IDEAS PARA ZAMORA
Las "oscuras" estatuas de la capital
Salvo el Merlú, el resto carece de iluminación
La colocación de la estatua de "Adán", en Sagasta, ha suscitado comentarios de todo tipo. Coincidiendo, y no en todos los casos en que, es precisamente en esa plaza, donde debe de estar situada la obra costeada por los zamoranos, gracias a los ahorros depositados antaño en aquella nuestra desaparecida Caja. Sin embargo, las opiniones, acerca de sí debería de estar sobre un pedestal más adecuado para el exterior, más grande o más elevado, se suceden.
No falta quien cuestiona la posición, proponiendo cualquier otra. También hay quien plantea que quedaría mejor ubicado en medio del círculo que forma la jardinera, o que esta desaparezca por restar protagonismo y sobrecargar la zona. Lo cierto es que la misma farola de al lado y su luz resalta más que la propia figura de bronce. Pasando de aceptar, que nunca llueve a gusto de todos, a no conformar a nadie. Empeorando al llegar la noche, cuando resulta imposible contemplar toda forma y matiz. No han reparado en colocar ni un simple foco que ilumine la figura.
Pero tampoco tiene iluminación su hermano, hijo del mismo padre. Nuestro, en depósito también, Viriato. Conforme se hace de noche, se hace también invisible al quedar sumergida en la oscuridad la más famosa reseña escultórica de la ciudad. Los turistas, que crucen desde Ramos Carrión hacia la Rúa, ni cuenta se darán, aun pasando a pocos metros de la presencia de la imagen. Parece un privilegio que solo alcanza al "Merlú", por estar en la Plaza Mayor, ser el bronce iluminado en esta ciudad. El resto, queda oculto tras el manto de la noche, asumiendo que no en todos los caso pudiera realizarse, en la mayoría sí es posible. Así tenemos a Sardá, cuidando sus libros ante la puerta de la biblioteca, escondido entre la noche y los coches aparcados. A Pablo, Pablo Morillo, en medio de la nada de Las viñas, Al maestro Haedo, en un desangelado muro, como al Barandales, arrinconado junto al Museo o incluso a las creaciones de Baltasar Lobo, perdidas entre los arboles de sus jardines del Castillo. ¡Cuánto cambiarían nuestras estatuas con un simple foco alumbrándolas! ¡Cuánto mejor resultaría el efecto visual de cada una de ellas y, por ende, del resto de la ciudad, que pretende, ser algo más!
Manuel Herrero Alonso
La colocación de la estatua de "Adán", en Sagasta, ha suscitado comentarios de todo tipo. Coincidiendo, y no en todos los casos en que, es precisamente en esa plaza, donde debe de estar situada la obra costeada por los zamoranos, gracias a los ahorros depositados antaño en aquella nuestra desaparecida Caja. Sin embargo, las opiniones, acerca de sí debería de estar sobre un pedestal más adecuado para el exterior, más grande o más elevado, se suceden.
No falta quien cuestiona la posición, proponiendo cualquier otra. También hay quien plantea que quedaría mejor ubicado en medio del círculo que forma la jardinera, o que esta desaparezca por restar protagonismo y sobrecargar la zona. Lo cierto es que la misma farola de al lado y su luz resalta más que la propia figura de bronce. Pasando de aceptar, que nunca llueve a gusto de todos, a no conformar a nadie. Empeorando al llegar la noche, cuando resulta imposible contemplar toda forma y matiz. No han reparado en colocar ni un simple foco que ilumine la figura.
Pero tampoco tiene iluminación su hermano, hijo del mismo padre. Nuestro, en depósito también, Viriato. Conforme se hace de noche, se hace también invisible al quedar sumergida en la oscuridad la más famosa reseña escultórica de la ciudad. Los turistas, que crucen desde Ramos Carrión hacia la Rúa, ni cuenta se darán, aun pasando a pocos metros de la presencia de la imagen. Parece un privilegio que solo alcanza al "Merlú", por estar en la Plaza Mayor, ser el bronce iluminado en esta ciudad. El resto, queda oculto tras el manto de la noche, asumiendo que no en todos los caso pudiera realizarse, en la mayoría sí es posible. Así tenemos a Sardá, cuidando sus libros ante la puerta de la biblioteca, escondido entre la noche y los coches aparcados. A Pablo, Pablo Morillo, en medio de la nada de Las viñas, Al maestro Haedo, en un desangelado muro, como al Barandales, arrinconado junto al Museo o incluso a las creaciones de Baltasar Lobo, perdidas entre los arboles de sus jardines del Castillo. ¡Cuánto cambiarían nuestras estatuas con un simple foco alumbrándolas! ¡Cuánto mejor resultaría el efecto visual de cada una de ellas y, por ende, del resto de la ciudad, que pretende, ser algo más!
Manuel Herrero Alonso
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.17