7 Palabras que cambiaron la historia

La Hermandad de las Siete Palabras fue la primera que permitió a las mujeres, primero como experimento (año 1988) desfilar durante la media noche del Martes Santo y madrugada del Miércoles Santo. Y, por fin, al año siguiente, hacer realidad lo que parecía utopía. No obstante, en su estatuto de 1968, ya se contemplaba la participación de ambos sexos

Más que siete palabras, son siete oraciones de amor, de perdón, de dolor del alma, las que pronuncia el Hijo del Hombre en la Cruz, cuando la muerte navega ya en el río de su sangre.

Zamora, ciudad que vive en el pasado, pero no del tiempo pretérito, aunque durante la última década se intenta restaurar la herencia histórica, creó una hermandad de penitencia, cuando Europa había dejado de creer en Dios y en el dolor como filosofía de vida. Hijos universitarios de la pequeña burguesía local, decidieron fundar la Hermandad de las Siete Palabras a finales de la década de los sesenta, años de Beatles, guateques, barbas y melenas, de guerra en el Vietnam y del amor libre, de luchas generacionales y de minifaldas.

La medianoche del Martes Santo tenía ya su procesión y la juventud zamorana, la universitaria, de vacaciones en la ciudad, y la laboriosa, otra madrugada para divertirse y extenderla hasta el amanecer. Hubo también, en el alumbramiento de esta hermandad, hija estética del Yacente, por su calzado, dimensiones del caperuz, túnica blanca de estameña, un solo paso, Cristo, bellísimo, de la Agonía, cierta polémica entre espectadores graciosos que comentaban las Siete Palabras del Cristo en la Cruz y que colocaron en el suelo obstáculos para que los cofrades tropezaran y moviesen a la risa del vulgo. Pero, entonces, la autoridad era competente y cortó por lo sano.

Confieso que esta cofradía, la de antaño, la de su primer lustro, me gustaba; y no me apunté a la hermandad porque apenas tenía tiempo entre dejar al Nazareno de San Frontis y recoger caperuz de pana verde y escuchar misa, presidida por el obispo de la Diócesis en, la entonces abierta al culto, Santa Lucía.

Después, esta hermandad se convirtió en revolucionaria, al admitir mujeres entre sus filas; no obstante, ya en 1968, su estatuto contemplaba la participación de ambos sexos en el desfile procesional. Pero el Obispado no autorizó tamaña osadía. Como avancé líneas atrás, fue en el 1988 cuando se da el primer paso, al considerar, como experimento, que desfilen 30 mujeres, eso sí, con un distintivo (cordón verde en la bocamanga de la túnica). Como todo resultó satisfactorio, al año siguiente, el mal llamado sexo débil transformó la hermandad, que pasó de los 200 hermanos en sus primeros años, e incluso llegaron a desfilar tan solo 60, a los más de mil actuales, con una lista de espera de unas 600 personas. Cierto que las Siete Palabras son hoy una cofradía más democrática e igualitaria, si se quiere; pero, personalmente, añoro aquellos primeros años de los 70, cuando apenas poco más de cien congregantes recorrían, en silencio, solo roto por el roce de los hachones sobre los cantos rodados de las viejas rúas, el casco histórico de la ciudad.

Ahora, es demasiada gente para acompañar a un solo Cristo, que, por hermosa que sea la escultura, termina por aburrir al personal que se acerca a los desfiles procesionales más como divertimento estético que como acto de fe religiosa. Este pecado “democrático” es, hoy por hoy, un tumor en la Pasión zamorana.

Eugenio-Jesús de Ávila