Eugenio de Ávila
Viernes, 18 de Diciembre de 2020
IDEOLOGÍAS

Ellos representan al bien y el resto, al mal

Unidas Podemos es un partido neomarxista, anacrónico. Su catecismo se editó en 1848. Después de inmensos fracasos, brutales dictaduras, hambrunas, mantienen la fe, porque representan al bien; el resto, al mal. Esa particular cosmovisión conduce a depurar a todo ser humano que haya sido señalado como el enemigo ontológico. Raport escribió que “el santo terror, cualquiera que sea la época en que aparece, está habitualmente ligado al mesianismo”. Hay que suprimir, pues, la desigualdad del clase, a la burguesía, en el caso del marxismo, o la dominación judía, si nos referimos al nazismo.

El PSOE solo se radicalizó en su marxismo desde la derrota en las urnas en diciembre de 1933. Después, Largo Caballero se lanzó por la vía revolucionaria. Felipe González abjuró del marxismo. Después ganó cuatro elecciones. Curo a su partido del virus revolucionario. Zapatero regresó al caballerismo y arruinó a España. Ahora Sánchez para mantenerse en el poder, tolera a neomarxistas en su Gobierno y transige con los hijos del terror vasco estalinista, los golpistas catalanes de 1926, 1934 y 2017. A no tardar, esta excrecencia del socialismo español que es el sanchismo, se enfrentará con los comunistas. Y, me temo, perderá. Le sucedió a Largo en mayo de 1937. Solo Besteiro  pudo derrotar al comunismo en marzo de 1939, en Madrid. Después de 40 años de hacer mutis por el foro, el PSOE, apoyado por Estados Unidos y Alemania, acabó con el PCE y gobernó la democracia española más que ningún otro partido. Felipe pudo acabar con todas las taras nacionales: nepotismo, corrupción, separatismo, terrorismo y…fracasó.

Para Iglesias y sus apóstoles del bien, los que no pensamos igual somos el enemigo, representamos el mal integral. De tal manera, todo les está permitido frente a los representantes del mal, porque su ideal es inconmensurable y su combate contra la burguesía sublime. De ahí que  bandas terroristas como ETA o el gobierno chavista de Venezuela puedan actuar de forma brutal, implacable, inflexible, despiadada. Combaten en nombre del pueblo vasco o de la humanidad contra el enemigo, que es el mal. Cuando un partido como el chavista se apodera del Estado la violencia ejercida sobre el enemigo se vive como una necesidad ética,  porque responde a la construcción de la sociedad perfecta. Eliminar al adversario resulta perentorio. Visión maniquea.

 Hay dos mundos enfrentados de manera irreconciliable. Se trata de la batalla del bien contra el mal. Y los neomarxistas, ni qué decir tiene, representan la bondad. El resto somos el no ser. Para Hitler, los judíos eran subhumanos.  Hay que, por tanto, suprimir al adversario. Solo el mejor puede y debe triunfar. Hay que aniquilar al enemigo, sea de raza o de clase. Somos la parte mala, lo superfluo de la humanidad, la parte enferma, de ahí que abunden metáforas biomédicas y zoológicas para definir al adversario. Lenin quería, lo dijo, limpiar a Rusia de sus parásitos y demás insectos dañinos. Sartre diría que “todo comunista es un perro”. Los nazis hablaban de “vacilo judío”.

Hay una diferencia entre el totalitarismo comunista y el nacionalsocialista. Aquel busca al enemigo en su propia nación. Los nazis siempre encuentran en el exterior al adversario. Los marxistas, una vez tomado el poder, cuando ya no existen oponentes, los vuelven a crear ellos mismos entre los camaradas, los partidarios, los militantes de los que se sospecha que son claramente fieles o leales. La sabiduría de Satanás se basa en hacer creer que no existe. El enemigo siempre se enmascara. Los regímenes totalitarios nunca se estabilizan. Huyen hacia adelante. Recuerdo los juicios, purgas,  de Moscú, en los que Stalin eliminó a las principales personalidades del partido bolchevique, los que acompañaron a Lenin en el golpe de Estado contra la incipiente democracia rusa.

Así el terror persiste una vez alcanzado el poder. Weyembergh escribió que, en una primera fase, “la policía política se contenta con liquidar a quienes se oponen al régimen; en una segunda fase, la emprende contra los enemigos objetivos y remplaza la culpa sospechada por el crimen posible. En una tercera fase, en la que culmina el terror (…), el enemigo objetivo es remplazado por quienquiera que sea”. Como afirma Benoist, “el totalitarismo institucionaliza del tal modo la guerra civil. Las posibilidades de purga se hacen ipso facto inagotables”.  “El terror propiamente dicho comienza a existir – como escribe Polin- cuando en cualquier momento a todos se les puede decretar culpables sin haber transgredido ley alguna”.

Lenin y sus sucesores se caracterizaron por su concepción de la política como guerra civil. Ese rasgo supera al nazismo, que solo combate a enemigos externos. En cualquier nación comunista el enemigo siempre es interno, de ahí las purgas continuas. En junio de 1919, Lenin afirmaba: “Sería una gran vergüenza mostrarnos dubitativos y no fusilar por falta de acusados”. Se infiere de la frase de Vladimir que la falta de enemigos hace peligrar el sistema. Insisto, los marxistas son los buenos. El mal se halla en quienes no lo somos.

Un dato más sobre las bondades del comunismo soviético, régimen que tanto admiran Iglesias y su gente: Entre 1934 y 1953, uno de cada cinco hombres pasó por una colonia penitenciaria o por los campos. Solo los órganos de represión tienen la posibilidad de actuar según les plazca. Pero aquí, en España, hay gente bondadosísima, con enorme fe, la que nos construirá un paraíso en la tierra. Ellos representan al bien, el resto es el mal.

Eugenio-Jesús de Ávila

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