REPÚBLICO
Tampoco me gusta esta democracia
¡No es esto, no es esto!
A Pablo Iglesias, un comunista confeso, no le gusta la democracia española. A mí, que no soy comunista, ni nacionalsocialista, ni fascista, tres ramas del mis árbol, tampoco me place. Pero al líder-actor critica a nuestra democracia, desde dentro del Gobierno, porque hay golpistas, de extrema derecha y fascistas (ERC fue, en origen, un partido fascista de libro, incluso dio un golpe de Estado y asesino a militantes anarquistas), en prisión. A este cómico de la legua política le gustará más la Rusia de Putin, donde se intenta asesinar al rival político, con métodos propios de la KGB, y se le mete en la cárcel.
Aquí, en esta nación moribunda, nuestra democracia permite que partidos confesos de odiar a España, formaciones que tienen como objetivo acabar con el Estado, viven, cual parásitos, de nuestros impuestos, del resto del país. En Francia y Alemania los partidos independentistas no juegan a política en sus respectivas repúblicas.Los que fueron etarras, como Otegui, cobran dinero del resto de españoles por odiar a España, por buscar su muerte.
Aquí, en España, existen partidos comunistas que no se sienten españoles, como la ETA y su formación política; como Unidas Podemos y Pablo Iglesias, que se mofan de la bandera y del himno, constitucionales. Es que la tierra es del viento, de Eolo, como afirmase aquel tonto político llamado Zapatero, o, en su defecto de los parias, dirigidos por la burguesía funcionarial, la que representa Pablo Iglesias. Y si la tierra es de Eolo, España, como el dinero público, no es de nadie. Será de Pablo Iglesias, que dice que es comunista; yo, tampoco.
Un comunista carece de patria, porque la tierra no es de nadie, no hay naciones, no hay fronteras, como si el mundo fuera el cielo. Un comunista niega la propiedad privada. Pero hay comunistas que poseen importantes patrimonios, porque queda muy bien ser rico y de izquierdas. Paradojas. Comunista rico. Oxímoron ideológico. De Madrid al cielo, de Vallecas, barrio obrero, a Galapagar, a vivir como un burgués, la clase a la que la dictadura del proletariado eliminaría de la faz de la tierra...si pudiera.
La izquierda española actual, en profunda y acelerada degeneración, la única que no ha dado un filósofo universal, un dirigente mundial, se define por sus contradicciones. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, dos apóstoles que hacen proselitismo de la verdad, triunfaron merced a la mentira. A ambos dirigentes, la hemeroteca los ha desnudado, traicionado. Todos los días, a excepción de sus hooligans, la memoria y la historia, documentos en prensa escrita u audios, estos dos personajes se desmienten a sí mismos. Es acojonante. Yo sabía, desde ha tiempo, que los políticos no dicen nunca la verdad, no deben pronunciarla, según Maragall, otro socialista catalán, que nos enseñó tal aserto, en célebre rueda de prensa en RNE; pero ahora, desde que alcanzaron el poder este Dúo Mágico, nada por aquí y nada por allá, el embuste se cinceló en verdad.
Tiene razón, insisto, Pablo Iglesias cuando dice que a esta democracia le falta calidad, que es una anormalidad. Lo he escrito, hasta con reiteración, que nuestro sistema democrático es tan solo un sucedáneo de una auténtica democracia. Me explico: No existe independencia judicial; la prensa no es el cuarto poder, sino que, en general, depende del poder político, siendo ahora la voz de su amo, y sin prensa libre, que la hay, pero como excepción que confirma la regla, no es tal la democracia.
Más anormalidades democráticas: los españoles no somos iguales ante la ley, ni los zamoranos tenemos los mismos privilegios que los que viven en Cataluña y en el País Vasco.Prosigo con carencias democráticas: la Ley Electoral prima a los partidos separatistas, a los enemigos de España. ETA ha entrado en política y sus dirigentes nunca se arrepintieron de tanto crimen, de tantos asesinatos, sino que sus votantes celebran, con entusiasmo, el regreso de los asesinos a sus aldeas. Más datos de falta de auténtica democracia: la izquierda sigue practicando, con gusto, con deleitación, el nepotismo, que tanto criticaba, cuando sucedió, en el PP, que enchufó, aquí, en Zamora, con toda la jeta, sin vergüenza. En el Ministerio de Igualdad, la compañera de Iglesias ha colocado a unas cuantas amigas, muchas de ellas sin preparación profesional alguna; porque los Presupuestos Generales del Estado que aprueban las izquierdas siempre favorecen a las comunidades más ricas, y, finalmente, porque los medios de comunicación del Estado obedecen al partido que gobierna, nunca a la profesionalidad y pluralidad.
