CON LOS CINCO SENTIDOS
C'est fini
Todo tiene un comienzo, inesperado, excitante, un mariposeo en la boca del estómago…Y un final. Éste da igual en su forma o en la manera en la que se produzca. Casi siempre suele ser abrupto, o absurdo, o tonto, quizá porque nunca debió de existir un principio. Las razones para poner el punto y final a una relación de una duración media, digamos cinco años, no suelen tener entidad argumentativa, prácticamente nunca. Ninguno de los dos implicados en el asunto quiere sufrir y cualquier excusa es buena para mandar todo al traste, sin remordimientos, aunque los tengas, sin razones, aunque las tengas. Sin ganas, aunque las ganas de continuar un poco más te muerdan en las tripas.
Pero, como todos bien sabemos, no se puede estirar una maroma, sólo anudarla. No se puede estirar un chicle seco porque se rompe. No se puede hacer que dé de sí algo que no tiene elasticidad y que no se adapta, ni tiene la menor intención de hacerlo.
Cuando dos personas maduras, con una vida tras sus espaldas, se conocen y gustan de estar juntas, normalmente una de las partes quiere más que la otra. Dicen que siempre pasa esa circunstancia en cualquier pareja. Uno sufre más que el otro, mientras el otro finge desidia para no ser descubierto en su personal infierno si le falta la otra parte (una esquizofrenia en toda regla). Pero sucede que a una de las partes le cuesta menos decir adiós.
A veces, los errores tontos o los malos entendidos, o las mentiras destruyen más relaciones que vidas destruyen las guerras. El ser humano es bastante imbécil y gusta de sufrir, de hacer sufrir, de mentir y de dejarse sentir engañado…No nos entiendo. Si dos personas se quieren y desean por encima de todo estar juntas, tienen que estarlo, aunque la gilipollez del momento nos haga pensar que solos estaremos mejor. No es así. No lo es.
Nélida L. del Estal Sastre
Todo tiene un comienzo, inesperado, excitante, un mariposeo en la boca del estómago…Y un final. Éste da igual en su forma o en la manera en la que se produzca. Casi siempre suele ser abrupto, o absurdo, o tonto, quizá porque nunca debió de existir un principio. Las razones para poner el punto y final a una relación de una duración media, digamos cinco años, no suelen tener entidad argumentativa, prácticamente nunca. Ninguno de los dos implicados en el asunto quiere sufrir y cualquier excusa es buena para mandar todo al traste, sin remordimientos, aunque los tengas, sin razones, aunque las tengas. Sin ganas, aunque las ganas de continuar un poco más te muerdan en las tripas.
Pero, como todos bien sabemos, no se puede estirar una maroma, sólo anudarla. No se puede estirar un chicle seco porque se rompe. No se puede hacer que dé de sí algo que no tiene elasticidad y que no se adapta, ni tiene la menor intención de hacerlo.
Cuando dos personas maduras, con una vida tras sus espaldas, se conocen y gustan de estar juntas, normalmente una de las partes quiere más que la otra. Dicen que siempre pasa esa circunstancia en cualquier pareja. Uno sufre más que el otro, mientras el otro finge desidia para no ser descubierto en su personal infierno si le falta la otra parte (una esquizofrenia en toda regla). Pero sucede que a una de las partes le cuesta menos decir adiós.
A veces, los errores tontos o los malos entendidos, o las mentiras destruyen más relaciones que vidas destruyen las guerras. El ser humano es bastante imbécil y gusta de sufrir, de hacer sufrir, de mentir y de dejarse sentir engañado…No nos entiendo. Si dos personas se quieren y desean por encima de todo estar juntas, tienen que estarlo, aunque la gilipollez del momento nos haga pensar que solos estaremos mejor. No es así. No lo es.
Nélida L. del Estal Sastre























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