NOCTURNOS
El tedio de amar
Me aburre seducir. Hubo un tiempo en el que me divertía. Después de leer a Schopenhauer y ver una película de Ingmar Bergman, me obligaba a mí mismo a salir a la calle, entrar en algún pub, con el objetivo de conocer a una mujer.
No se me ocurrió nunca mencionar al filósofo alemán ni contarles una película del cineasta sueco. Soy un tío raro, pero nunca he alcanzado la categoría de extravagante. Cierto que me atraen las féminas bellas e inteligentes. Pero tampoco soy un cretino para conducir aburrir al ser más hermoso y digno creado por eso que llaman Dios y yo bautizo como energía.
Uno de mis yo me parece muy intelectual, siempre anda buscando a Dios, aunque sabe que no existe, y se empeña en descubrir el misterio de la vida. No le importa dónde vamos, pero si le intriga la expansión del Universo y qué es la Nada. El otro yo que guardo dentro de mí, creo que es un ser hedonista, que reconoce su mortalidad y se olvida de lo que es, amando.
Amar me procura una mezcla de tedio y desidia. Sé que la vida es efímera, que hemos nacido para morir, que la carne y los huesos son polvo en el tiempo. El amor, que es vida, su mejor distracción, también fenece. Así, cuando noto que una dama me sabe tocar las cuerdas del alma, me enroco, me coloco un parapeto de apatía y distancia. Si me enamoro, dejo de ser lo que soy, y me transformo en un hombre sensible, lírico, elegante y con clase. Prefiero ser frío, hierático y rígido. Porque no temo a la muerte; solo al amor.
Eugenio-Jesús de Ávila
Me aburre seducir. Hubo un tiempo en el que me divertía. Después de leer a Schopenhauer y ver una película de Ingmar Bergman, me obligaba a mí mismo a salir a la calle, entrar en algún pub, con el objetivo de conocer a una mujer.
No se me ocurrió nunca mencionar al filósofo alemán ni contarles una película del cineasta sueco. Soy un tío raro, pero nunca he alcanzado la categoría de extravagante. Cierto que me atraen las féminas bellas e inteligentes. Pero tampoco soy un cretino para conducir aburrir al ser más hermoso y digno creado por eso que llaman Dios y yo bautizo como energía.
Uno de mis yo me parece muy intelectual, siempre anda buscando a Dios, aunque sabe que no existe, y se empeña en descubrir el misterio de la vida. No le importa dónde vamos, pero si le intriga la expansión del Universo y qué es la Nada. El otro yo que guardo dentro de mí, creo que es un ser hedonista, que reconoce su mortalidad y se olvida de lo que es, amando.
Amar me procura una mezcla de tedio y desidia. Sé que la vida es efímera, que hemos nacido para morir, que la carne y los huesos son polvo en el tiempo. El amor, que es vida, su mejor distracción, también fenece. Así, cuando noto que una dama me sabe tocar las cuerdas del alma, me enroco, me coloco un parapeto de apatía y distancia. Si me enamoro, dejo de ser lo que soy, y me transformo en un hombre sensible, lírico, elegante y con clase. Prefiero ser frío, hierático y rígido. Porque no temo a la muerte; solo al amor.
Eugenio-Jesús de Ávila


















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