Al respecto, la última vergüenza de la TVE del Gobierno se registró hoy mismo cuando la cadena pública aprovechó el anuncio de que la Princesa de Asturias estudiará dos cursos de formación en el extranjero, para intentar desacreditar a la heredera de la Corona, y mantuvo un rótulo despectivo durante dos minutos con la siguiente leyenda: “Leonor se va de España como su abuelo”. Sucede en pleno debate sobre la despenalización de las injurias a la Monarquía. Recuerdo que Leonor tiene 15 años; es decir, menor de edad y mujer, lo que debería añadir mayor gravedad a este intento de descredito personal.
Hagamos honor a la historia. Mitin de Pedro Sánchez, en Tenerife, elecciones generales, precampaña, cuando era presidente en funciones del Gobierno. Al loro: “¿Os imagináis esta crisis en Cataluña con la mitad del gobierno defendiendo la Constitución y la otra mitad del gobierno, con Podemos dentro, diciendo que hay presos políticos y defendiendo el derecho de autodeterminación?¿Dónde estaría España y dónde estaría la izquierda?". Preguntaba el actual presidente del Gobierno a su hinchada en aquel mitin canario. Su pareja de baile, Pablo Iglesias, cuanto peor, mejor, ha hecho lo que intuía Sánchez. El presidente guarda silencio. Por eso España y la izquierda se hallan en quiebra económica y en un absoluto descrédito ético y moral.La derecha, mientras, se esconde, reza, aguanta, llora sin lágrimas.
Ni Pedro, ni Pablo, ni este PSOE, ni esa Unidas Podemos, representan a la izquierda que yo amé, con la que soñé cuando la libertad no existía, pero se anunciaba. No es esta la democracia que muchos españoles anhelábamos, ansiábamos, luchamos.
Reiteraría, como conclusión, las palabras escritas por Ortega y Gasset cuando comprobó la deriva de la II República, a la que tanto nuestro mejor filósofo contribuyó a traer, en pleno debate sobre la Constitución, un 9 de septiembre de 1931: un artículo en diario Crisol, en el que advirtió que la República no funcionaría mientras no se desterrara la palabra revolución que tanto gustaban de usar los izquierdistas: “Una cantidad inmensa de españoles que colaboraron con el advenimiento de la República con su acción, con su voto o con lo que es más eficaz que todo esto, con su esperanza, se dicen ahora entre desasosegados y descontentos: ¡No es esto, no es esto! La República es una cosa. El radicalismo es otra. Si no, al tiempo”. Algo más. Esto es historia documentada. Yo también afirmo ahora, en esta dura hora de España, que: ¡No es esto, no es esto!
Eugenio-Jesús de Ávila
A Pablo Iglesias, un comunista confeso, no le gusta la democracia española. A mí, que no soy comunista, ni nacionalsocialista, ni fascista, tres ramas del mis árbol, tampoco me place. Pero al líder-actor critica a nuestra democracia, desde dentro del Gobierno, porque hay golpistas, de extrema derecha y fascistas (ERC fue, en origen, un partido fascista de libro, incluso dio un golpe de Estado y asesino a militantes anarquistas), en prisión. A este cómico de la legua política le gustará más la Rusia de Putin, donde se intenta asesinar al rival político, con métodos propios de la KGB, y se le mete en la cárcel.
Aquí, en esta nación moribunda, nuestra democracia permite que partidos confesos de odiar a España, formaciones que tienen como objetivo acabar con el Estado, viven, cual parásitos, de nuestros impuestos, del resto del país. En Francia y Alemania los partidos independentistas no juegan a política en sus respectivas repúblicas.Los que fueron etarras, como Otegui, cobran dinero del resto de españoles por odiar a España, por buscar su muerte.
Aquí, en España, existen partidos comunistas que no se sienten españoles, como la ETA y su formación política; como Unidas Podemos y Pablo Iglesias, que se mofan de la bandera y del himno, constitucionales. Es que la tierra es del viento, de Eolo, como afirmase aquel tonto político llamado Zapatero, o, en su defecto de los parias, dirigidos por la burguesía funcionarial, la que representa Pablo Iglesias. Y si la tierra es de Eolo, España, como el dinero público, no es de nadie. Será de Pablo Iglesias, que dice que es comunista; yo, tampoco.
Un comunista carece de patria, porque la tierra no es de nadie, no hay naciones, no hay fronteras, como si el mundo fuera el cielo. Un comunista niega la propiedad privada. Pero hay comunistas que poseen importantes patrimonios, porque queda muy bien ser rico y de izquierdas. Paradojas. Comunista rico. Oxímoron ideológico. De Madrid al cielo, de Vallecas, barrio obrero, a Galapagar, a vivir como un burgués, la clase a la que la dictadura del proletariado eliminaría de la faz de la tierra...si pudiera.
