Bien hallado Mr. Trump

No se comprende la algazara general, aquí y allá, del progresismo con sus infinitos evangelios a la hora de celebrar la victoria, mínima en el mejor de los casos, del Biden gerontócrata con sus ochenta primaveras a la espalda, y junto a él de la oligarquía política y mediática de un liberalismo supremacista wasp para no variar, así como de un Harvard de cuyas excelencias doctrinales y académicas dejó sobrada constancia el genio de Fukuyama, a día de hoy patético visionario de su otrora bien publicitado paraíso democrático, ofertado al hombre nuevo y último una vez consumado el final de la historia. 

Y sorprende la algazara, porque en realidad Trump ha demostrado la viabilidad de una alternativa democrática y conservadora en versión popular, como escudo protector de las clases medias y el ciudadano común, frente al privilegio de élites correctas bienpensantes, oligarquías burocráticas sin más, instrumentando en su provecho el colorista folclore de movimientos e ideologías de moda.

Es probable que a Trump le hayan amañado las elecciones incluso por vía legal, como consecuencia de una estudiada maniobra aprovechando el voto por correo, fórmula incompatible con cualquier democracia que se precie. En cualquier caso ya nada puede hacerse, siendo previsible que la presidencia cambie de manos y de partido, sin que lo haga aquello verdaderamente sustancial en la política exterior de la gran potencia. Déjese a un lado la habitual retórica, maná ideológico para facciones y grupúsculos radicales, lumpen marginal del que, en un inmenso error, se ha valido alguien como Biden, durante décadas numerario obediente del aparato, fiel a prácticas, privilegios y consignas del establishment oficial.

Más allá de tales imposturas, no hay duda de que Trump, después del acoso protagonizado por oligopolios fuera de control en lo que respecta al sectarismo de sus palmeros y púlpitos mediáticos, ha cosechado cuatro millones de votos menos, y a saber, que su oponente, viniendo a acreditar que sus programas y liderazgo tienen cabida en la escena política no ya americana, sino propiamente occidental. Asimismo, que es posible plantar cara, en las urnas y en el ámbito de la opinión pública, a una izquierda fanatizada que cree haber descubierto en el agitprop, igual que en la violencia callejera, una forma de impulsar su proyecto totalitario, en esencia comunista de estar a las consabidas fórmulas de una fiscalidad extrema, y del control férreo de la opinión mediante una censura ideológica no ha mucho inimaginable.