Miércoles, 26 de Noviembre de 2025

Damaris Puñales-Alpízar
Lunes, 14 de Diciembre de 2020
DESDE USA

Lunes, 14 de diciembre: el día decisivo en las elecciones de los Estados Unidos

[Img #47055]Este lunes, 14 de diciembre, el Colegio Electoral de los Estados Unidos se reunirá para contar los votos de cada estado y declarar quién será al próximo presidente del país. Este año, las elecciones han sido atípicas: en primer lugar, ocurrieron en medio de la pandemia más grave que ha asolado al país en muchas décadas, y por ello, muchos votantes emitieron su voto por correo postal o fueron a votar antes del 3 de noviembre, día en que oficialmente se llevó al cabo la votación de manera sincronizada en todos los estados de la federación.

En segundo lugar, desde mucho antes del 3 de noviembre el presidente actual del país, Donald Trump, comenzó una campaña de descrédito en contra de las instituciones electorales y del voto por correo, augurando que habría un fraude masivo. Cuando poco a poco se fue conociendo el resultado de las votaciones, estado tras estado, y Joe Biden, el candidato demócrata, se perfilaba como ganador de la contienda, Trump continuó de manera más agresiva sus ataques en contra de la legitimidad de los resultados y comenzó a presentar demandas judiciales. Una vez que cada estado, además del Distrito de Columbia, han confirmado de manera oficial sus resultados, Biden cuenta con 306 votos electorales y Trump, con 232. Cabe recordar que, para ganar, un candidato debe alcanzar la cifra de 270 votos, de los 538 posibles. Estos votos deberán convertirse en oficiales mañana, tras el conteo del Colegio Electoral. En cuanto al voto popular, Biden aventaja a Trump por más de siete millones. Mientras tanto, Trump ha intentado desafiar estos resultados en las cortes de justicia: hasta ahora, Trump y sus acólitos republicanos han presentado 56 demandas judiciales, y han perdido casi todas, ya sea porque han sido denegadas, rechazadas o retiradas. Los estados en los que más demandas se han presentado son Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Arizona, Nevada, Georgia y Minnesota. En todos estos estados, por supuesto, Trump perdió las elecciones.

La Corte Suprema, por su parte, ha rechazado dos demandas presentadas por el equipo de Trump. El presidente parecía tener la seguridad de que, habiendo sido seis de los nueve magistrados nominados por presidentes republicanos -de estos seis, tres fueron nominados por el mismo Trump- él ganaría cualquier pleito legal que presentara ante el órgano superior de justicia de la nación. La derrota más sonada ocurrió este pasado viernes 11 de diciembre, cuando la Corte rechazó una demanda presentada por el estado de Texas que pretendía invalidar unos 20 millones de votos en cuatro estados (Michigan, Pennsylvania, Georgia and Wisconsin: en los que Trump perdió, por supuesto). Los procuradores generales de 17 estados apoyaron la demanda, así como casi dos tercios de los republicanos en el Congreso (un total de 126 diputados). Pero la Corte Suprema la rechazó por carecer de méritos. La derrota anterior ocurrió el 8 de diciembre, cuando la Corte rechazó tajantemente otra demanda para desestimar los resultados electorales en Pensilvania.

El pasado 8 de diciembre fue la fecha límite que tenían los estados para certificar los resultados electorales. Todos lo hicieron. Puede darse el caso, sin embargo, de que no todos los electores del Colegio voten por el candidato ganador en el estado que ellos representan. Pero según los expertos, esto sería una excepción y ni siquiera así estaría en peligro la confirmación de Biden. Muchos estados, además, tienen leyes concretas que penalizan a aquellos electores que votan en contra del candidato ganador en ese estado. Los miembros del Colegio Electoral se reunirán este lunes, por separado, en los estados que representan.

Después del voto del Colegio Electoral este 14 de diciembre, el congreso deberá reunirse el 6 de enero para contar los votos emitidos por el Colegio, y ratificar al presidente electo. Este lunes, por tanto, debería acabar la pesadilla en que se han convertido estas elecciones. Sin embargo, tal pesadilla está lejos de terminar.

