Eugenio de Ávila
Viernes, 08 de Enero de 2021
COSAS MÍAS

Caprichos políticos y pandemia vírica

[Img #47999]Todo político, de la derecha o de la izquierda, se calce por la diestra o la siniestra, es en esencia caprichoso. Se trata de personas a las  que les gusta mandar, quizá porque, desde la tierna infancia, les obligaron a obedecer. Pero, cuando alcanzan el poder se ponen a jugar con la sociedad como si se tratara de un juego más de Jeyper.  Estos personajes que se dedican a administrar los impuestos –del verbo imponer- que pagamos casi todos, porque los plutócratas saben siempre contribuir al Estado con la menor cantidad de dinero que les sea posible, se deleitan con leyes, ordenanzas, normas, que ellos casi nunca cumplen.

Pedro Sánchez, además de su narcisismo absoluto, le dio por capricho, para parecer más feminista que Eva, la pareja de Adán, por permitir una manifestación del poder para alentar el femenismo, otro reducto marxista desde que comprobaron que el proletariado nunca fue, ni es, ni será clase revolucionaria. Ahora, al parecer, hay un sexo revolucionario, el mal llamado débil. No hay nada tan melifluo como el varón acobardado, el varón político.  El juego del presidente del Gobierno potenció la pandemia vírica. Una semana después nos confinó. Tres meses en el redil. Y, según él, salimos mucho más fuertes. Empírico que merced a su asistencia a esa protesta desde el poder, se contagiaron la vicepresidenta 1ª y la esposa del presidente. Perfecto. No pasa nada.

Tras el confinamiento, Sánchez concedió a las autonomías que hicieran lo que les diera la gana. Trampa saducea. Si el gobierno autonómico acertaba, méritos del gobierno central. Si fracasaba, culpa del ejecutivo regional. Ahora bien, este pasotismo de Moncloa, propicio que conociéramos, verbigracia, a los políticos de la Junta de Castilla y León, que, por mimetismo, se creyeron con los mismos poderes que los del ejecutivo de la nación. Y comprobamos que las carencias, los caprichos, las tonterías, los antojos de  Sánchez se transmiten y se copian en provincias.

La última decisión de Fernández Mañueco, cierre perimetral hasta el 9 de mayo, forma parte de lo que yo he denominado caprichos políticos, que esconden complejos de niños mimados. Esa decisión, además, es injusta, porque nuestra provincia no debería ser tratada con idéntica dureza a las más que muestra más incidencia de contagios, casos de Segovia, Ávila y Palencia.

Nos vuelven a meter en el redil de esta comunidad ahistórica. Están jugando con nosotros todos los gobiernos, desde el central a los autonómicos, porque no tienen ni puta idea de cómo derrotar, por imitar el lenguaje bélico de Sánchez en sus alocuciones televisadas, al virus chino. De ahí que el ciudadano padezca las ocurrencias de esta gente que, incapaz de vivir de sus profesiones, un mal día decidieron dedicarse a la res pública. Recuerde las gracias del licenciado en Medicina, que no doctor, Fernando Simón, cuando profetizó que el virus, que ya se había extendido por el norte de Italia, aquí apenas tendría incidencia; añadiría después, cuando ya pandemia se convirtió en realidad, que las mascarillas no servían para nada.

Esta nación de charanga y pandereta, como la definió Antonio Machado, ahora es un Estado menguante, gobernado por doquier  por petimetres, badulaques y botarates, que se han creído, y quizá tengan razón, que el pueblo es tonto, que dándole asuntos como los de la familia Pantoja, el torero adúltero Ponce, más partidos de fútbol del Real Madrid, Barça y otros clubes allegados, siempre al servicio del poder, se entretiene en lo superfluo y se olvida de lo esencial; que el ciudadano, ante la televisión, se adormece, se conforma y sigue abrevando en el pesebre del poder.

Nunca alcanzó el  poder político y mediático en nuestra nación tantos mediocres, gobiernos de todos los signos políticos, periodistas huérfanos de cultura y sintaxis. Vivimos la dictadura de la mediocridad, hija de la vulgaridad y la mentira.

Me movería a la risa tanto cachondeo político, pero están jugando con muertos, que esconden, cuando el apocalipsis aguarda en cualquier esquina del tiempo.

Eugenio-Jesús de Ávila

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