CON LOS CINCO SENTIDOS
Hijos con criterio
Debemos intentar hacer que nuestros hijos, esas futuras generaciones que nos podrán salvar de la mendacidad que ahora impera en casi todo, sean críticos. Entendedme, no que critiquen todo, sino que tengan la suficiente capacidad y libertad de pensamiento como para saber que si algo está mal, deben de decirlo y buscar las mejores alternativas de cambio posibles. De nada sirve encontrar un problema para luego no hacer nada con él o desentenderse.
Debemos criar hijos con criterio, dando ejemplo como padres desde antes de que puedan tener uso de razón. Que mamen certezas, pero también dudas, que puedan poner en entredicho lo que no se puede demostrar y no tengan pudor alguno en hacerlo porque vieron siempre a sus padres dispuestos al escrutinio, desde la transparencia y el buen gobierno en el hogar, desde el respeto hacia los que piensan diferente, mientras sus argumentos sean válidos y no tonterías o demagogia estúpida y facilona.
Hagamos pues, una traslación de esa enseñanza soñada o deseable en cualquier familia, a la sociedad en la que, desde los tres añitos, tendrán que competir con sus pares. Hijos de otras familias con peor criterio, o criterios absurdos. Todos sabemos que los niños son un fiel reflejo de lo que viven en su casa durante los primeros años de vida, durante su niñez y también, durante su adolescencia. En esa etapa de hormonas saltarinas que es la adolescencia, la opinión de los chavales está medianamente formada y se completará con la opinión y las “enseñanzas” de los amigos, las vivencias comunes y los estragos de sus primeros contactos con la dura realidad.
Pero si los padres hemos edificado unos sólidos cimientos en sus maleables mentes, un afán de superación, espíritu de trabajo y de sacrificio, una tolerancia a la frustración (absolutamente imprescindible en tiempos de vida aparentemente fácil en la que no eres nada para nadie, aunque hagas maravillas, pero viene un Youtuber haciendo el imbécil y se hace millonario sin estudiar…) y un imprescindible espíritu crítico, los hijos sabrán defenderse de cualquier ataque. Si, además, tienen la inmensa suerte de toparse con profesores que potencien todo lo descrito anteriormente, más sus capacidades intelectuales y creativas, tendremos el cóctel perfecto para sentirnos orgullosos, véase: chavales que no irán a ciegas nunca, que se podrán tropezar pero sabrán levantarse y volver a intentarlo una y mil veces. Chicos con un corazón y un alma nobles, con alto sentido de la justicia y alas para demostrar que lo que valen, la capacidad que les caracteriza, esa rareza que algunos tienen, es una virtud y no un menoscabo en su cerebro ni para los demás, que quizá, lo envidien más pronto que tarde.
Enseña, acompaña, ayuda, sé con ellos. Es la única manera de que no estén ciegos ni sordos en un mundo que te coarta las ideas cuando las tienes, que te encorseta el alma cuando lo muestras, que te rompe el corazón cuando lo prestas y que enfanga la razón cuando la tienes. Sé ejemplo. Es algo que perdurará no sólo en tus hijos, sino en las futuras generaciones de tu familia y sus conocidos. Lo bueno perdura y crea, lo malo destruye. No hay razón más poderosa para intentar siempre hacer las cosas bien. ¿Lo harás mal con tus propios hijos?
Nélida L. del Estal Sastre
Debemos intentar hacer que nuestros hijos, esas futuras generaciones que nos podrán salvar de la mendacidad que ahora impera en casi todo, sean críticos. Entendedme, no que critiquen todo, sino que tengan la suficiente capacidad y libertad de pensamiento como para saber que si algo está mal, deben de decirlo y buscar las mejores alternativas de cambio posibles. De nada sirve encontrar un problema para luego no hacer nada con él o desentenderse.
Debemos criar hijos con criterio, dando ejemplo como padres desde antes de que puedan tener uso de razón. Que mamen certezas, pero también dudas, que puedan poner en entredicho lo que no se puede demostrar y no tengan pudor alguno en hacerlo porque vieron siempre a sus padres dispuestos al escrutinio, desde la transparencia y el buen gobierno en el hogar, desde el respeto hacia los que piensan diferente, mientras sus argumentos sean válidos y no tonterías o demagogia estúpida y facilona.
Hagamos pues, una traslación de esa enseñanza soñada o deseable en cualquier familia, a la sociedad en la que, desde los tres añitos, tendrán que competir con sus pares. Hijos de otras familias con peor criterio, o criterios absurdos. Todos sabemos que los niños son un fiel reflejo de lo que viven en su casa durante los primeros años de vida, durante su niñez y también, durante su adolescencia. En esa etapa de hormonas saltarinas que es la adolescencia, la opinión de los chavales está medianamente formada y se completará con la opinión y las “enseñanzas” de los amigos, las vivencias comunes y los estragos de sus primeros contactos con la dura realidad.
Pero si los padres hemos edificado unos sólidos cimientos en sus maleables mentes, un afán de superación, espíritu de trabajo y de sacrificio, una tolerancia a la frustración (absolutamente imprescindible en tiempos de vida aparentemente fácil en la que no eres nada para nadie, aunque hagas maravillas, pero viene un Youtuber haciendo el imbécil y se hace millonario sin estudiar…) y un imprescindible espíritu crítico, los hijos sabrán defenderse de cualquier ataque. Si, además, tienen la inmensa suerte de toparse con profesores que potencien todo lo descrito anteriormente, más sus capacidades intelectuales y creativas, tendremos el cóctel perfecto para sentirnos orgullosos, véase: chavales que no irán a ciegas nunca, que se podrán tropezar pero sabrán levantarse y volver a intentarlo una y mil veces. Chicos con un corazón y un alma nobles, con alto sentido de la justicia y alas para demostrar que lo que valen, la capacidad que les caracteriza, esa rareza que algunos tienen, es una virtud y no un menoscabo en su cerebro ni para los demás, que quizá, lo envidien más pronto que tarde.
Enseña, acompaña, ayuda, sé con ellos. Es la única manera de que no estén ciegos ni sordos en un mundo que te coarta las ideas cuando las tienes, que te encorseta el alma cuando lo muestras, que te rompe el corazón cuando lo prestas y que enfanga la razón cuando la tienes. Sé ejemplo. Es algo que perdurará no sólo en tus hijos, sino en las futuras generaciones de tu familia y sus conocidos. Lo bueno perdura y crea, lo malo destruye. No hay razón más poderosa para intentar siempre hacer las cosas bien. ¿Lo harás mal con tus propios hijos?
Nélida L. del Estal Sastre





























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