CON LOS CINCO SENTIDOS
Lo que se consigue con una sonrisa
Hay personas que pasan por momentos de incertidumbre, ya sea física o psíquica. Personas a las que les duele el cuerpo o les fatiga el alma, sobre todo cuando se sienten solas o lo están, literalmente. No quiero pensar lo que puede llegar a suponer el sentirte solo o abandonado a tu suerte, a veces creo que me he acercado al abismo en alguna ocasión, pero he tenido la inmensa fortuna de contar con alguien que, en todo momento y en todo lugar, nunca permitió que me abandonase hasta el punto de dejar de importarme la vida misma.
Pero sí he conocido lo que es estar al lado de alguien que lo ve todo perdido, que se siente en mitad del desierto de la vida sin agua para paliar su sed, sin sombrilla para quebrantar la dureza del sol abrasador en su paso por este mundo, en un puntual momento de su azarosa vida. Lo sé. Lo he sentido y es por ese preciso motivo que no juzgo. Nunca lo hice. Nunca lo haré. Casi, si me apuras, me cuesta hasta dar algún consejo, por muy ducha que esté en la materia de la que se hable. No doy lecciones a nadie. No las daré. Sólo me permito acompañar y hacer reír. Dar algún sentido a sus vidas.
Para cada cual hay una manera de sobrellevar el desatino en el que creen se ha convertido su existencia. Hay quienes nos engañan a todos con una mueca de conformismo, escondiendo que detrás se encuentra una persona que realmente sufre. Éstos a los que me refiero son tan valientes que no quieren mostrarle a nadie que su miedo les acobarda, por no preocupar en exceso. Suelen ser los que caen en el pozo mientras los demás decimos extrañados y alarmados “si estaba bien”, como autómatas que no miran más allá de una cara, ni preguntan, ni mierda que les importa mientras no vaya con ellos.
Hay otra clase de personas que yo denomino “sufrientes de libro”, que tienen problemas comunes a todos pero como se lo hacen saber a todo cristo viviente y lo magnifican, a mí me dan la seguridad de que nada irremediable les puede llegar a acontecer, si acaso demandan cierta atención hacia su ego. Llámelo usted como quiera, afán de protagonismo, inventar enfermedades irresolubles o gravísimas para dar pena y copar tu tiempo…No sé. Son personas con las que hablas de algún mal que te aqueja y el suyo siempre es irrefutablemente superior en intensidad y magnitud al tuyo, ni punto de comparación. Son los que te hacen sentir pequeños e insignificantes, bueno, a mí ya no. Porque como ya soy consciente de su idiosincrasia mi sonrisa es más profunda, más amable e incluso sincera. Pero luego, si acaso, me preguntas de qué me habló. Quizá lo recuerde, quizá no. Quizá esté pensando en algo realmente importante en ese preciso momento.
Nélida L. del Estal Sastre
Hay personas que pasan por momentos de incertidumbre, ya sea física o psíquica. Personas a las que les duele el cuerpo o les fatiga el alma, sobre todo cuando se sienten solas o lo están, literalmente. No quiero pensar lo que puede llegar a suponer el sentirte solo o abandonado a tu suerte, a veces creo que me he acercado al abismo en alguna ocasión, pero he tenido la inmensa fortuna de contar con alguien que, en todo momento y en todo lugar, nunca permitió que me abandonase hasta el punto de dejar de importarme la vida misma.
Pero sí he conocido lo que es estar al lado de alguien que lo ve todo perdido, que se siente en mitad del desierto de la vida sin agua para paliar su sed, sin sombrilla para quebrantar la dureza del sol abrasador en su paso por este mundo, en un puntual momento de su azarosa vida. Lo sé. Lo he sentido y es por ese preciso motivo que no juzgo. Nunca lo hice. Nunca lo haré. Casi, si me apuras, me cuesta hasta dar algún consejo, por muy ducha que esté en la materia de la que se hable. No doy lecciones a nadie. No las daré. Sólo me permito acompañar y hacer reír. Dar algún sentido a sus vidas.
Para cada cual hay una manera de sobrellevar el desatino en el que creen se ha convertido su existencia. Hay quienes nos engañan a todos con una mueca de conformismo, escondiendo que detrás se encuentra una persona que realmente sufre. Éstos a los que me refiero son tan valientes que no quieren mostrarle a nadie que su miedo les acobarda, por no preocupar en exceso. Suelen ser los que caen en el pozo mientras los demás decimos extrañados y alarmados “si estaba bien”, como autómatas que no miran más allá de una cara, ni preguntan, ni mierda que les importa mientras no vaya con ellos.
Hay otra clase de personas que yo denomino “sufrientes de libro”, que tienen problemas comunes a todos pero como se lo hacen saber a todo cristo viviente y lo magnifican, a mí me dan la seguridad de que nada irremediable les puede llegar a acontecer, si acaso demandan cierta atención hacia su ego. Llámelo usted como quiera, afán de protagonismo, inventar enfermedades irresolubles o gravísimas para dar pena y copar tu tiempo…No sé. Son personas con las que hablas de algún mal que te aqueja y el suyo siempre es irrefutablemente superior en intensidad y magnitud al tuyo, ni punto de comparación. Son los que te hacen sentir pequeños e insignificantes, bueno, a mí ya no. Porque como ya soy consciente de su idiosincrasia mi sonrisa es más profunda, más amable e incluso sincera. Pero luego, si acaso, me preguntas de qué me habló. Quizá lo recuerde, quizá no. Quizá esté pensando en algo realmente importante en ese preciso momento.
Nélida L. del Estal Sastre



























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