ZAMORANA
Política: Servir al pueblo o servirse de ella
"La verdadera política es la ciencia de servir al pueblo. No debe ser un negocio, sino un sacrificio y un esfuerzo con resultados”, esta frase pronunciada por el que fuera presidente de Bolivia, Evo Morales, tan cierta como intemporal, quiero que prologue este artículo y que sirva de referencia a aquellos que detentan el poder, ya sea desde el puesto más bajo hasta el más elevado; en cualquiera de ellos, las repercusiones de las decisiones que tome el dirigente van a tener claras consecuencias en sus subordinados.
Si este pensamiento se extrapola a nuestra clase política y más concretamente en la situación de pandemia en la que estamos inmersos, las implicaciones pueden tener un calado transcendental. Por poner algunos ejemplos:
- Apelan desde el gobierno a la responsabilidad personal para poner todos los medios a nuestro alcance y frenar así la progresión del virus; sin embargo, no escuchan a las comunidades autónomas para declarar un estado de alarma a nivel nacional y las desoyen y vituperan si declaran un toque de queda a las ocho de la tarde. Por cierto, ¡valiente nuestra comunidad autónoma que fue la primera en llevarlo a cabo!
- Toda España lleva un año suplicando y exigiendo a las autoridades autonómicas y nacionales un aumento de plantilla en los profesionales de la salud (concretamente médicos y enfermeras), ya que la carga de trabajo que soportan es ya inasumible debido a la excesiva cantidad de contagios, con muchos de ellos de baja por coronavirus, otros haciendo turnos dobles y con una sensación de abandono y desprotección que raya en la gravedad. Ni hubo, ni hay respuesta; las plantillas son las mismas y sus voces siguen clamando en el desierto.
- Aún no hemos visto a ningún representante político en un hospital o una residencia de mayores para apoyar a estos colectivos y dar la sensación -al menos para la foto- de que son susceptibles a la difícil situación que estamos padeciendo.
- Ha empezado la campaña de vacunación de manera lenta, sin prever las jeringuillas a utilizar para que la cantidad de líquido que queda en el reservorio no se pierda, lo que da idea de la improvisación y la falta de estudio antes de poner en práctica dicha operación.
- Se han visto demasiados ejemplos de políticos que se han servido de su puesto para vacunarse los primeros, en la creencia de que no iban a ser descubiertos cuando, precisamente por el puesto que ocupan, deberían servir de ejemplo para el resto de los ciudadanos.
- Concluyo esta pequeña lista con la última noticia que solo sería eso: una noticia, si no fuera por la gravedad que reviste. Que, a estas alturas, en plena tercera ola, en el pico más alto de toda la pandemia desde hace un año, cuando el país se encuentra en una situación caótica, los contagios desatados e incontrolables, las UCI y los hospitales desbordados de pacientes Covid, sin camas disponibles, con más de dos millones de personas contagiadas y 56.000 fallecidos, con unos profesionales de la salud ahogados por la presión, sin poder atender otras patologías -ni siquiera las más graves-, entonces…. justo en este momento, el capitán de la nave se marcha y deja el barco; nuestro flamante ministro de Sanidad Salvador Illa decide que es preferible para su carrera política presentarse a las elecciones de Cataluña y se va, así, sin dar explicaciones, sin dar la cara, sin pedir perdón y además con el beneplácito de su presidente.
Dicen que “cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”. Creo que mucha gente se ha quedado tan estupefacta como yo cuando escuché la noticia, aunque los despropósitos de este gobierno son tan habituales que ya casi nada debería sorprendernos; un gobierno bicéfalo que ni siquiera se pone de acuerdo para temas transcendentales de la política, que se increpan y descalifican unos a otros públicamente, que han demostrado su incapacidad y la falta de previsión para gestionar la pandemia y la crisis económica que trae consigo.
No estaría de más que estudiaran un poco a los grandes políticos, que aprendieran de ellos, que pusieran en valor palabras como las que en su día pronunció Winston Churchill: “El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que él predijo”. Sin embargo, su arrogancia les impide seguir las enseñanzas de nadie y sí nos va. Desde luego, pasarán a la historia, el tiempo los juzgará, pero este presente que vivimos todos, sorprendidos con cada salida de tono que vemos desde Moncloa, no hace sino decepcionar a quienes los sufrimos.
Como dije al principio la política es el arte de servir al pueblo, no de utilizarla con fines partidistas y, mucho menos, como un trampolín para escalar puestos en la carrera personal de los que gobiernan. Espero, en mi ingenuidad, que un día, en algún momento, alguno de estos responsables de la gobernabilidad de España, a solas con su conciencia, sienta un toque de vergüenza por sus flagrantes errores, deje su soberbia a un lado y asuma que debe dar cuenta de sus faltas al pueblo que le sentó en su sillón o, hacerse a un lado y aceptar la ayuda de los que saben. La realidad me dice que eso no ocurrirá, pero ¡qué pena dar la razón al aserto de Montesquieu!: “No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia”.
