CON LOS CINCO SENTIDOS
Me olvidé de tu rostro
Cuando pienso en ti, me llevan los demonios internos hacia un plano superior, donde he de llegar volando con la imaginación y donde mis brazos se convierten en majestuosas y gráciles alas blancas para arroparte cuando aterrizo dentro de tu cuerpo. No quisiera que me faltases nunca aunque apenas recuerdo ya tu rostro, se me ha ido desdibujando con el paso de los días. Tu luz se me ha llenado, de repente, de oscuridad, y tus facciones casi he de inventarlas, con lo cual no sé si son reales o fruto de mi querencia por cierta fisonomía masculina. Voy recogiendo los pedazos de tu cara de entre mis recuerdos, cada vez más vagos. Así que ya no sé si eres tú al que busco, o es otro, o sólo es la idea de ti lo que me basta para seguir.
Fue un instante, al límite, fue la nada casi vacía. Pero fue. Fue porque lo siento como tal y porque a veces, sin que lo pretendas, perturbas mis sueños con tu presencia, pero más con tu ausencia. No recuerdo el color de tus ojos, ni el color de tu pelo, ni cómo me mirabas o me deseabas. He ideado una imagen a mi gusto de lo que pudiste llegar a haber sido. Pero no estoy triste ni me invade la melancolía. Ya no. Conseguí achicar el agua en el bote que me transportaba hasta tu casa y me pasé de largo. Quizá vuelva algún día cuando consiga recordar o una vívida imagen de tus labios me penetre en la sien obligándome a virar el rumbo hasta tu regazo. No lo sé, ya sé pocas cosas porque mi vida se tornó sencilla y porque mi memoria se hizo acomodaticia. Son las cosas que trae esta lluvia que casi no cala y a la que denominamos “sobrevivir”.
Nélida L. del Estal Sastre
Cuando pienso en ti, me llevan los demonios internos hacia un plano superior, donde he de llegar volando con la imaginación y donde mis brazos se convierten en majestuosas y gráciles alas blancas para arroparte cuando aterrizo dentro de tu cuerpo. No quisiera que me faltases nunca aunque apenas recuerdo ya tu rostro, se me ha ido desdibujando con el paso de los días. Tu luz se me ha llenado, de repente, de oscuridad, y tus facciones casi he de inventarlas, con lo cual no sé si son reales o fruto de mi querencia por cierta fisonomía masculina. Voy recogiendo los pedazos de tu cara de entre mis recuerdos, cada vez más vagos. Así que ya no sé si eres tú al que busco, o es otro, o sólo es la idea de ti lo que me basta para seguir.
Fue un instante, al límite, fue la nada casi vacía. Pero fue. Fue porque lo siento como tal y porque a veces, sin que lo pretendas, perturbas mis sueños con tu presencia, pero más con tu ausencia. No recuerdo el color de tus ojos, ni el color de tu pelo, ni cómo me mirabas o me deseabas. He ideado una imagen a mi gusto de lo que pudiste llegar a haber sido. Pero no estoy triste ni me invade la melancolía. Ya no. Conseguí achicar el agua en el bote que me transportaba hasta tu casa y me pasé de largo. Quizá vuelva algún día cuando consiga recordar o una vívida imagen de tus labios me penetre en la sien obligándome a virar el rumbo hasta tu regazo. No lo sé, ya sé pocas cosas porque mi vida se tornó sencilla y porque mi memoria se hizo acomodaticia. Son las cosas que trae esta lluvia que casi no cala y a la que denominamos “sobrevivir”.
Nélida L. del Estal Sastre




























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