ZAMORANA
Con la copa en alto
Mi recuerdo a los que se fueron, en estos días tan proclives a las felicitaciones y los encuentros, aunque este año especial esté marcado por restricciones y nos aceche como una espada de Damocles ese virus maldito que llegó de Oriente y parece no tener intención de marcharse.
Mi recuerdo para los que faltan, en esos asientos vacíos de las mesas de navidad que sentimos aún más desiertos, e intentamos obviar porque la tristeza que nos embarga es demasiado grande y el nudo que comprime la garganta nos impide gozar de estos banquetes en los que debe imperar la alegría y el ambiente festivo.
Mi recuerdo para aquellos que se fueron y amé tanto, porque su rostro se desvanece con el tiempo y quedan solo fugaces destellos, retazos de vida que nos unen con ellos que ya son espíritus, forman parte de otro estado y los cobijamos en la memoria para preservarlos del olvido: mi abuelo especial, los otros abuelos, amigos, vecinos, parientes y, por supuesto, mi madre, cuya imagen no puedo mirar sin estallar en llanto, ni soy capaz de pronunciar en voz alta su marcha porque la palabra muerte me sigue estremeciendo, y eludo nombrar su enfermedad porque cáncer sigue siendo un vocablo maldito que nos ha acompañado muy de cerca.
Quisiera brindar por los que van a nacer el próximo año, por los niños que verán la luz y a los que debemos procurar un futuro estable, sin fisuras, dotándoles de una educación de calidad que desarrolle sus capacidades, un sistema sanitario potente y una sociedad que les ampare, a través de leyes justas y gobernantes a la altura, con visión de futuro, capacidad de trabajo e interés por los ciudadanos.
Alzo mi copa también por aquellos que no tienen nada, por los que han caído en desgracia perdiendo la ilusión, el trabajo o las perspectivas y se ven obligados a mendigar un pedazo de pan porque la vida se cebó con ellos en un momento determinado y les ha destruido la esperanza, ansiando tan solo un golpe de suerte que, muy probablemente, no llegará.
En estas fiestas navideñas me gusta brindar recordando a todos y cada uno de los que forman parte de nuestra vida cercana y también de esos otros que no gozan de la suerte que nosotros tenemos. Creo que el hecho de mantener a la familia escuchando unas palabras que nos devuelvan a la realidad siquiera un momento, puede servir de reflexión para hacernos mejores, para salir de la burbuja de comodidad y seguridad en la que vivimos instalados y bajar a la verdad de otros más desfavorecidos que no podemos obviar; así pues, sirva este brindis como homenaje para los presentes y los ausentes, los vivos y los muertos, los bendecidos por la fortuna y los olvidados por ella, en este día del señor del malhadado 2020.
Mª Soledad Martín Turiño
Mi recuerdo a los que se fueron, en estos días tan proclives a las felicitaciones y los encuentros, aunque este año especial esté marcado por restricciones y nos aceche como una espada de Damocles ese virus maldito que llegó de Oriente y parece no tener intención de marcharse.
Mi recuerdo para los que faltan, en esos asientos vacíos de las mesas de navidad que sentimos aún más desiertos, e intentamos obviar porque la tristeza que nos embarga es demasiado grande y el nudo que comprime la garganta nos impide gozar de estos banquetes en los que debe imperar la alegría y el ambiente festivo.
Mi recuerdo para aquellos que se fueron y amé tanto, porque su rostro se desvanece con el tiempo y quedan solo fugaces destellos, retazos de vida que nos unen con ellos que ya son espíritus, forman parte de otro estado y los cobijamos en la memoria para preservarlos del olvido: mi abuelo especial, los otros abuelos, amigos, vecinos, parientes y, por supuesto, mi madre, cuya imagen no puedo mirar sin estallar en llanto, ni soy capaz de pronunciar en voz alta su marcha porque la palabra muerte me sigue estremeciendo, y eludo nombrar su enfermedad porque cáncer sigue siendo un vocablo maldito que nos ha acompañado muy de cerca.
Quisiera brindar por los que van a nacer el próximo año, por los niños que verán la luz y a los que debemos procurar un futuro estable, sin fisuras, dotándoles de una educación de calidad que desarrolle sus capacidades, un sistema sanitario potente y una sociedad que les ampare, a través de leyes justas y gobernantes a la altura, con visión de futuro, capacidad de trabajo e interés por los ciudadanos.
Alzo mi copa también por aquellos que no tienen nada, por los que han caído en desgracia perdiendo la ilusión, el trabajo o las perspectivas y se ven obligados a mendigar un pedazo de pan porque la vida se cebó con ellos en un momento determinado y les ha destruido la esperanza, ansiando tan solo un golpe de suerte que, muy probablemente, no llegará.
En estas fiestas navideñas me gusta brindar recordando a todos y cada uno de los que forman parte de nuestra vida cercana y también de esos otros que no gozan de la suerte que nosotros tenemos. Creo que el hecho de mantener a la familia escuchando unas palabras que nos devuelvan a la realidad siquiera un momento, puede servir de reflexión para hacernos mejores, para salir de la burbuja de comodidad y seguridad en la que vivimos instalados y bajar a la verdad de otros más desfavorecidos que no podemos obviar; así pues, sirva este brindis como homenaje para los presentes y los ausentes, los vivos y los muertos, los bendecidos por la fortuna y los olvidados por ella, en este día del señor del malhadado 2020.
Mª Soledad Martín Turiño























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