Eugenio de Ávila
Miércoles, 27 de Enero de 2021
REPÚBLICO

El coronavirus como excusa para reducir la democracia

[Img #48915]Según el ínclito Illa, un filósofo del que no he leído nada de nada y amo y estudié filosofía, el ministro de Sanidad del Gobierno disfruta en la gestión de su cargo. Regocijo ministerial en una España que ya ha enterrado a 80.000 personas.  Así se lo manifestó, durante la cesión del testigo, el  ya candidato del PSC, socialismo catalán que va por libre, a la Presidencia dela Generalidad, a una tal Carolina Darias, una canaria que, al parecer, ocupó la cartera de Política Territorial. No sé cuántos españoles podrían evaluar la labor de esta señora en ese Ministerio. Un servidor ni la conocía. El cargo que deja la citada dama lo recibe un socialista millonario –no hay nada tan mágico como ser rico y de izquierdas-, de apellido vasco, Iceta, que afirmó en su día que España está formada por unas ocho naciones, más o menos como si fuéramos una confederación de Estados u ocho tribus del paleolítico. A este ministro se le recuerda por bailar, remedando a Freddie Mercury,  en un mitin de Pedro Sánchez.

ç

De nuevo, Pedro Sánchez elige a una persona no versada en Sanidad para ocupar el Ministerio, hoy por hoy, más complejo dentro del Gobierno. Al parecer, Darias estudió Derecho, que no tiene nada qué ver con el infarto de corazón, el ictus, el coronavirus. Da lo mismo. El problema de España es el de la disfunción. Salvo excepciones, es extraño encontrar profesionales realizando la labor para la que fueron formados. Ni Pedro Sánchez ni Pablo Iglesias administraron, tan si quiera, una Concejalía de pueblo.  Los periodistas, verbigracia, escriben y hablan de todo. No ignoran nada. Eruditos en Medicina, Filosofía, Ingeniería, Físicas, incluso en Fútbol y Tauromaquia. ¡Qué más da, si el pueblo no se entera de nada! Las televisiones se encargan de tergiversar la verdad, de transformarla en mentira. El ciudadano se alimenta de los mensajes del poder, casi siempre cantinflescos. Los digiere, los metaboliza. Así se forma la nación-redil, el Estado-Dios, el Estado totalitario, el Estado comunista y fascista.

 

Pero la España que hablaba, que criticaba a sus políticos, que elegía bares, cafeterías y restaurantes para ejercer como ciudadano, ya no existe. El Gobierno de la nación, el que se jacta de ser socialcomunista, y el de comunidades como la nuestra,  que no sé sabe de qué pie político cojea, quieren que no hablemos, que no digamos, que no nos comunicamos, que no vomitemos rabia, asco, odio contra sus engendros, caprichos, antojos. Ellos mandan y nosotros, cual corderitos de Norit, obedecemos.

 

El tal Simón nos dijo que no pasaba nada por irse de lúdica manifestación el ya lejano 8-M, porque en España apenas tendría importancia el virus chino; días después que podríamos prescindir de mascarillas. El propio Pedro Sánchez afirmó, cual profeta del apocalipsis, que salíamos más fuertes del primer confinamiento y nos animó a divertirnos durante el verano y su hijo el estío. No han dado una. No saben por dónde ataca el virus, porque se enamora de cierta gente para matarla  y a otras personas  las obvia,  incluso conviviendo en el mismo hogar, en idéntico trabajo o jugando al chinchó entre amigos o amantes. Antes, en la primera ola, hizo estragos entre los ancianos de las residencias, centro de mayores que nunca visitó Pablo Iglesias, el miembro del ejecutivo que se encargó de su tutela. Ahora, también los jóvenes sufren esta segunda o tercera marea del Covid-19.

 

Me temo que esta pandemia vírica se ha convertido en la excusa de los políticos para reducirnos al espíritu del rebaño, jibarizando, deshilachado, difuminando la democracia, robándonos derechos, hurtándonos la realidad, porque, como afirmó Maragall, otro socialista catalán, como el tal Iceta,  en una programa de RNE, ha muchos años, al pueblo nunca se le debe decir la verdad. Nos han acostumbrado a vivir en esta dictadura vírica, nos han vacunado para que toleremos el totalitarismo, la obediencia, mientras balamos, a los políticos, a los de la diestra y a los de la siniestra.

Eugenio-Jesús de Ávila

Comentarios Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.21

Todavía no hay comentarios

Quizás también te interese...

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.