NOCTURNOS
Savia femenina
Prefiero la soledad elegida que la compañía impuesta. Ha tiempo que camino por esta senda desde la que ya diviso el final de ucronía. Es cierto que la sequía de la pasión y la lluvia ácida del desamor talaron el bosque de mi vida y que este árbol desnudo en el que me he convertido necesita savia femenina para volver a dar sombra y que la brisa acaricie las hojas que aún se agarran a mis escasas ramas.
Todavía distingo el aroma de la aurora del perfume del ocaso, el sabor de unos labios que desean ser besados al olor de una boca que ignora cómo se pronuncia un te quiero, un te amo. Solo requiero la compañía de la dama que ilumine mi camino con ternura, que me cambie el ritmo de mi sístole-diástole con su alegría, que sosiegue mi alma con versos, que comprenda la muerte, pero que no se explique la vida, que me demuestre que el alma es una excrecencia de Dios.
Y si no he de amar hasta que el tiempo se olvide de mi reloj, te pensaré mientras pido permiso a la sintaxis para ordenar las palabras que describan la geometría de tus manos, la simetría de tus senos y la humedad que empapa tu gineceo. Solo me asiría a un cuerpo femenino para viajar hasta el lugar dónde se olvida conjugar los verbos ser y estar.
Eugenio-Jesús de Ávila
Prefiero la soledad elegida que la compañía impuesta. Ha tiempo que camino por esta senda desde la que ya diviso el final de ucronía. Es cierto que la sequía de la pasión y la lluvia ácida del desamor talaron el bosque de mi vida y que este árbol desnudo en el que me he convertido necesita savia femenina para volver a dar sombra y que la brisa acaricie las hojas que aún se agarran a mis escasas ramas.
Todavía distingo el aroma de la aurora del perfume del ocaso, el sabor de unos labios que desean ser besados al olor de una boca que ignora cómo se pronuncia un te quiero, un te amo. Solo requiero la compañía de la dama que ilumine mi camino con ternura, que me cambie el ritmo de mi sístole-diástole con su alegría, que sosiegue mi alma con versos, que comprenda la muerte, pero que no se explique la vida, que me demuestre que el alma es una excrecencia de Dios.
Y si no he de amar hasta que el tiempo se olvide de mi reloj, te pensaré mientras pido permiso a la sintaxis para ordenar las palabras que describan la geometría de tus manos, la simetría de tus senos y la humedad que empapa tu gineceo. Solo me asiría a un cuerpo femenino para viajar hasta el lugar dónde se olvida conjugar los verbos ser y estar.
Eugenio-Jesús de Ávila

















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