NOCTURNOS
¿Dos mujeres y un solo amor?
Sé que no te llamas María, pero ese nombre de mujer siempre antecede al que otorga carisma e imprime carácter. Verbigracia: Isabel, Carmen, Pilar, Mercedes, Aidén, Marisa, Ana…y se convierte, pongamos, en sombra, como en los casos de Rosa y Ana. Me pregunta alguna dama por Carlota, si ya no existe en mi vida, si me dejó, si rompimos, si ahora nos odiamos. Yo no sé qué es el odio. Solo amo. El odio solo lo sienten los que nunca fueron amados.
Carlota es ella. La adoro. La amé antes de conocerla. Como las vírgenes, posee varias advocaciones. Depende del templo al que acudo a rezarla, pues orar es otra forma de amar, pero con rima, como si fuera poesía. Y la quiero en mi casa, cuando distraigo alguna caricia sobre Zorba, mi can, al que ella también acarició y concedió alguna vianda. Y la amo cuando olvida que existo, como si yo fuera Zamora para el Estado. La adoro en persona y en efigie, cuando está y cuando es, si huele a perfume de cedro o a crema parisina, si su cabello exhala olor a cerezo o sus manos se alargan hasta tocar el cabello rizado de la luna.
No amo a ratos, como si fuera cliente de lupanar en carretera. Amo y amo. No tengo límites. Y se me nota cuando me apasiona una fémina. No sé disimular. Me pongo nervioso. Me atonto. Quiero mimarla y se me olvidan las palabras. La deseo y me da miedo que me descubra. Ella, Carlota, me acojona. Y yo, quizá, la aburro.
Eugenio-Jesús de Ávila
Sé que no te llamas María, pero ese nombre de mujer siempre antecede al que otorga carisma e imprime carácter. Verbigracia: Isabel, Carmen, Pilar, Mercedes, Aidén, Marisa, Ana…y se convierte, pongamos, en sombra, como en los casos de Rosa y Ana. Me pregunta alguna dama por Carlota, si ya no existe en mi vida, si me dejó, si rompimos, si ahora nos odiamos. Yo no sé qué es el odio. Solo amo. El odio solo lo sienten los que nunca fueron amados.
Carlota es ella. La adoro. La amé antes de conocerla. Como las vírgenes, posee varias advocaciones. Depende del templo al que acudo a rezarla, pues orar es otra forma de amar, pero con rima, como si fuera poesía. Y la quiero en mi casa, cuando distraigo alguna caricia sobre Zorba, mi can, al que ella también acarició y concedió alguna vianda. Y la amo cuando olvida que existo, como si yo fuera Zamora para el Estado. La adoro en persona y en efigie, cuando está y cuando es, si huele a perfume de cedro o a crema parisina, si su cabello exhala olor a cerezo o sus manos se alargan hasta tocar el cabello rizado de la luna.
No amo a ratos, como si fuera cliente de lupanar en carretera. Amo y amo. No tengo límites. Y se me nota cuando me apasiona una fémina. No sé disimular. Me pongo nervioso. Me atonto. Quiero mimarla y se me olvidan las palabras. La deseo y me da miedo que me descubra. Ella, Carlota, me acojona. Y yo, quizá, la aburro.
Eugenio-Jesús de Ávila

















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