NOCTURNOS
No sé odiar
Nunca he odiado a nadie que antes hubiera amado. En verdad, no sé odiar. No me enseñó nadie. Quizá tampoco sepa amar. Pero no recomiendo amar sin medida, amar sin límites, amar entre estrofas, sea cual fuere su rima. Siempre hay que guardar una miaja de amor para dártela a ti mismo.
Si mueres sin amor, hasta los cipreses te niegan la sombra. Cuando el río de tu vida dibuja meandros, los besos que te quedan por dar son de agua, las caricias tornan en juncos y la ternura reside en las agallas de los barbos. Si amas porque te aman, ignoras lo que es amar sin que te amen.
El verdadero amor, el que se da sin pedir nada a cambio, el que provoca sonetos en el poeta, lágrimas en el pobre y depresiones en el que huele a feo. Me he enamorado de una mujer que ni me quiere ni considera que yo posea virtudes para enamorar a cualquier otra fémina.
Me he convertido en lo que se consideró un amante ridículo, un hombre sin sombra, un preservativo con defecto de fábrica, un eclipse erótico. Hace unos dias preguntaba ¿Quién te quiere más que tú? No me respondiste.
Yo a esa mujer la quiero, la deseo, la pienso más que ella. Soy un loco augusto, un don Quijote sin Dulcinea, un Odiseo transformado en Nadie, un juglar enamorado de una dama que desprecia mis trovas. Pero la amo a muerte. ¡Cómo no rendirse ante la belleza del talento, ante unos senos de trigonometría y un rostro de Nerfetiti zamorana!
Eugenio-Jesús de Ávila
Nunca he odiado a nadie que antes hubiera amado. En verdad, no sé odiar. No me enseñó nadie. Quizá tampoco sepa amar. Pero no recomiendo amar sin medida, amar sin límites, amar entre estrofas, sea cual fuere su rima. Siempre hay que guardar una miaja de amor para dártela a ti mismo.
Si mueres sin amor, hasta los cipreses te niegan la sombra. Cuando el río de tu vida dibuja meandros, los besos que te quedan por dar son de agua, las caricias tornan en juncos y la ternura reside en las agallas de los barbos. Si amas porque te aman, ignoras lo que es amar sin que te amen.
El verdadero amor, el que se da sin pedir nada a cambio, el que provoca sonetos en el poeta, lágrimas en el pobre y depresiones en el que huele a feo. Me he enamorado de una mujer que ni me quiere ni considera que yo posea virtudes para enamorar a cualquier otra fémina.
Me he convertido en lo que se consideró un amante ridículo, un hombre sin sombra, un preservativo con defecto de fábrica, un eclipse erótico. Hace unos dias preguntaba ¿Quién te quiere más que tú? No me respondiste.
Yo a esa mujer la quiero, la deseo, la pienso más que ella. Soy un loco augusto, un don Quijote sin Dulcinea, un Odiseo transformado en Nadie, un juglar enamorado de una dama que desprecia mis trovas. Pero la amo a muerte. ¡Cómo no rendirse ante la belleza del talento, ante unos senos de trigonometría y un rostro de Nerfetiti zamorana!
Eugenio-Jesús de Ávila

















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.122