NOCTURNOS
Empatía
¡Escúchame! Ya sé que sufres, que lloras, que te sientes mal contigo mismo, que no te gustas. Te comprendo. Empatía. Quisiste ser feliz. Fracasaste en todo. Yo, también.
Te enamoraste de aquella mujer, pero ella no quiso quererte, aspiraba a copular con un varón más inteligente y preparado que tú. ¡Qué putada! Yo me enamoré de una diosa, pero prefirió que le orase otro varón, que dejaba más limosna en la bacina de su cuerpo.
Quisiste vivir de vender agua y dejó de llover. Después te dedicaste a la poesía, pero la gente prefería la prosa. Una ruina. Yo también hacía versos, cuando adolescente. Nunca encontré la rima. Se me escaparon las estrofas, se me evaporaron los sonetos. Y ella leía novelas
Tú y yo formamos parte del ejército de los que quisieron luchar, pero salimos derrotados sin vivir en las trincheras. No nos gustaba vencer. El fracaso resulta más lírico. Combatimos por la utopía, pero nos encontramos con la ucronía. Preferimos amar la soledad, si no intimábamos, seducíamos, yacíamos con la más bella e inteligente de las damas. Existe en nosotros cierto desprecio por lo ordinario, burdo y grosero.
Mantenemos afinidades electivas, pero somos personalidades divergentes. Verbigracia: A mí me emociona la belleza, me entristece la vulgaridad. A ti te gusta hacer caridad y acompañarte por gente sencilla. Yo elegí, ha tiempo, no hacer el mal antes que el bien.
Y sabes que se sufre más que se goza cuando practicas conductas diferentes a la generalidad, si tu ética te prohíbe traicionar al amigo, humillar al prójimo, progresar calumniando al compañero.
En fin. Tú eres clorofila, mientras yo me olvidé de la fotosíntesis. ¡Cómo quieres que te lo explique, amor! Nos salva que supimos extraer belleza del dolor. Aquí tienes mi pluma, mi papel, mi hombro para llorar palabras.
Eugenio-Jesús de Ávila
¡Escúchame! Ya sé que sufres, que lloras, que te sientes mal contigo mismo, que no te gustas. Te comprendo. Empatía. Quisiste ser feliz. Fracasaste en todo. Yo, también.
Te enamoraste de aquella mujer, pero ella no quiso quererte, aspiraba a copular con un varón más inteligente y preparado que tú. ¡Qué putada! Yo me enamoré de una diosa, pero prefirió que le orase otro varón, que dejaba más limosna en la bacina de su cuerpo.
Quisiste vivir de vender agua y dejó de llover. Después te dedicaste a la poesía, pero la gente prefería la prosa. Una ruina. Yo también hacía versos, cuando adolescente. Nunca encontré la rima. Se me escaparon las estrofas, se me evaporaron los sonetos. Y ella leía novelas
Tú y yo formamos parte del ejército de los que quisieron luchar, pero salimos derrotados sin vivir en las trincheras. No nos gustaba vencer. El fracaso resulta más lírico. Combatimos por la utopía, pero nos encontramos con la ucronía. Preferimos amar la soledad, si no intimábamos, seducíamos, yacíamos con la más bella e inteligente de las damas. Existe en nosotros cierto desprecio por lo ordinario, burdo y grosero.
Mantenemos afinidades electivas, pero somos personalidades divergentes. Verbigracia: A mí me emociona la belleza, me entristece la vulgaridad. A ti te gusta hacer caridad y acompañarte por gente sencilla. Yo elegí, ha tiempo, no hacer el mal antes que el bien.
Y sabes que se sufre más que se goza cuando practicas conductas diferentes a la generalidad, si tu ética te prohíbe traicionar al amigo, humillar al prójimo, progresar calumniando al compañero.
En fin. Tú eres clorofila, mientras yo me olvidé de la fotosíntesis. ¡Cómo quieres que te lo explique, amor! Nos salva que supimos extraer belleza del dolor. Aquí tienes mi pluma, mi papel, mi hombro para llorar palabras.
Eugenio-Jesús de Ávila




















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