DENUNCIAS
Pipi-canes a la zamorana
Desatendidos en su mantenimiento.
Recientemente y en vista del mal resultado obtenido, se procedió a retirar todos los dispensadores de bolsas para perros, sustituyéndolos por una simple papelera, enclavada en el mimo punto, cuyo contenido es vaciado en un contenedor de basura orgánica. Si bien la reposición de las bolsitas, se hacía de tarde en tarde, al poco de ser colocadas desparecían. Conocedores de que tardarían muchos días en reponerse había quien se abastecía con un buen número. Tampoco faltaba quien hacia mal uso de ellas. Lo cierto es, que normalmente en el dispensador nunca había bolsas para utilizar.
Un sistema, el de facilitar a los dueños bolsas en unos soportes para que pudieran recoger los excrementos de sus mascotas que no funcionó. El de los pipi-canes repartidos, mal repartidos, por la ciudad tampoco resulta muy eficaz, y este no es por parte de los usuarios. Desde el ayuntamiento por aquel entonces, cuando se instalaron se vendió la novedad. Un cuadrado vallado convenientemente, con una puerta que cerrar para dejar al perro suelto mientras hace sus cosas, que posteriormente alguien pasaría a diario a limpiar, es más, semanalmente se desinfectaría y trimestralmente se cambiaría la arena de la base. Pronto se les olvido sus obligaciones y no se limpia con la frecuencia requerida, acumulándose los excrementos y orines, lo que hace desistir a los dueños de meter en ese foco de inmundicia, cercano a los juegos infantiles de cada parque, a su apreciado colega de cuatro patas.
Pero como todo empeora con el tiempo, salvo que se realice un mantenimiento periódico, que logre conservar las cosas en buen estado, esto también. En algunos pipi-canes la puerta no cierra, en otros no abre o lo hace con dificultad, cosa lógica cuando una de las bisagras está rota, y las vallas van teniendo sus agujeros. El resultado, en muchos la hierba crece con normalidad, como síntoma de que nadie hace uso, en otros en cambio, las acumulaciones a la vista, dan cuenta de lo mucho que son utilizados, por lo que además de convenir su mantenimiento deseado, admiten ciertas mejoras.
Y, como curiosidad, y a falta de otra alternativa, hay quien se ha apañado, colocando en la cuesta de subida de la Vaguada hacia San Lázaro, un caldero metálico colgado de una de las vallas, donde depositar las bolsitas con su contenido. Ingenio a la zamorana.
Recientemente y en vista del mal resultado obtenido, se procedió a retirar todos los dispensadores de bolsas para perros, sustituyéndolos por una simple papelera, enclavada en el mimo punto, cuyo contenido es vaciado en un contenedor de basura orgánica. Si bien la reposición de las bolsitas, se hacía de tarde en tarde, al poco de ser colocadas desparecían. Conocedores de que tardarían muchos días en reponerse había quien se abastecía con un buen número. Tampoco faltaba quien hacia mal uso de ellas. Lo cierto es, que normalmente en el dispensador nunca había bolsas para utilizar.
Un sistema, el de facilitar a los dueños bolsas en unos soportes para que pudieran recoger los excrementos de sus mascotas que no funcionó. El de los pipi-canes repartidos, mal repartidos, por la ciudad tampoco resulta muy eficaz, y este no es por parte de los usuarios. Desde el ayuntamiento por aquel entonces, cuando se instalaron se vendió la novedad. Un cuadrado vallado convenientemente, con una puerta que cerrar para dejar al perro suelto mientras hace sus cosas, que posteriormente alguien pasaría a diario a limpiar, es más, semanalmente se desinfectaría y trimestralmente se cambiaría la arena de la base. Pronto se les olvido sus obligaciones y no se limpia con la frecuencia requerida, acumulándose los excrementos y orines, lo que hace desistir a los dueños de meter en ese foco de inmundicia, cercano a los juegos infantiles de cada parque, a su apreciado colega de cuatro patas.
Pero como todo empeora con el tiempo, salvo que se realice un mantenimiento periódico, que logre conservar las cosas en buen estado, esto también. En algunos pipi-canes la puerta no cierra, en otros no abre o lo hace con dificultad, cosa lógica cuando una de las bisagras está rota, y las vallas van teniendo sus agujeros. El resultado, en muchos la hierba crece con normalidad, como síntoma de que nadie hace uso, en otros en cambio, las acumulaciones a la vista, dan cuenta de lo mucho que son utilizados, por lo que además de convenir su mantenimiento deseado, admiten ciertas mejoras.
Y, como curiosidad, y a falta de otra alternativa, hay quien se ha apañado, colocando en la cuesta de subida de la Vaguada hacia San Lázaro, un caldero metálico colgado de una de las vallas, donde depositar las bolsitas con su contenido. Ingenio a la zamorana.

























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