Jueves, 27 de Noviembre de 2025

Eugenio de Ávila
Viernes, 15 de Enero de 2021
COSAS MÍAS

Odio escribir de los políticos, amo escribir de política

[Img #48354]Predico en el desierto. No soy el Bautista. Me leen muchas personas. Gente inteligente y culta. Tengo escasos detractores. Solo algún “hooligan” de las izquierdas, hay unas siete, según halló el gran Gustavo Bueno. Se trata de hinchas que no argumentan, y, si dicen algo, solo encuentran respuestas en las vísceras. Cuando criticaba a las diestras, todos satisfechos. Hipócritas. Sectarios.

 

En esta provincia no hay periodista que dé la cara. Se autocensuran para seguir pastando de la ayuda pública. Se alimentan en el abrevadero de las instituciones. La prensa local bala a favor de la izquierda, como, en otro tiempo, loaba a la derecha. Todo depende de quién ostenta el poder, de quién reparta y distribuya.

 

Me echaron de un periódico, siendo director, porque me negué a escribir al dictado. Después fundé El Día de Zamora. Pero, tras más de diez años y medio navegando en este barquito de papel por las remansadas aguas de provincia, confieso mi hartazgo de criticar a derechas e izquierdas, a jetas y tramposos, a hacedores de mentiras y a los asesinos de la verdad. Me voy cansando de escribir sobre cómo embellecer esta mi ciudad, que es la de todos, aunque cada cual la ame a su manera. No obstante, no se puede amar lo que se desconoce. La mayor parte de periodistas que trabajan en nuestra tierra no nacieron aquí.

 

Preveo que, a no tardar, odiaré escribir. Como si las vocales y las consonantes que forma una palabra me abrieran heridas en el alma, y la sintaxis me trajese ansiedad y depresión.  Pienso demasiado. Ese verbo duele mucho. Y no tengo edad para aguantar tanto dolor. He decidido, pues, dejar de escribir todos los días artículos sobre Zamora, su presente y su futuro; olvidarme de ideas para embellecerla, para maquillarla y que el turismo cultural halle en esta ciudad una urbe diferente, coqueta, bonita, misteriosa.  Porque escribir en Zamora arranca más lágrimas que hacerlo en Madrid. 

 

Y me olvidaré del Gobierno que preside Pedro Sánchez, el policía bueno, y que tiene en Pablo Iglesias, el policía malo, al personaje que encabrona a más de media España, socialistas incluidos. Ni Pedro ni Pablo, antes de ocupar el ejecutivo nacional, habían dirigido ni tan solo una Concejalía de pueblo. Gobierno para la propaganda, incapacitado para la gestión.

 

No me queda mucho para jubilarme. Cuando abandone este barquito de papel, me iré de la Zamora de mi nacencia. Viviré mis últimos años alejado de las nieblas del Duero, de nuestras murallas en quiebra, memoria de piedra de un pretérito que se derrumba. Moriré, si Cronos lo desea, en otra ciudad, en otra nación. Mis amigos recordarán de mi persona, de mi paso por la vida, que fui hombre que amó más que odió. Y después, solo pediré que me incineren y arrojen mis cenizas en el parque del Castillo. Eolo me llevará a las riberas del río Duradero, en la grupa de su corcel de viento, cuando necesite refrescarme la piel del alma.

 

 

 

 

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