Domingo, 23 de Noviembre de 2025

Redacción
Martes, 02 de Febrero de 2021
HABLEMOS

La socialburocracia es el problema

Carlos Domínguez

[Img #49149]La partitocracia dominante, socialburocracias sin distinción, se muestra no ya nerviosa sino desarbolada. Su preocupación última no son en realidad las desgracias, los dramas personales en lo económico y lo personal del ciudadano común. Tampoco los miles  de fallecidos ni los miles y miles de autónomos con sus pequeños negocios condenados al cierre o la liquidación, mientras latisueldos de políticos, burócratas y funcionarios suben graciosamente, merced a la batuta presupuestaria que ellos manejan a capricho y antojo.

 

Como encarnación de las nuevas castas privilegiadas tras la fachada de lo público y su intervencionismo, a la partitocracia y las socialburocracias lo único que les preocupa es la apariencia de que sus gigantescos aparatos funcionen con relativa normalidad, disimulando la ineficacia, el incalculable derroche de recursos mal gestionados en ventaja y privilegio de las nuevas élites camufladas bajo el falso oropel de lo público, lo social en manos de una oligarquía mucho peor, dado el enorme caudal de presupuesto que pasa por sus manos, que la partitocracia liberal corrupta de otras épocas. Partitocracia cuya desvergüenza, corrupción y desprecio al ciudadano de a pie, y no estaría de más recordarlo, llevó directamente a la quiebra del sistema parlamentario, con los resultados que están en la mente de todos. Ascenso rampante de los totalitarismos, en particular el comunista con su modelo soviético exportado mediante el terror y la guerra, como paradigma del llamado socialismo real; o lo que viene a coincidir, mal que les pese a  estalinistas y voceros de la nueva corrección política, un mundo concentracionario, represivo y falto de libertad. 

 

En Europa, la partitocracia, en esencia socialdemocracia más o menos centrada por aggiornada, da hoy pruebas no ya de alarma sino de pánico, simplemente porque la epidemia ha demostrado su absoluta incapacidad, su ineficacia a la hora de proteger mediante los sistemas sanitarios: “el mejor del mundo”, se publicitaba por aquí con entusiasmo paleto, a una población a la larga desasistida e indefensa ante la enfermedad y la ruina económica. Pero fundamentalmente ha demostrado su hipocresía a la hora de ocultar el hecho de que el Estado del Bienestar, gran fraude de lo público, es una colosal estructura de poder cuyo único fin es detraer por vía fiscal los recursos de las clases activas y propietarias, en beneficio propio y de sus mastodónticas clientelas. Y a lo que parece, respecto a lo primero, incluyendo también por aquí el novedoso y descarado privilegio de vacunaciones a la carta. 

 

Porque ellos, políticos y burócratas sociales, lo valen en la línea de aquello tan manido del “¡Oiga, no sabe usted con quien está hablando!”. Algo quel no deja de extrañar, dado que tales desafueros creíamos eran cosa sólo del franquismo y la dictadura, nunca de políticos demócratas de acrisolada rectitud y moralidad pública.  

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