Domingo, 23 de Noviembre de 2025

Redacción
Jueves, 28 de Enero de 2021
HABLEMOS

Europa, ¡no gracias!

Carlos Domínguez

[Img #48956]Occidente entero tendría que abordar, en primer lugar, la investigación a fondo de la actual epidemia y sus orígenes en China, asuntos, según parece, demasiado espinosos para su oportuna aclaración. A continuación habría de exigir por vías contundentes de presión política, diplomática y económica, responsabilidades a la gran potencia comunista, que, a lo que se propala, ha superado alegremente la epidemia para alcanzar un crecimiento anual del tres por ciento, cuando nuestros países se hallan al borde del colapso sanitario, igual que abocados a una ya irremediable quiebra económica.

 

En realidad, el problema no está en el gigante asiático, cuyas ambiciones hegemónicas debieran haberse frenado hace cuatro décadas. El problema se halla en los países occidentales, USA incluido, más aún considerando la fortaleza y liderazgo internacional que promete la nueva presidencia Biden/Gaga. Pero muy especialmente radica en una Unión Europea cuya cobardía no va ya únicamente de la mano de una incompetencia y un derroche inimaginable de fondos públicos, sino que deriva en un  desprecio y ninguneo de proporciones incalculables.

 

Que en medio de la calamidad que padecemos la eurocracia, junto a las muy prescindibles instituciones europeas, hayan hecho un ridículo espantoso con el tema de las vacunas, desde el timo, pudiera ser, de compañías con los escrúpulos que en la lógica del mercado y la actual situación podría esperarse de ellas, a la ciudadanía de a pie, particularmente la española, en el fondo le importa un bledo. Es sabido que la Europa comunitaria no es más que un tinglado bien organizado, cual paradisiaco aparcadero para una legión de paniaguados desahuciados por las partitocracias nacionales, premiados al final de su peculiar “cursus honorum” con latisueldos, prebendas y privilegios de escándalo a sufragar por el contribuyente.

 

El problema es que los ninguneados o acaso timados, eurócratas seguramente ya inmunizados por lo mucho que lo valen y merecen, han dejado a millones de europeos, en particular a la población española, sin las dosis prometidas y contratadas, desde una imprevisión y una imbecilidad supinas, a costa probablemente de varias decenas de miles de personas a añadir a la ya larga lista de fallecidos. Dosis que no llegan, que se desaprovechan, caducan o se inyectan a destiempo, hablan de la irresponsabilidad de una eurocracia indigna, que desde una desfachatez sin precedentes parece ignorar lo que verdaderamente está en juego, no otra cosa que nuestras vidas. Pero debieran hablar y anunciar igualmente una legítima respuesta de la ciudadanía, en forma de rechazo de una mastodóntica estructura burocrática, cuyo mejor destino sería su inmediata liquidación.

 

Los británicos lo comprendieron perfectamente, huyendo de semejante circo. Y el hecho es que, curiosidades del destino, ellos, mirando por sus intereses nacionales, sí cuentan con las vacunas que necesitan, y que en origen posiblemente no hubieran contratado.

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