CON LOS CINCO SENTIDOS
Odio a Caperucita Roja
Dicen que el lobo salió al bosque en busca de caperucita, personaje que, por otra parte, siempre me ha dado bastante grima. Incide el cuento en que la mujer/ niña de la capucha púrpura es débil y debe ser salvada por un hombre o será devorada por otro hombre con disfraz de lobo, como buen macho alfa que se precie.
Es que no tenéis ni idea, no necesitamos que nos abráis las puertas al pasar, ni que nos regaléis flores o joyas cuando la habéis cagado, ni que nos protejáis constantemente de todo. No somos de pastel ni de azúcar o gominolas, ni nos vamos a desmoronar si no estáis al lado para recoger nuestros pedazos y soldarlos cuando caemos en el abismo. No. Odio a caperucita. Era una floja como todas las princesas de los cuentos que esperan que un príncipe (ohhhhhhhh) hombre, por supuesto, nos salve con un beso de amor verdadero. ¿En serio? Como si la mujer por sí misma no fuera capaz de nada sin un hombre que la apoye en todo y a cada momento en las situaciones cruciales y relevantes de la existencia prestada de ser mujer. La lleváis clara.
Disney ha hecho un daño irreparable a la mujer con la dulzura y candidez de sus películas, pero está metido hasta las trancas en hielo (o eso dice su leyenda) y el tío no se entera de nada. Mejor para él y para nosotras, a ver si así nos deja en paz de una jodida vez. El dolor de parir no sale en ninguno de sus filmes. Pero todas salimos como frágiles damiselas a las que, por cierto, nos enseñan los hombres, porque el hombre te ama, pero es tu profesor, tu protector, tu maltratador si te portas mal con él y tu amante, si eres buena y servicial. Al carajo.
Cuando caperucita salió al bosque con su cesta llena de frutas y viandas iba buscando al lobo, para seducirlo y comérselo ella, a besos o a lo que fuera, que era muy tuna. Yo cuento la historia a mi manera, porque me da la real gana. Y ya no me meto con Blancanieves y sus siete (¡¡¡siete!!!) enanitos porque me entra la neura y el príncipe era otro flojo de narices que encima, te ve muerta y te besa y resucitas. Venga ya hombre, por favor.
Vamos a tomarnos la educación de otra manera, basta ya de estereotipos absurdos que sólo nos hacen perpetuar algo para lo que las mujeres no hemos nacido sabiendo ni fabricadas en serie, porque ni una sola mujer ha nacido sabiendo criar, dar a luz, amamantar, fregar, cocinar ni nada que se le parezca. Para eso, hemos aprendido después, como hemos aprendido matemáticas, ciencias, lenguaje, filosofía, idiomas e infinidad de cosas más. Carreras, cobrando menos que vosotros y teniendo que demostrar el doble. Y algunas, renunciando a todo por ser madres y traer a este mundo a personas que pagarán vuestras pensiones porque eso de la conciliación cuando somos nosotras las que parimos es harto difícil, incluso en este siglo XXI. Y me da que seguirá igual para mi hija y nietas si es que las llego a tener.
Así que sí, odio a muerte a Caperucita Roja. Punto.
Nélida L. del Estal Sastre
Dicen que el lobo salió al bosque en busca de caperucita, personaje que, por otra parte, siempre me ha dado bastante grima. Incide el cuento en que la mujer/ niña de la capucha púrpura es débil y debe ser salvada por un hombre o será devorada por otro hombre con disfraz de lobo, como buen macho alfa que se precie.
Es que no tenéis ni idea, no necesitamos que nos abráis las puertas al pasar, ni que nos regaléis flores o joyas cuando la habéis cagado, ni que nos protejáis constantemente de todo. No somos de pastel ni de azúcar o gominolas, ni nos vamos a desmoronar si no estáis al lado para recoger nuestros pedazos y soldarlos cuando caemos en el abismo. No. Odio a caperucita. Era una floja como todas las princesas de los cuentos que esperan que un príncipe (ohhhhhhhh) hombre, por supuesto, nos salve con un beso de amor verdadero. ¿En serio? Como si la mujer por sí misma no fuera capaz de nada sin un hombre que la apoye en todo y a cada momento en las situaciones cruciales y relevantes de la existencia prestada de ser mujer. La lleváis clara.
Disney ha hecho un daño irreparable a la mujer con la dulzura y candidez de sus películas, pero está metido hasta las trancas en hielo (o eso dice su leyenda) y el tío no se entera de nada. Mejor para él y para nosotras, a ver si así nos deja en paz de una jodida vez. El dolor de parir no sale en ninguno de sus filmes. Pero todas salimos como frágiles damiselas a las que, por cierto, nos enseñan los hombres, porque el hombre te ama, pero es tu profesor, tu protector, tu maltratador si te portas mal con él y tu amante, si eres buena y servicial. Al carajo.
Cuando caperucita salió al bosque con su cesta llena de frutas y viandas iba buscando al lobo, para seducirlo y comérselo ella, a besos o a lo que fuera, que era muy tuna. Yo cuento la historia a mi manera, porque me da la real gana. Y ya no me meto con Blancanieves y sus siete (¡¡¡siete!!!) enanitos porque me entra la neura y el príncipe era otro flojo de narices que encima, te ve muerta y te besa y resucitas. Venga ya hombre, por favor.
Vamos a tomarnos la educación de otra manera, basta ya de estereotipos absurdos que sólo nos hacen perpetuar algo para lo que las mujeres no hemos nacido sabiendo ni fabricadas en serie, porque ni una sola mujer ha nacido sabiendo criar, dar a luz, amamantar, fregar, cocinar ni nada que se le parezca. Para eso, hemos aprendido después, como hemos aprendido matemáticas, ciencias, lenguaje, filosofía, idiomas e infinidad de cosas más. Carreras, cobrando menos que vosotros y teniendo que demostrar el doble. Y algunas, renunciando a todo por ser madres y traer a este mundo a personas que pagarán vuestras pensiones porque eso de la conciliación cuando somos nosotras las que parimos es harto difícil, incluso en este siglo XXI. Y me da que seguirá igual para mi hija y nietas si es que las llego a tener.
Así que sí, odio a muerte a Caperucita Roja. Punto.
Nélida L. del Estal Sastre




















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