Eugenio de Ávila
Martes, 09 de Febrero de 2021
PASIÓN POR ZAMORA

Ser empresario en Zamora es llorar

Vicente Merino y Vicente Merino Febrero, en los terrenos de BarcialEl futuro de nuestra provincia se estructura sobre el pilar del sector primario. Transformar las magníficas materias primas que produce Zamora en nuestra tierra. Desde siempre, exportamos energía. Iberduero se encargó de tal menester. ¿Se enriqueció nuestra provincia? En absoluto. Progresaron otras ciudades y regiones de nuestra nación. Recuerdo que, ha tiempo, pongamos 30 años, camiones de Rioja recogían las cosechas de pepinillo en La Guareña para que en aquella autonomía uniprovincial se envasaran y después se vendieran como pepinillos riojanos en España y en el mundo mundial. De idéntica forma ocurrió con los espárragos y otros productos de la huerta zamorana. Somos también la provincia con mayor cabaña ganadera de cerdos y ovejas. Pero, salvo alguna excepción, son Burgos, Lérida, Sevilla, por citar tres ciudades españolas, donde nuestros marranos se transforman en productos industriales. Zamora se comporta, pues, como una nación tercermundista. Verbigracia: el cacao se produce en África, pero el mejor chocolate de mundo se fabrica en Suiza, Alemania y Bélgica, naciones que se benefician  económicamente de un producto que les es ajeno.

 

En nuestra provincia, si exceptuamos empresarios como los Regojo y Reglero, nunca hubo ese espíritu emprendedor, de burguesía avanzada y liberal, que demanda, por supuesto, un riesgo. Ahora hay empresarios modélicos, muy pocos, que supieron transformar esas materias primas de las que presumo como zamorano. Pero también otros que poseían ese carácter inversor, capitalista, se vieron obligados a crear sus empresas lejos de su tierra porque aquí les hicieron la vida imposible. Y demostraron en el exterior su preparación empresarial.  

 

No hay persona más progresista que un empresario, ni más conservadora que un funcionario, aunque vote a Podemos. No obstante, admito que todo marxista odie al capitalista, dada su cosmovisión de la sociedad. El empresario se arriesga, se la juega, desde que desde que alumbra una idea, pasando por la solicitud de un crédito a la banca, hasta que empieza a fabricar determinado producto y después venderlo en el mercado. Nóminas, pagos a la Seguridad Social, impuestos de todas las instituciones del Estado, locales, regionales y nacionales, amortizaciones, imprevistos, crisis económicas, competencia, errores de cálculo…y, si es un empresario lígrimo, reinvertirá parte del excedente económico para ampliar la empresa y contratar a más trabajadores.

 

Ahora bien, en Zamora no sucede de tal manera, porque el zamorano es persona muy conservadora. Desde la infancia, la familia atosiga a la criatura con ser un hombre de provecho. ¿Cómo alcanzar ese objetivo? Pues estudiar fuerte y hacer unas oposiciones a cualquier de los organismos del Estado: convertirte, en definitiva, en funcionario. Quizá no se obtengan grandes salarios, pero es para toda la vida. Casi desde el pañal a la mortaja viviendo de las ubres del Estado, que lo es todo para el totalitario, comunista o fascista, ramas del mismo árbol.

 

Razones que expongo para loar todavía más a Vicente Merino Febrero, un joven ingeniero que, tras 15 años de lucha por hacer realidad su deseo de crear una Biorrefinería multifuncional en esta provincia, hallase cerca de alcanzar su objetivo en un par de años. Creará puestos de trabajo y reactivará la economía en el noreste de Zamora y sureste de la provincia hermana de León. Pues hete aquí que este empresario, que transformará materias primas de nuestra tierra aquí, en la provincia, merced a una inversión descomunal, nunca conocida por estos pagos, ha tenido que padecer, sufrir y metabolizar la inquina, el desprecio, el odio de una serie de políticos, de otros empresarios, de esos que se enriquecieron al amparo de los gobernantes de las instituciones públicas, y de un sector empresarial y periodístico, tutelado por los que prevén que la idea de Merino Febrero, puesta en práctica en Barcial, acabe con sus monopolios económico-políticos.

 

Patético que solo El Día de Zamora, desde que un servidor se lanzó a la aventura de editarlo, haya apoyado, escuchado, aconsejado a este empresario, cuando esta ciudad y provincia debería adorar, mimar, defender y proteger a todo empresario de esta categoría, como es el caso de Vicente Merino. Por el contrario, aquí se ha intentado destruirlo, desterrarlo, olvidarlo, y no importaron los medios para lograr sus objetivos. Y este emprendedor no es un caso único en la historia empresarial de nuestra provincia. Otros carecieron de la paciencia, la fuerza moral y la determinación del ingeniero zamorano de ascendencia leonesa. Porque en Zamora, al parecer, no está bien visto ser empresario, menos si alcanzas el éxito.  Como acuñó Larra de lo que significaba escribir en Madrid en su tiempo, llorar, aquí invertir y emprender implica un lagrimeo constante.

 

Lo he escrito con reiteración: el zamorano medio se alegra más del fracaso ajeno que de la gloria propia. Así nos va.

Eugenio-Jesús de Ávila

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