Aunque Trump ha resultado el gran perdedor, no solo en las elecciones sino también de casi todas las demandas judiciales que han presentado sus abogados para desafiar los resultados, en realidad el sistema democrático del país ha sido el que ha sufrido el mayor revés. La desconfianza que se ha sembrado en la población respecto al funcionamiento de las instituciones electorales podría tener repercusiones a largo plazo. Los primeros efectos podrían verse este 5 de enero, cuando el estado de Georgia tenga que elegir a sus dos senadores para el Congreso de la nación. Muchos republicanos en Georgia han dicho que no votarían en enero porque no creen en el sistema electoral. Esto podría ser favorable para los demócratas en este caso específico, pero a la larga, constituye un peligro para la democracia del país. Las instituciones electorales son de las más sólidas y respetables que existen en los Estados Unidos, y una desmoralización de las mismas significaría el socavamiento de uno de los pilares fundamentales y fundacionales de la nación. Por otra parte, la extrema división social que se ha profundizado en los últimos cuatro años entre republicanos y demócratas igualmente tendría consecuencias negativas para el funcionamiento del país. En este minuto, por ejemplo, decenas de protestas tienen lugar en varios puntos de la geografía nacional, lo que trae aparejado caos, violencia y más incertidumbre, en medio de la crisis sin precedentes causada por el coronavirus.

De cierta manera, los resultados de este 5 de enero podrían ser más importantes incluso que los resultados de las elecciones generales: si tras las elecciones del 3 de noviembre la Cámara de Diputados quedó en manos de los demócratas -222 vs. 211, lo cual facilitaría la gestión administrativa y ejecutiva de la presidencia de Biden-, la Cámara de Senadores, de ser controlada por los republicanos, se convertiría en un impedimento para promover cualquier iniciativa impulsada por el presidente, aunque haya sido aprobada por los diputados. Cabe recordar que es el Senado, en última instancia, quien tiene la palabra final para decidir sobre muchas de las acciones propuestas por el gobierno y, sobre todo, para convertir en ley cualquier iniciativa gubernamental.

Las elecciones en Georgia a principios de enero podrían resultar en diferentes escenarios: que el próximo Senado tuviera 50 senadores del Partido Demócrata y 50 del Republicano; o que quedara 52-48 o 51-49 a favor de los republicanos. Las elecciones del 3 de noviembre dejaron la configuración del Senado así: 50 republicanos; 46 demócratas y dos senadores independientes: Angus Stanley King, por el estado de Maine, y Bernie Sanders, por el estado de Vermont. Se espera que los senadores independientes voten favorablemente por las iniciativas de los demócratas, lo que tácitamente implicaría que ese partido podría contar con 48 votos.

En el caso de Georgia, sin embargo, para que un senador sea electo necesita obtener más de la mitad de los votos emitidos, según las leyes electorales de ese estado. Ninguno de los senadores contendientes obtuvo esta cantidad en las elecciones del 3 de noviembre, y por tanto, deben ir a una segunda ronda de votaciones.

El único escenario positivo para el partido del futuro presidente sería ganar los dos puestos al Senado en disputa en Georgia. Así, al haber un empate en el número de senadores, el voto de la vice-presidenta Kamala Harris podría decidir la balanza a favor de las iniciativas de su partido, tal y como lo prevé la ley en caso de empate en el Senado.

Los temas más acuciantes que podrían verse afectados por una mayoría republicana en el Senado serían, por solo nombrar algunos: la elección del gabinete de Biden, los nombramientos para dirigir las diferentes agencias de gobierno, las opciones de políticas en términos de aplicación de las leyes antimonopolio, las políticas de competencia, inversión en infraestructura, las reformas de la Sección 230 -sobre la libertad de expresión online-, las regulaciones de la política fiscal y las relaciones con China. Claro, siempre le quedaría a Biden la posibilidad de implementar sus políticas a través de órdenes ejecutivas.

El 20 de enero, con casi toda seguridad, Joe Biden jurará como el presidente número 46 de la unión americana. Trump tendrá que abandonar la Casa Blanca, por las buenas o por las malas. Sin embargo, esto no significará el fin de Trump como incendiario en la vida política de los Estados Unidos. Si antes de llegar a la presidencia se convirtió en una pesadilla para Barack Obama con su campaña en contra del entonces presidente y las acusaciones -también sin fundamento- de que Obama no había nacido en los Estados Unidos y por tanto, no podía ser legalmente el presidente del país-, de ahora en más seguiremos padeciendo la presencia de Trump abogando por una victoria que no obtuvo, acusando de fraudulentos los resultados de las elecciones y convirtiéndose en un molesto ruido en el ambiente político de un país cuya prioridad debería ser, ahora y después, resolver la profunda grieta que ha provocado el coronavirus en la economía y en la sociedad norteamericanas.

 

Damaris Puñales-Alpízar

 

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