NOCTURNOS
Prosa erótica inspirada por un amor imposible
Amor: si me concedes tu labio inferior, te alquilo mi lengua, húmeda, borracha de almíbar de melocotón; pintada de palabras, celosa de los dientes, amiga de la campanilla, ola del mar de mi saliva.
Amor: si me hicieras explotar un solo beso en el paladar, moriría aterrorizado de tanta pasión. ¡Bésame para matarme! El amor es Dios. Parece que existe, es creador, te conduce a los sueños, roba versos, busca rimas, alcanza el nirvana, duele si es excesivo, te seca si encoje cuando cae sobre su piel la lluvia del olvido.
Si no amas, te mueres más deprisa, sin darte cuenta; duras, jamás vives; respiras sin querer, comes porque toca, sonríes con dientes como lágrimas, fornicas, por el que dirán. No convocas a las parcas, porque aún buscan un último beso, una postrera caricia, una miaja de ternura, un “te amo” extraído de la mina del alma.
Me voy muriendo, sin ganas de vivir, pero sin necesidad de conocer la muerte, mientras te beso con cada una de las palabras que me inspiras. Son besos como versos; besos que no te doy, besos que se pierden en el camposanto del deseo, besos que nunca vuelven, que buscan la sombra de un ciprés para no secarse al sol del desamor.
Te he amado, sin que me amaras; te he escrito cartas sin respuesta; te he rezado como a una diosa sin altar, como a una reina sin trono, como a una hetera sin lecho, como a una Eva sin manzana. Te he querido tanto que me he olvidado que soy un ser nacido para la muerte, que vive por inercia, que amó sin esperar ni una gota de saliva de tu boca en mi lengua seca de pasión.
Eugenio-Jesús de Ávila
Amor: si me concedes tu labio inferior, te alquilo mi lengua, húmeda, borracha de almíbar de melocotón; pintada de palabras, celosa de los dientes, amiga de la campanilla, ola del mar de mi saliva.
Amor: si me hicieras explotar un solo beso en el paladar, moriría aterrorizado de tanta pasión. ¡Bésame para matarme! El amor es Dios. Parece que existe, es creador, te conduce a los sueños, roba versos, busca rimas, alcanza el nirvana, duele si es excesivo, te seca si encoje cuando cae sobre su piel la lluvia del olvido.
Si no amas, te mueres más deprisa, sin darte cuenta; duras, jamás vives; respiras sin querer, comes porque toca, sonríes con dientes como lágrimas, fornicas, por el que dirán. No convocas a las parcas, porque aún buscan un último beso, una postrera caricia, una miaja de ternura, un “te amo” extraído de la mina del alma.
Me voy muriendo, sin ganas de vivir, pero sin necesidad de conocer la muerte, mientras te beso con cada una de las palabras que me inspiras. Son besos como versos; besos que no te doy, besos que se pierden en el camposanto del deseo, besos que nunca vuelven, que buscan la sombra de un ciprés para no secarse al sol del desamor.
Te he amado, sin que me amaras; te he escrito cartas sin respuesta; te he rezado como a una diosa sin altar, como a una reina sin trono, como a una hetera sin lecho, como a una Eva sin manzana. Te he querido tanto que me he olvidado que soy un ser nacido para la muerte, que vive por inercia, que amó sin esperar ni una gota de saliva de tu boca en mi lengua seca de pasión.
Eugenio-Jesús de Ávila


















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