ZAMORANA
Esta época que vivo no es la que me hubiera gustado vivir
A veces siento que he nacido en una época que no me pertenece; lo que vivo y observo nada tiene que ver con lo que siento y padezco; hay muchas incoherencias que la gente ni cuestiona y, sin embargo, a mí me dejan perpleja o sumida en el más profundo estupor.
Llevamos casi un año sufriendo una pandemia pavorosa que está dejando tras de sí una cifra indecente de muertos por todo el mundo; cierto que nos llegó de forma inesperada y cada país tuvo que hacerle frente como buenamente pudo. España llego tarde a asumir su existencia y la gestionó mal; los datos de contagios y fallecimientos que proporcionaba el gobierno nunca cuadraban con las cifras reales; negaron la gravedad del virus, mintieron sobre los consejeros que tenían para gestionar la crisis sanitaria y cuando llegó el verano, en lugar de contener a una población desorientada (pese a todo, la responsabilidad personal ha demostrado tenerla mucha más gente de los que la han vulnerado), animaron a todos a ir de vacaciones y consumir como si el virus se permitiera vacacionar.
Es cierto que la mayoría de fiestas que se celebran en España -que son muchas y variadas- se suspendieron, pero con la llegada de la Navidad y previendo que llegaría la temida tercera ola, nadie (a excepción de algún pueblo pequeño del que tendrían que haber tomado ejemplo), nadie -digo- se planteó cancelar estas festividades; así que, como si no ocurriera nada, hubo luces en las ciudades, belenes en las calles, árboles encendidos, centros comerciales abarrotados y las consiguientes fiestas sin protección alguna. Ahora llegan las consecuencias: hospitales llenos, UCIS colapsadas, contagios desmesurados, otra avalancha de muertes… ya nada sorprende.
La llegada de las vacunas se está gestionando tan mal como se ha hecho todo lo anterior; el gobierno está desaparecido -supongo que con la resaca de las fiestas que, seguro, han celebrado- tan solo se ha visto a la ministra de Defensa ofreciendo la ayuda del ejército para vacunar. España se ha convertido en un reino de taifas, con diecisiete comunidades autónomas gestionando cada una a su manera y muchas reclamando que desde el gobierno central se den instrucciones comunes para todas; no hay respuesta. El confinamiento, que es una medida drástica pero efectiva que vuelven a contemplar muchos países europeos, en el nuestro se descarta; para eso “somos diferentes”; y mientras tanto la crisis económica se agrava por momentos; cada vez hay más parados; con organismos importantes como el SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal de España), o la TGSS (Tesorería General de la Seguridad Social) es imposible contactar; el ingreso mínimo vital y las ayudas que prometió el gobierno no están llegando a quienes lo han solicitado; la hostelería y los negocios asociados están en caída libre, muchos se han obligado a cerrar ya para siempre; las infames colas del hambre siguen siendo cada vez más grandes porque cada vez es mayor la necesidad y el gobierno las ha obviado como si no existieran; mucha gente está sobreviviendo gracias a las ONG e incluso a particulares y empresas solidarias que se han hecho cargo y ayudan desinteresadamente para que le gente pueda comer… y el gobierno ante este hecho ni está ni se le espera.
¿Hasta cuándo vamos a soportar esta inacción, este desinterés de nuestros representantes políticos?
¿Qué tipo de gobernantes tenemos que se muestran incapaces de resolver un problema y ni siquiera se hacen a un lado para escuchar a quienes saben: inmunólogos, virólogos, economistas…etc.?
¿Cuántas víctimas más necesitan para darse cuenta de que urge aumentar la plantilla de profesionales de la salud: médicos, enfermeras, celadores, auxiliares… y no parchear haciendo contratos temporales a empresas externas?
¿Cuál es el motivo para no fortalecer y hacer una inversión potente y a gran escala por la sanidad en este país? ¿O acaso están esperando a que los profesionales de la salud se sigan yendo a otros países donde se les reconoce económica y profesionalmente, porque en el nuestro nadie aprecia su potencial?
¿Cómo pretenden remontar a las empresas que se están yendo a pique?
¿Dónde está ese estudio consensuado con todas las fuerzas políticas para sacar adelante a este país ante una pandemia que tan grandes estragos está causando?
¿Va a cambiar la política de este gobierno en la próxima sesión del Congreso, o seguiremos asistiendo a una pelea de gallos testosterónicos sacando pecho para ver quién es el más fuerte?
Me avergüenzan los gobernantes de este país sordos y ciegos ante una realidad que solo ellos parecen ignorar; un país que vuelve a ser de pandereta; me abochorna que no exista una oposición con propuestas firmes y razonables que sean puestas en valor; me preocupa que mientras dirimen sus embates dialécticos siga muriendo gente y muchas personas sufran en sus carnes la falta de trabajo, de futuro, de salud…
Creo que no es mi época; yo me siento con otros valores: la humildad de escuchar al que más sabe y aprender de sus propuestas, el valor de decir “no sé” y dejar a quien sí sabe, la capacidad de priorizar lo importante, de no perderse en disquisiciones fatuas, el cuidar de aquellos que lo necesitan, el favorecer un futuro digno y una educación de calidad…. ¿sigo?
