Eugenio de Ávila
Viernes, 22 de Enero de 2021
COSAS MÍAS

Zamora: donde la religión derrotó a la razón

"Mire los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes, ya desmoranos..."

 

El observador de la realidad zamorana advertirá que en nuestra tierra toda festividad gira en torno a la religión, muy propio de una sociedad precapitalista, retrasada, sumida en el pretérito. Desde la Semana Santa, nuestra fiesta mayor, la que concita más debate, más polémicas, más problemas, pasando por la festividad de la Virgen de la Concha que, curiosamente, no se considera la fiesta de la ciudad; más la Romería de la Hiniesta, pasando por la Virgen del Tránsito, cuya sandalia se adora en la tarde del viernes, 16 de agosto. Sí, he colocado la fecha para Caigamos en la cuenta de que ya han transcurrido 20 años del siglo XXI, que empezó en el año 2001. Con razón afirmaba Malraux, que esta centuria sería religiosa o no sería. En fin.

 

En nuestra provincia, también sucede como en la capital, pues no se olvide que esta ciudad se ha construido, principalmente, con gente que dejó pueblos para trasladarse a las riberas del Duero. Resulta muy complicado encontrar un zamorano que no tenga antecedentes familiares en localidades de la provincia. Casi todos. En mi caso me tocaría remontarme hasta mi tatarabuelo materno, de la Tierra de Alba. Mi familia materna es vasconavarra, riojana, madrileña, extremeña y una pizca de italiana.

 

Como sabemos, fe es creer en lo que no se ve. Los zamoranos han visto cómo en el siglo pasado y con mayor énfasis desde la década de los ochenta hasta el año 2020, pandemia vírica incluida, la actividad económica ha ido decreciendo y la despoblación, por ende, aumentando. Durante tantos años, justos los de la democracia, aquí se ha creído que los políticos podían con todo y que sus decisiones había que ponderarlas, valorarlas y nunca criticarlas.

 

 El PP ha dominado la vida de esta provincia casi desde el inicio de los ayuntamientos democráticos. El PP ha sido el partido hegemónico durante décadas, pese a múltiples escándalos como el de la compra de Antorrena, diputado socialista, con dinero de empresarios de obras públicas, hasta el Caso Zamora, la moción de censura a J.Antolín Martín, por cumplir con la ley y negarse a dar las obras pública a dedo. Punto.

 

El zamorano, derivado del concepto religioso de su vida, tenía fe en los políticos, como la tuvo con los franquistas, como nuevos dioses contemporáneos. No dudaba de que las directrices que aplicaban en la provincia fueran positivas. Fe, reitero, es creer en lo que no se palpa. Nuestra gente no tocaba nada, no veía nada, solo creía. Y ahora nos encontramos con una tierra depauperada, anciana, olvidada, mancillada, casi muerta, porque, cuando los jóvenes se van, algo se muere: la capacidad de progreso, de crear familias, célula esencial de cualquier sociedad, menos las totalitarias, comunistas y fascistas, donde el Estado es el padre, madre y la única familia. Así les fue y les va yendo a los totalitarios socialfascistas y comunistoides.

 

Como en Zamora nunca se ha aplicado la razón a los asuntos de la res pública, salvo excepciones que no harían otra cosa que confirmar la regla, ahora nos encontramos, como provincia y como ciudad, al borde del abismo económico y demográfico. Se podría haber solucionado, ha tiempo, con la Biorrefinería de Barcial del Barco, pero Pucela, la Junta, en tiempos de Villanueva, colocó zancadillas en la idea del ingeniero zamorano Vicente Merino. Sostengo que si su proyecto hubiera ido a parar a alguna comarca de Valladolid no habría puesto el ya fallecido consejero eterno del ejecutivo autonómico tantas pegas. No obstante, el deseo del ingeniero zamorano se transformará en realidad como anunció este escribidor ha tiempo. La compra de la Diputación, regida por un empresario, Requejo, ha hecho que el sueño del ingeniero se convierta en realidad.

 

Y, además, de ese proyecto industrial, al que tampoco los socialistas prestaron mucha atención, nos queda que Monte La Reina sea una realidad, que el Ejército español se asiente en esos terrenos que son propiedad de Defensa, para que entre 1.400, en principio, y 3.000, en el futuro, militares venga a vivir a Zamora.

 

Pero el Gobierno de la nación, que prometió construir en esa zona del municipio de Toro un instalación militar moderna, se ha ido olvidando, donde largas, mientras sus vicarios en la provincia hablan y prometen, pero ya no nos creemos nada que salga de la boca de cualquier político.  Y si Monte La Reina se pierde, Zamora entrará en coma.

 

Y no creo en nadie, ni a derecha, ni a izquierda, menos por el centro, que siempre depende de la geometría. Soy como Tomás Apóstol. Necesito ver para creer. La fe la perdió ha mucho tiempo.

 

Sí creo en la labor de Zamora10, de su gerente Francisco Prieto Toranzo y de sus consejeros más cercanos, entre otros Narciso Prieto, no obstante, ese organismo tiene el enemigo en casa, su quinta columna. A este organismo, si Monte La Reina se concreta, le deberemos también el punto de inflexión que marcaráel futuro de nuestra tierra. El próximo lunes, se abordará este asunto, junto al de la N-122 y su transformación en autovía, en la reunión ordinaria de su Consejo General. Por cierto, ¿cuántas personalidades que forman parte de ese organismo poseen vínculos económicos con instituciones políticas, entiéndase ayudas, subvenciones, etcétera? Pregunta cándida: ¿Darán la cara por el futuro de esta ciudad y su provincia o temen que el Gobierno se enfade?

 

Zamora, como digo, sigue siendo una provincia y una ciudad muy religiosa. Aquí, no se aplica la razón; diría más, incluso se la persigue. Al que piensa se le castiga. Me sucedió. Diez años condenado a no poder escribir ni las letras vocales. ¿Sigo?

 

Mientras mi ciudad, la del alma, la que me duele muy adentro, se parece ya a una de esas fachadas que mancha el casco viejo, con balcones sin gente, en ruinas, y un solar perdido como toda hacienda. Recuerdo a Quevedo esta noche ventosa de este enero moribundo: "Mire los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes ya desmoronados..."

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