Zamorano, antes que liberal, socialista o cuentista

Siempre he sostenido que  Francisco Guarido representa a esa izquierda en la que yo creí cuando era un mozo: democrática y liberal, social y progresista y, hasta cierto punto, un tanto lírica y, por qué no, cándida. Así éramos los jóvenes que conocimos los últimos años del franquismo cuando estudiábamos en Madrid, custodiados por policías nacionales, vestidos de gris, a caballo. Entonces, ser comunista merecía la pena, si bien desconocíamos la verdad de regímenes tan brutales, genocidas, dictatoriales y asesinos como el soviético. Después, caí en la cuenta de que se podía ser de izquierdas sin ser marxista ni comunista.

Porque si Guarido gana por mayoría absoluta en una ciudad tan conservadora como la nuestra, la ciudad-pretérito, se debe a su sencillez, pragmatismo, humildad, no a que represente a IU. Aquí, en Zamora, ciudad cercada mentalmente, nunca hubiéramos votado como inquilino de la Casa de las Panaderas a personajes tan anacrónicos como Pablo Iglesias, un joven que juega a la revolución Jeyper desde niño, ni tampoco a un tipo como el ministro Garzón, un burgués andaluz al que hubiera gustado ser señorito. Quizá habríamos elegido a Cayo Lara, un señor, un caballero, un hombre con querencia por las clases desheredadas de la fortuna.

Valgan estos dos primeros párrafos para festejar que nuestro alcalde ha caído en la cuenta de que Monte La Reina, si Pedro Sánchez cumple con su palabra, dada, en dos ocasiones, en el teatro Ramos Carrión, rodeado de sus vicarios en esta provincia, Antidio Fagúndez y Ana Sánchez, una Agustina de Aragón sin Napoleón, que dispara cañonazos, cuando se lo permiten, contra el ejecutivo de Fernández Mañueco, pero que debería apuntar a La Moncloa cuando se olvida a nuestra  provincia, cambiaría la historia demográfica de Zamora y Toro. La llegada a nuestra tierra de un contingente de 1.200 militares y sus familias detendrá la degradación demográfica de nuestra ciudad y la de doña Elvira, pero tampoco servirá para solucionar todos los problemas económicos y sociales de la provincia, porque las comarcas del occidente ya son desiertos demográficos.

El Consejo General de Zamora10, organismo tan castigado por una quinta columna desde sus orígenes, vivió ayer, lunes, una jornada especial, de unión, de zamoranismo, porque todos, políticos y representantes empresariales votaron, de manera unánime, por apoyar el proyecto de Monte La Reina. Fue un primer paso. Pero saben que este Gobierno, construido para la propaganda, pero incapaz para la gestión, en absoluto marxista, porque desconoce el aserto de Engels de que “en el futuro pasaremos del gobierno de los hombres a la gestión de las cosas”, pasa de nuestra tierra, porque los zamoranos somos pocos, contamos con una edad media muy elevada y solo sabemos balar y darle coba al que manda, más con una prensa vendida a la publicidad pública, que nunca morderá la mano del que le da de comer. Y una prensa que no critica al poder no merece tal nombre. Sin periodismo libre no hay democracia. Creo. Dicen por ahí los cobistas.

Esta ciudad y su provincia solo saldrán adelante si todos colocamos en la jerarquía de nuestros quereres, de nuestros deseos, a nuestra tierra; la ideología nunca debería apartarnos del objetivo común: que Zamora avance, se desarrolle, progrese. Primero zamoranos; después liberales, centristas, cuentistas y marxianos.

Eugenio-Jesús de Ávila