No volveré a verla

Ocupó mi alma durante un tiempo de mi vida. Me enamoré, como nunca había imaginado de una mujer, zamorana como yo, algo más joven, pero también muy cercana a mi generación. Hoy, después de asistir a un agridulce debate entre mi cerebro y mi corazón, entre mi inteligencia y mi pasión, decidí que no volvería a verla, a no ser que, al doblar una esquina del tiempo, me la vuelva a encontrar. Si así sucede, le diré adiós, Princesidad (neologismo de princesa y precisa), y nada más.

Me voy sin odio, pero muy decepcionado. No me prometió nada. Cierto. Pero, durante casi un año, le regalé tiempo, palabras, alabanzas, poesía y…todo lo que me hubiera pedido. Compartimos secretos empresariales, familiares, decepciones y esperanzas. Y  nunca comprenderé como una mujer con tanta clase compartió su cuerpo con un amoral. Ni su físico ni su talento correspondían a un malandrín de tan escasa clase.

Cierta tristeza me embarga, porque no volveré a caminar a su vera, ni a debatir sobre filosofía, historia, literatura, ni tampoco degustar viandas exquisitas, ni sentir algo especial cuando la veía disfrutar de comiditas ricas y cañitas deliciosas y refrescantes.  Pero tengo una edad en la que solo quiero amar a quién me quiera, me mime, me valore y me riña, pero con piropos.

Solo sé que pude amarla hasta mi muerte. Me he ido antes de que me echara. A su manera, tan discreta y sutil, decidió apartarse de mí, un seductor maduro que camina ya hacia el abismo de la nada.

Eugenio-Jesús de Ávila