Mª Soledad Martín Turiño
"La verdadera política es la ciencia de servir al pueblo. No debe ser un negocio, sino un sacrificio y un esfuerzo con resultados”, esta frase pronunciada por el que fuera presidente de Bolivia, Evo Morales, tan cierta como intemporal, quiero que prologue este artículo y que sirva de referencia a aquellos que detentan el poder, ya sea desde el puesto más bajo hasta el más elevado; en cualquiera de ellos, las repercusiones de las decisiones que tome el dirigente van a tener claras consecuencias en sus subordinados.
Si este pensamiento se extrapola a nuestra clase política y más concretamente en la situación de pandemia en la que estamos inmersos, las implicaciones pueden tener un calado transcendental. Por poner algunos ejemplos:
- Apelan desde el gobierno a la responsabilidad personal para poner todos los medios a nuestro alcance y frenar así la progresión del virus; sin embargo, no escuchan a las comunidades autónomas para declarar un estado de alarma a nivel nacional y las desoyen y vituperan si declaran un toque de queda a las ocho de la tarde. Por cierto, ¡valiente nuestra comunidad autónoma que fue la primera en llevarlo a cabo!
- Toda España lleva un año suplicando y exigiendo a las autoridades autonómicas y nacionales un aumento de plantilla en los profesionales de la salud (concretamente médicos y enfermeras), ya que la carga de trabajo que soportan es ya inasumible debido a la excesiva cantidad de contagios, con muchos de ellos de baja por coronavirus, otros haciendo turnos dobles y con una sensación de abandono y desprotección que raya en la gravedad. Ni hubo, ni hay respuesta; las plantillas son las mismas y sus voces siguen clamando en el desierto.
- Aún no hemos visto a ningún representante político en un hospital o una residencia de mayores para apoyar a estos colectivos y dar la sensación -al menos para la foto- de que son susceptibles a la difícil situación que estamos padeciendo.
- Ha empezado la campaña de vacunación de manera lenta, sin prever las jeringuillas a utilizar para que la cantidad de líquido que queda en el reservorio no se pierda, lo que da idea de la improvisación y la falta de estudio antes de poner en práctica dicha operación.
- Se han visto demasiados ejemplos de políticos que se han servido de su puesto para vacunarse los primeros, en la creencia de que no iban a ser descubiertos cuando, precisamente por el puesto que ocupan, deberían servir de ejemplo para el resto de los ciudadanos.
- Concluyo esta pequeña lista con la última noticia que solo sería eso: una noticia, si no fuera por la gravedad que reviste. Que, a estas alturas, en plena tercera ola, en el pico más alto de toda la pandemia desde hace un año, cuando el país se encuentra en una situación caótica, los contagios desatados e incontrolables, las UCI y los hospitales desbordados de pacientes Covid, sin camas disponibles, con más de dos millones de personas contagiadas y 56.000 fallecidos, con unos profesionales de la salud ahogados por la presión, sin poder atender otras patologías -ni siquiera las más graves-, entonces…. justo en este momento, el capitán de la nave se marcha y deja el barco; nuestro flamante ministro de Sanidad Salvador Illa decide que es preferible para su carrera política presentarse a las elecciones de Cataluña y se va, así, sin dar explicaciones, sin dar la cara, sin pedir perdón y además con el beneplácito de su presidente.
Dicen que “cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”. Creo que mucha gente se ha quedado tan estupefacta como yo cuando escuché la noticia, aunque los despropósitos de este gobierno son tan habituales que ya casi nada debería sorprendernos; un gobierno bicéfalo que ni siquiera se pone de acuerdo para temas transcendentales de la política, que se increpan y descalifican unos a otros públicamente, que han demostrado su incapacidad y la falta de previsión para gestionar la pandemia y la crisis económica que trae consigo.
No estaría de más que estudiaran un poco a los grandes políticos, que aprendieran de ellos, que pusieran en valor palabras como las que en su día pronunció Winston Churchill: “El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que él predijo”. Sin embargo, su arrogancia les impide seguir las enseñanzas de nadie y sí nos va. Desde luego, pasarán a la historia, el tiempo los juzgará, pero este presente que vivimos todos, sorprendidos con cada salida de tono que vemos desde Moncloa, no hace sino decepcionar a quienes los sufrimos.
Como dije al principio la política es el arte de servir al pueblo, no de utilizarla con fines partidistas y, mucho menos, como un trampolín para escalar puestos en la carrera personal de los que gobiernan. Espero, en mi ingenuidad, que un día, en algún momento, alguno de estos responsables de la gobernabilidad de España, a solas con su conciencia, sienta un toque de vergüenza por sus flagrantes errores, deje su soberbia a un lado y asuma que debe dar cuenta de sus faltas al pueblo que le sentó en su sillón o, hacerse a un lado y aceptar la ayuda de los que saben. La realidad me dice que eso no ocurrirá, pero ¡qué pena dar la razón al aserto de Montesquieu!: “No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia”.
Mª Soledad Martín Turiño






























Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.121