adáptate, juega con ella a los dados de la probabilidad, a ver si ganas alguna partida. Ríete de ella, ríete de todo. El sentido del humor no cuesta dinero, pero es un bien de incalculable valor para quien sabe cómo y de qué manera utilizarlo. 

    Ahora estamos en meses oscuros, de pandemia, virus, encierros, restricciones, toques de queda, como cuando se está en tiempos de guerra. Pero resulta que todo esto nos lo pasamos por el forro de los bajos fondos. Sí, ayer y hoy he visto en televisión imágenes de las calles más céntricas y comerciales de algunas grandes ciudades, “Pongamos que hablo de Madrid” como decía Sabina, y no salgo de mi asombro. Con 300 muertos al día en España, nos saltamos a la torera la distancia de seguridad y vamos en tromba a comprar y a disfrutar del gentío que inunda unas iluminadas calles. ¿Pero estamos tontos o es que somos asesinos en serie? Esto lo sabremos en menos de un mes y ni las vacunas de Oxford, Moderna o Pfizer servirán mientras no cambiemos esta estupidez que nos caracteriza. 

Pues va y se me ocurre que,  a cuento del asunto de las vacunas que  ya parece que asoman por lontananza para regocijo de todos, me da por pensar en qué clase de vacuna crearía yo y para qué fin. Lo tengo meridianamente claro. Decía Albert Einstein lo siguiente: “dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo”. Pues bien, como la estupidez humana es insondable como el mar abierto, que no lo abarcas de cuán grande es, de lo infinito de sus características,  se me ha ocurrido crear una vacuna contra ella. 

     El nombre que barajo aún no lo tengo claro, pero en el laboratorio sueco SPABILENSEN,  he encargado ya varios miles de millones de dosis. Unas serán administradas en primera ola. Si hay una recidiva, podré tener disponible una segunda dosis que deje la estupidez a la altura del betún de Judea. Cuando crea que ya no hay tercera ola y no sea necesaria la administración de una dosis extra, podré morir. Eso sí, moriré de la risa. Y de la rabia. Fin. 

Nélida L. del Estal Sastre 

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