DENUNCIAS
Hoy, puertas tapiadas, mañana quién sabe
Muchas viviendas de la ciudad muestran el primer paso de la ruina venidera
Por: Manuel Herrero
Se construyen, se habitan y se derriban. Ciclo repetitivo para todas las edificaciones. En lo que hoy hay, antes hubo, con el tiempo quién sabe qué habrá.
Años, muchos normalmente, para pasar de un estado a otro, pero todo llega. Así, aquella casa heredada o dejada por aquella familia zamorana que tuvo que emigrar en busca de mejores condiciones de vida, queda cerrada, otra más. En principio, será temporal, hasta ver qué pasa. Se echa la llave y en un tiempo se visita, para comprobar simplemente que todo sigue igual a como se dejó. Se volverá ¡cómo no! a la casa de Zamora. Pero los viajes se irán distanciando, hasta llegar a no producirse. No corren buenos tiempos y aquella casa, aún con síntomas de no albergar en su interior cosas de valor, corre peligro. Puede ser presa de intrusos que decidan ocuparla, causando problemas a los propietarios. Se oyen tantas cosas que habrá que asegurarse que nadie decida, así porque sí, quedársela. Anuncian alarmas disuasorias, pero hay que plantearse si merece la pena, para una vivienda de esas características, sumar otro gasto más mensual. Reforzar la puerta con una reja puede ser una opción, dificultará pero no impedirá. Así que, después de darle muchas vueltas, lo mejor, ladrillo tras ladrillo, tapiar la puerta de entrada y, si acaso, también las ventanas. Será la garantía absoluta de que nadie accede al interior. Nadie, ni siquiera sus propietarios.
Fachadas, más o menos conservadas, algunas hasta pintadas recientemente, pero con sus puertas selladas con lo que resulta imposible acceder al interior. Lo que pase dentro es una incógnita que solo los ratones pueden desvelar, no lo cuentan, no hablan. Nadie más sabrá, qué pasa de puertas adentro, ni como está el inmueble ni cuál es su nivel de degradación, ni como se encuentran sus muros de sujeción ni cuál es el punto del fin de la vida útil ni qué nivel de envejecimiento material han alcanzado las vigas de carga. Todo se resolverá tras el anuncio por derrumbe, de la ruina inminente, la económica, ya la habría alcanzado hace bastante. Entonces llegará el proceso de derribo y, tras él…
Por: Manuel Herrero
Se construyen, se habitan y se derriban. Ciclo repetitivo para todas las edificaciones. En lo que hoy hay, antes hubo, con el tiempo quién sabe qué habrá.
Años, muchos normalmente, para pasar de un estado a otro, pero todo llega. Así, aquella casa heredada o dejada por aquella familia zamorana que tuvo que emigrar en busca de mejores condiciones de vida, queda cerrada, otra más. En principio, será temporal, hasta ver qué pasa. Se echa la llave y en un tiempo se visita, para comprobar simplemente que todo sigue igual a como se dejó. Se volverá ¡cómo no! a la casa de Zamora. Pero los viajes se irán distanciando, hasta llegar a no producirse. No corren buenos tiempos y aquella casa, aún con síntomas de no albergar en su interior cosas de valor, corre peligro. Puede ser presa de intrusos que decidan ocuparla, causando problemas a los propietarios. Se oyen tantas cosas que habrá que asegurarse que nadie decida, así porque sí, quedársela. Anuncian alarmas disuasorias, pero hay que plantearse si merece la pena, para una vivienda de esas características, sumar otro gasto más mensual. Reforzar la puerta con una reja puede ser una opción, dificultará pero no impedirá. Así que, después de darle muchas vueltas, lo mejor, ladrillo tras ladrillo, tapiar la puerta de entrada y, si acaso, también las ventanas. Será la garantía absoluta de que nadie accede al interior. Nadie, ni siquiera sus propietarios.
Fachadas, más o menos conservadas, algunas hasta pintadas recientemente, pero con sus puertas selladas con lo que resulta imposible acceder al interior. Lo que pase dentro es una incógnita que solo los ratones pueden desvelar, no lo cuentan, no hablan. Nadie más sabrá, qué pasa de puertas adentro, ni como está el inmueble ni cuál es su nivel de degradación, ni como se encuentran sus muros de sujeción ni cuál es el punto del fin de la vida útil ni qué nivel de envejecimiento material han alcanzado las vigas de carga. Todo se resolverá tras el anuncio por derrumbe, de la ruina inminente, la económica, ya la habría alcanzado hace bastante. Entonces llegará el proceso de derribo y, tras él…





















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