La izquierda española actual, en profunda y acelerada degeneración, la única que no ha dado un filósofo universal, un dirigente mundial, se define por sus contradicciones. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, dos apóstoles que hacen proselitismo de la verdad, triunfaron merced a la mentira. A ambos dirigentes, la hemeroteca los ha desnudado, traicionado. Todos los días, a excepción de sus hooligans, la memoria y la historia, documentos en prensa escrita u audios, estos dos personajes se desmienten a sí mismos. Es acojonante. Yo sabía, desde ha tiempo, que los políticos no dicen nunca la verdad, no deben pronunciarla, según Maragall, otro socialista catalán, que nos enseñó tal aserto, en célebre rueda de prensa en RNE; pero ahora, desde que alcanzaron el poder este Dúo Mágico, nada por aquí y nada por allá, el embuste se cinceló en verdad.
Tiene razón, insisto, Pablo Iglesias cuando dice que a esta democracia le falta calidad, que es una anormalidad. Lo he escrito, hasta con reiteración, que nuestro sistema democrático es tan solo un sucedáneo de una auténtica democracia. Me explico: No existe independencia judicial; la prensa no es el cuarto poder, sino que, en general, depende del poder político, siendo ahora la voz de su amo, y sin prensa libre, que la hay, pero como excepción que confirma la regla, no es tal la democracia.
Más anormalidades democráticas: los españoles no somos iguales ante la ley, ni los zamoranos tenemos los mismos privilegios que los que viven en Cataluña y en el País Vasco.Prosigo con carencias democráticas: la Ley Electoral prima a los partidos separatistas, a los enemigos de España. ETA ha entrado en política y sus dirigentes nunca se arrepintieron de tanto crimen, de tantos asesinatos, sino que sus votantes celebran, con entusiasmo, el regreso de los asesinos a sus aldeas. Más datos de falta de auténtica democracia: la izquierda sigue practicando, con gusto, con deleitación, el nepotismo, que tanto criticaba, cuando sucedió, en el PP, que enchufó, aquí, en Zamora, con toda la jeta, sin vergüenza. En el Ministerio de Igualdad, la compañera de Iglesias ha colocado a unas cuantas amigas, muchas de ellas sin preparación profesional alguna; porque los Presupuestos Generales del Estado que aprueban las izquierdas siempre favorecen a las comunidades más ricas, y, finalmente, porque los medios de comunicación del Estado obedecen al partido que gobierna, nunca a la profesionalidad y pluralidad.
Al respecto, la última vergüenza de la TVE del Gobierno se registró hoy mismo cuando la cadena pública aprovechó el anuncio de que la Princesa de Asturias estudiará dos cursos de formación en el extranjero, para intentar desacreditar a la heredera de la Corona, y mantuvo un rótulo despectivo durante dos minutos con la siguiente leyenda: “Leonor se va de España como su abuelo”. Sucede en pleno debate sobre la despenalización de las injurias a la Monarquía. Recuerdo que Leonor tiene 15 años; es decir, menor de edad y mujer, lo que debería añadir mayor gravedad a este intento de descredito personal.
Hagamos honor a la historia. Mitin de Pedro Sánchez, en Tenerife, elecciones generales, precampaña, cuando era presidente en funciones del Gobierno. Al loro: “¿Os imagináis esta crisis en Cataluña con la mitad del gobierno defendiendo la Constitución y la otra mitad del gobierno, con Podemos dentro, diciendo que hay presos políticos y defendiendo el derecho de autodeterminación?¿Dónde estaría España y dónde estaría la izquierda?". Preguntaba el actual presidente del Gobierno a su hinchada en aquel mitin canario. Su pareja de baile, Pablo Iglesias, cuanto peor, mejor, ha hecho lo que intuía Sánchez. El presidente guarda silencio. Por eso España y la izquierda se hallan en quiebra económica y en un absoluto descrédito ético y moral.La derecha, mientras, se esconde, reza, aguanta, llora sin lágrimas.
Ni Pedro, ni Pablo, ni este PSOE, ni esa Unidas Podemos, representan a la izquierda que yo amé, con la que soñé cuando la libertad no existía, pero se anunciaba. No es esta la democracia que muchos españoles anhelábamos, ansiábamos, luchamos.
Reiteraría, como conclusión, las palabras escritas por Ortega y Gasset cuando comprobó la deriva de la II República, a la que tanto nuestro mejor filósofo contribuyó a traer, en pleno debate sobre la Constitución, un 9 de septiembre de 1931: un artículo en diario Crisol, en el que advirtió que la República no funcionaría mientras no se desterrara la palabra revolución que tanto gustaban de usar los izquierdistas: “Una cantidad inmensa de españoles que colaboraron con el advenimiento de la República con su acción, con su voto o con lo que es más eficaz que todo esto, con su esperanza, se dicen ahora entre desasosegados y descontentos: ¡No es esto, no es esto! La República es una cosa. El radicalismo es otra. Si no, al tiempo”. Algo más. Esto es historia documentada. Yo también afirmo ahora, en esta dura hora de España, que: ¡No es esto, no es esto!
Eugenio-Jesús de Ávila





























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