HABLEMOS
Populismo
Carlos Domínguez
En quienes llevan un siglo, desde púlpitos y altares de la ideología socialista y comunista, misma y única doctrina, manipulando con descaro el lenguaje en aras de su propaganda política, resulta chocante la actitud un tanto rijosa que adoptan ante lo que etiquetan hoy de populismo, a entender de derechas, pues lo suyo nunca podría tenerse por incorrecto y menos aún marginal, ya que, de hecho, comunistas y socialistas llevan instalados en el poder hace más de medio siglo, gracias a la labor de blanqueo del arlequín socialdemócrata, cuya única misión, diríase histórica y progresista, ha sido encubrir la verdadera naturaleza de los experimentos colectivistas, así como adecentar su ignominiosa y criminal herencia. De Lenin a Pol Pot.
Tales voceros y propagandistas desconocen que populismo tiene bastante que ver con la palabra pueblo, a la que un día sí y otro también recurren para hacer ver que ellos sí se ocupan y preocupan por la salud, justicia y bienestar de tan ilusoria como idolatrada entelequia. Que la noción de pueblo, en cuanto abstracción doctrinal, es más que discutible viene a demostrarlo la historia de las dos últimas centurias; y si no bastara, la “praxis” de liberalismo y socialismo con sus revoluciones y variopintos regímenes. Precisamente, el concepto marxista de clase social, aun ficticio como el de pueblo, echa por tierra desde un antagonismo necesario la idea bienintencionada de este último, cual sujeto constituyente y constituido con las notas de unidad y soberanía.
Pero aquello que no tiene nada de filfa ni entelequia es la realidad cotidiana de hombres, personas e individuos bajo la condición de ciudadanos de libres, investidos de derechos concretos, que representan su única garantía frente a los abusos del poder, éste maligno en cualquiera de sus formas, si bien especialmente aquella que hace de la fuerza de las masas su principal herramienta. Democracia popular, conforme a un estalinismo del que, a día de hoy, los modelos más o menos adecentados de socialismo y comunismo son herederos forzosos.
Actualmente, es la reacción de personas e individuos, bajo la cualidad mayor y mejor de ciudadanos libres, lo que desde las terminales ideológicas y mediáticas del llamado progresismo, sólo por aseado en lo que tiene de maquillaje vergonzante de sus orígenes, se estigmatiza como populismo, naturalmente de derechas. Algo que, bien mirado, no habría inconveniente en asumir, pues sólo una ciudadanía dispuesta a hacer frente al latrocinio fiscal y la dictadura ideológica que lleva camino de convertirse en otra aún peor de carácter político, ha de juzgarse pueblo en una acepción real, positiva y auténtica, con independencia de abstracciones grandilocuentes como las de “pueblo” y “democracia”, cuya única utilidad es facilitar la absolutización de un poder despótico y liberticida. Socialista siempre y sans phrase.
En quienes llevan un siglo, desde púlpitos y altares de la ideología socialista y comunista, misma y única doctrina, manipulando con descaro el lenguaje en aras de su propaganda política, resulta chocante la actitud un tanto rijosa que adoptan ante lo que etiquetan hoy de populismo, a entender de derechas, pues lo suyo nunca podría tenerse por incorrecto y menos aún marginal, ya que, de hecho, comunistas y socialistas llevan instalados en el poder hace más de medio siglo, gracias a la labor de blanqueo del arlequín socialdemócrata, cuya única misión, diríase histórica y progresista, ha sido encubrir la verdadera naturaleza de los experimentos colectivistas, así como adecentar su ignominiosa y criminal herencia. De Lenin a Pol Pot.
Tales voceros y propagandistas desconocen que populismo tiene bastante que ver con la palabra pueblo, a la que un día sí y otro también recurren para hacer ver que ellos sí se ocupan y preocupan por la salud, justicia y bienestar de tan ilusoria como idolatrada entelequia. Que la noción de pueblo, en cuanto abstracción doctrinal, es más que discutible viene a demostrarlo la historia de las dos últimas centurias; y si no bastara, la “praxis” de liberalismo y socialismo con sus revoluciones y variopintos regímenes. Precisamente, el concepto marxista de clase social, aun ficticio como el de pueblo, echa por tierra desde un antagonismo necesario la idea bienintencionada de este último, cual sujeto constituyente y constituido con las notas de unidad y soberanía.
Pero aquello que no tiene nada de filfa ni entelequia es la realidad cotidiana de hombres, personas e individuos bajo la condición de ciudadanos de libres, investidos de derechos concretos, que representan su única garantía frente a los abusos del poder, éste maligno en cualquiera de sus formas, si bien especialmente aquella que hace de la fuerza de las masas su principal herramienta. Democracia popular, conforme a un estalinismo del que, a día de hoy, los modelos más o menos adecentados de socialismo y comunismo son herederos forzosos.
Actualmente, es la reacción de personas e individuos, bajo la cualidad mayor y mejor de ciudadanos libres, lo que desde las terminales ideológicas y mediáticas del llamado progresismo, sólo por aseado en lo que tiene de maquillaje vergonzante de sus orígenes, se estigmatiza como populismo, naturalmente de derechas. Algo que, bien mirado, no habría inconveniente en asumir, pues sólo una ciudadanía dispuesta a hacer frente al latrocinio fiscal y la dictadura ideológica que lleva camino de convertirse en otra aún peor de carácter político, ha de juzgarse pueblo en una acepción real, positiva y auténtica, con independencia de abstracciones grandilocuentes como las de “pueblo” y “democracia”, cuya única utilidad es facilitar la absolutización de un poder despótico y liberticida. Socialista siempre y sans phrase.





























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