NOCTURNOS
No la busqué, me la encontré
En el amor, como en el arte, no se busca, se encuentra. Sucede que, de cuando en cuando, cual es mi caso, creí haberlo encontrado, pero me equivoqué. Era otra cosa: ¿sexo, amoríos, diversión, morbo?
También puede ocurrir que tú lo halles, pero la persona, mujer u hombre, que forma parte de tu deseo erótico, encontrarte no le resultase satisfactorio, necesario, placentero. A veces, cuando, sin buscarlo, lo encuentras, sucede que Eros te condujo a un amor prohibido, morboso, castigado por la pacata, hortera e hipócrita sociedad.
Entonces, llega el desastre a tu vida. Te mueres por ella, porque sientes como si fuesen a reventar tus vísceras, como si estallasen de tanta pasión, esa que permanece sin proyectarse sobre el cuerpo y el alma de la mujer que amas.
Siempre ahí, desde la infancia, el deseo y la realidad compitiendo en la libido del ser humano. Confieso que la fortuna me concedió más deseos que los que me negó. Solo la cultura nos salva de nuestra agresividad física y sexual. Yo escribo para olvidarla, para amarla en cada palabra, adorarla en cada metáfora. Me despreció. La quise amar. ¿Y ahora qué?
Eugenio-Jesús de Ávila
En el amor, como en el arte, no se busca, se encuentra. Sucede que, de cuando en cuando, cual es mi caso, creí haberlo encontrado, pero me equivoqué. Era otra cosa: ¿sexo, amoríos, diversión, morbo?
También puede ocurrir que tú lo halles, pero la persona, mujer u hombre, que forma parte de tu deseo erótico, encontrarte no le resultase satisfactorio, necesario, placentero. A veces, cuando, sin buscarlo, lo encuentras, sucede que Eros te condujo a un amor prohibido, morboso, castigado por la pacata, hortera e hipócrita sociedad.
Entonces, llega el desastre a tu vida. Te mueres por ella, porque sientes como si fuesen a reventar tus vísceras, como si estallasen de tanta pasión, esa que permanece sin proyectarse sobre el cuerpo y el alma de la mujer que amas.
Siempre ahí, desde la infancia, el deseo y la realidad compitiendo en la libido del ser humano. Confieso que la fortuna me concedió más deseos que los que me negó. Solo la cultura nos salva de nuestra agresividad física y sexual. Yo escribo para olvidarla, para amarla en cada palabra, adorarla en cada metáfora. Me despreció. La quise amar. ¿Y ahora qué?
Eugenio-Jesús de Ávila



















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