NOCTURNOS
Hipocresía y amor
El amor es el mayor acto de hipocresía que realizan, celebran y ejecutan los seres humanos. Existe el sexo. El amor se da entre la madre y los hijos y, sobre todo, entre yo y yo, uno y uno. La persona a la que usted, eso y yo más queremos es a nosotros mismos.
Cuando amamos, nos queremos en otros cuerpos, otra carne, sobre otros esqueletos. Nos convencemos de ese amor romántico porque hacemos versos, lloramos cuando nos dejan –nunca por la pareja, siempre porque tu ego sale herido en su orgullo- y nos creemos que sin la otra persona, hombre o mujer, no sabremos vivir. Autoengaño.
El único ser con el que te encuentras bien es contigo mismo. Pero necesita a otro u otra para valorarte, para saber que estás, para conocer que eres. Buscas el amor para entretenerte, en algunos casos, para perpetuar la especie, más las féminas que los varones; para alcanzar el placer más sublime y, si es posible, olvidarte de la muerte.
La cópula detiene el tiempo, nuestro gran enemigo, siempre al acecho; ignora la memoria y, durante unos segundos, los del clímax, orgasmo o nirvana, dejas de pensar. No hay nada en tu cerebro. Solo sientes un inmenso placer. De alguna manera, conoces lo que debe ser el paraíso sin haber visitado otra dimensión.
Yo amo a una mujer. Ella me ama a mí. Los dos nos creemos amados. A veces, el amor puede ser verdad.
Eugenio-Jesús de Ávila
El amor es el mayor acto de hipocresía que realizan, celebran y ejecutan los seres humanos. Existe el sexo. El amor se da entre la madre y los hijos y, sobre todo, entre yo y yo, uno y uno. La persona a la que usted, eso y yo más queremos es a nosotros mismos.
Cuando amamos, nos queremos en otros cuerpos, otra carne, sobre otros esqueletos. Nos convencemos de ese amor romántico porque hacemos versos, lloramos cuando nos dejan –nunca por la pareja, siempre porque tu ego sale herido en su orgullo- y nos creemos que sin la otra persona, hombre o mujer, no sabremos vivir. Autoengaño.
El único ser con el que te encuentras bien es contigo mismo. Pero necesita a otro u otra para valorarte, para saber que estás, para conocer que eres. Buscas el amor para entretenerte, en algunos casos, para perpetuar la especie, más las féminas que los varones; para alcanzar el placer más sublime y, si es posible, olvidarte de la muerte.
La cópula detiene el tiempo, nuestro gran enemigo, siempre al acecho; ignora la memoria y, durante unos segundos, los del clímax, orgasmo o nirvana, dejas de pensar. No hay nada en tu cerebro. Solo sientes un inmenso placer. De alguna manera, conoces lo que debe ser el paraíso sin haber visitado otra dimensión.
Yo amo a una mujer. Ella me ama a mí. Los dos nos creemos amados. A veces, el amor puede ser verdad.
Eugenio-Jesús de Ávila

















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