Mª Soledad Martín Turiño
A veces siento que he nacido en una época que no me pertenece; lo que vivo y observo nada tiene que ver con lo que siento y padezco; hay muchas incoherencias que la gente ni cuestiona y, sin embargo, a mí me dejan perpleja o sumida en el más profundo estupor.
Llevamos casi un año sufriendo una pandemia pavorosa que está dejando tras de sí una cifra indecente de muertos por todo el mundo; cierto que nos llegó de forma inesperada y cada país tuvo que hacerle frente como buenamente pudo. España llego tarde a asumir su existencia y la gestionó mal; los datos de contagios y fallecimientos que proporcionaba el gobierno nunca cuadraban con las cifras reales; negaron la gravedad del virus, mintieron sobre los consejeros que tenían para gestionar la crisis sanitaria y cuando llegó el verano, en lugar de contener a una población desorientada (pese a todo, la responsabilidad personal ha demostrado tenerla mucha más gente de los que la han vulnerado), animaron a todos a ir de vacaciones y consumir como si el virus se permitiera vacacionar.
Es cierto que la mayoría de fiestas que se celebran en España -que son muchas y variadas- se suspendieron, pero con la llegada de la Navidad y previendo que llegaría la temida tercera ola, nadie (a excepción de algún pueblo pequeño del que tendrían que haber tomado ejemplo), nadie -digo- se planteó cancelar estas festividades; así que, como si no ocurriera nada, hubo luces en las ciudades, belenes en las calles, árboles encendidos, centros comerciales abarrotados y las consiguientes fiestas sin protección alguna. Ahora llegan las consecuencias: hospitales llenos, UCIS colapsadas, contagios desmesurados, otra avalancha de muertes… ya nada sorprende.
La llegada de las vacunas se está gestionando tan mal como se ha hecho todo lo anterior; el gobierno está desaparecido -supongo que con la resaca de las fiestas que, seguro, han celebrado- tan solo se ha visto a la ministra de Defensa ofreciendo la ayuda del ejército para vacunar. España se ha convertido en un reino de taifas, con diecisiete comunidades autónomas gestionando cada una a su manera y muchas reclamando que desde el gobierno central se den instrucciones comunes para todas; no hay respuesta. El confinamiento, que es una medida drástica pero efectiva que vuelven a contemplar muchos países europeos, en el nuestro se descarta; para eso “somos diferentes”; y mientras tanto la crisis económica se agrava por momentos; cada vez hay más parados; con organismos importantes como el SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal de España), o la TGSS (Tesorería General de la Seguridad Social) es imposible contactar; el ingreso mínimo vital y las ayudas que prometió el gobierno no están llegando a quienes lo han solicitado; la hostelería y los negocios asociados están en caída libre, muchos se han obligado a cerrar ya para siempre; las infames colas del hambre siguen siendo cada vez más grandes porque cada vez es mayor la necesidad y el gobierno las ha obviado como si no existieran; mucha gente está sobreviviendo gracias a las ONG e incluso a particulares y empresas solidarias que se han hecho cargo y ayudan desinteresadamente para que le gente pueda comer… y el gobierno ante este hecho ni está ni se le espera.
¿Hasta cuándo vamos a soportar esta inacción, este desinterés de nuestros representantes políticos?
¿Qué tipo de gobernantes tenemos que se muestran incapaces de resolver un problema y ni siquiera se hacen a un lado para escuchar a quienes saben: inmunólogos, virólogos, economistas…etc.?
¿Cuántas víctimas más necesitan para darse cuenta de que urge aumentar la plantilla de profesionales de la salud: médicos, enfermeras, celadores, auxiliares… y no parchear haciendo contratos temporales a empresas externas?
¿Cuál es el motivo para no fortalecer y hacer una inversión potente y a gran escala por la sanidad en este país? ¿O acaso están esperando a que los profesionales de la salud se sigan yendo a otros países donde se les reconoce económica y profesionalmente, porque en el nuestro nadie aprecia su potencial?
¿Cómo pretenden remontar a las empresas que se están yendo a pique?
¿Dónde está ese estudio consensuado con todas las fuerzas políticas para sacar adelante a este país ante una pandemia que tan grandes estragos está causando?
¿Va a cambiar la política de este gobierno en la próxima sesión del Congreso, o seguiremos asistiendo a una pelea de gallos testosterónicos sacando pecho para ver quién es el más fuerte?
Me avergüenzan los gobernantes de este país sordos y ciegos ante una realidad que solo ellos parecen ignorar; un país que vuelve a ser de pandereta; me abochorna que no exista una oposición con propuestas firmes y razonables que sean puestas en valor; me preocupa que mientras dirimen sus embates dialécticos siga muriendo gente y muchas personas sufran en sus carnes la falta de trabajo, de futuro, de salud…
Creo que no es mi época; yo me siento con otros valores: la humildad de escuchar al que más sabe y aprender de sus propuestas, el valor de decir “no sé” y dejar a quien sí sabe, la capacidad de priorizar lo importante, de no perderse en disquisiciones fatuas, el cuidar de aquellos que lo necesitan, el favorecer un futuro digno y una educación de calidad…. ¿sigo?
Mª Soledad Martín Turiño



















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