DELICATESSEN
Cazar y cocinar con amor y sensibilidad
Los que desconocemos el mundo de la caza solemos criticar a los cazadores. Todavía recordamos Bambi. Lo grabamos en nuestra infancia. Yo nunca matería a un ciervo, ni corzo, ni animal ninguno. Solo recuerdo haber aplastado moscas y cínifes, no por odio a lo que vuela, sino por tratarse de insectos cargantes y, en el caso del mosquito, dañino.
Ahora bien, si la caza resulta una actividad importante para muchos españoles, sus carnes deberían ser aprovechadas. Amaya Arias, cazadora, excelente según comentan las lenguas de doble filo, y cocinera, porque lo lleva en el ADN, heredera de una tradición culinaria familiar, vasca y castellana-leonesa, se ha convertido ya en una excelente chef de carnes de caza, hasta el punto de cocinar lo mejor del ciervo, del jabalí, de liebres y conejos, para el deleite del comensal.
Amaya, con sus inmensos ojos azules, escruta, escoge y prepara magníficos platos con las piezas que ha abatido en el campo. Se trata de cazar y cocinar con amor, con sensibilidad, con criterio.
Ahora, cuando lo permitan los políticos y se obtenga permiso para reabrir restaurantes, Rosamari, en Montamarta, aguarda las visitas de gourmet que aprecien la cocina de siempre y la de caza.
Eugenio-Jesús de Ávila
Los que desconocemos el mundo de la caza solemos criticar a los cazadores. Todavía recordamos Bambi. Lo grabamos en nuestra infancia. Yo nunca matería a un ciervo, ni corzo, ni animal ninguno. Solo recuerdo haber aplastado moscas y cínifes, no por odio a lo que vuela, sino por tratarse de insectos cargantes y, en el caso del mosquito, dañino.
Ahora bien, si la caza resulta una actividad importante para muchos españoles, sus carnes deberían ser aprovechadas. Amaya Arias, cazadora, excelente según comentan las lenguas de doble filo, y cocinera, porque lo lleva en el ADN, heredera de una tradición culinaria familiar, vasca y castellana-leonesa, se ha convertido ya en una excelente chef de carnes de caza, hasta el punto de cocinar lo mejor del ciervo, del jabalí, de liebres y conejos, para el deleite del comensal.
Amaya, con sus inmensos ojos azules, escruta, escoge y prepara magníficos platos con las piezas que ha abatido en el campo. Se trata de cazar y cocinar con amor, con sensibilidad, con criterio.
Ahora, cuando lo permitan los políticos y se obtenga permiso para reabrir restaurantes, Rosamari, en Montamarta, aguarda las visitas de gourmet que aprecien la cocina de siempre y la de caza.
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