Eugenio de Ávila
Martes, 13 de Abril de 2021

Unión de ciudadanos con conciencia pública

[Img #51811]A todo político corresponde hacer realidad sus ideas, transformar las palabras en hechos, para que el ciudadano adquiera una mejor calidad de vida, que se traduce por una excelente sanidad, educación para todos, infraestructuras modernas, conservación del patrimonio cultural y monumental. A él le corresponde recaudar impuestos, detrayendo más dinero de los que más tienen, y distribuirlos conforme a una filosofía, a una ideología, que equilibre las diferencias entre clases que permite el sistema. En la conciencia de los hombres y mujeres que administran la res pública, debe existir una jerarquía de prioridades.

 

Y al ciudadano con conciencia política -que nadie me venga, de forma pusilánime, confesando, en voz alta, aquello que él es apolítico-; en absoluto, mientras vivamos en sociedad somos ciudadanos, unos con carné, los más inteligentes y sensibles, y otros, los que viven como parásitos, cruzándose de brazos, silentes ante la injusticia, mirando para otro lado ante el nepotismo público, no viven, duran; no aportan, se les soporta.

 

Si en Zamora dominasen los ciudadanos, no hubiera habido casos como el de Antorrena, primera compra de un político en una institución del Estado, Diputación Provincial (1 de agosto de 1987), en democracia, lo que este engendro fuera o fuese; ni el caso Zamora, persecución de un político honrado hasta acabar con su carrera política y vida, ni gobernantes que se enriqueciesen durante su estancia en instituciones. Pero en nuestra ciudad  y provincia hay más gente apática, indolente, pasota, que personas gallardas, lanzadas “palante”, dignas y orgullosas, bizarras y audaces. De ahí, que nuestra decadencia social y económica haya llegado al borde del abismo.

 

Aun reconociendo que la mayoría de los zamoranos  cabría definirla como apoltronada y displicente, la fuerza de esa minoría, decidida y osada, transformará nuestra historia, detendrá esa cuesta abajo en la rodada, del triste tango, para remontar hacia cotas de prosperidad y bienestar de nuestra población, incluida la sosa e impasible, que nunca hacen nada, sino criticar, pero que, a la larga, se beneficia de la labor de los Viriatos, Bellidos Dolfos y demás héroes de nuestra tierra.

 

Y si  conmino  a los políticos locales y provinciales y a la gente más resuelta y enérgica de Zamora 10 exigir a las instituciones regionales y nacionales un paso al frente para saber qué podemos esperar los zamoranos de sus decisiones –yo ya solo aguardo otro milagro de la primavera, como el olmo centenario de Machado-, hoy pido a los grupos más sensibilizados con el estado moribundo de nuestra geografía humana y económica que se vayan organizando, que redacten programas, de acuerdo a prioridades, que pidan, si es menester, lo imposible, como si viviéramos el Mayo francés de 1968, y se preparen para asaltar el poder y desplazar a las bandas políticas y empresariales que tanto daño han hecho a nuestra tierra, antes y después; a esos que trabajan para el mal, para que nos olvidemos de la historia, y, cuando estemos distraídos,  nos birlarán el futuro.

 

Advierto que la tarea correspondería a un Hércules, pero, si hay comunión de intereses, la egolatría se deja a la sombra del ciprés, y se dan pasos, ninguno atrás, inteligentes, meditados, sensatos, para tomar el camino más recto hasta llegar al objetivo de todos: que Zamora renazca económica, cultural y socialmente, haremos posible la utopía. Porque ni Zamora se ganó en una hora, ni la vamos a perder ante un ejército de bellacos, de malandrines sin escrúpulos y felones de libro, capaces de traicionar a su misma sombra, vender a sus progenitores y sonreír al poder político y empresarial.

 

Y no debemos olvidar que la economía de la ciudad de Zamora dependió siempre de dos factores: inversiones del Estado y desarrollo de la agricultura y ganadería de las comarcas más próximas a la capital de la provincia, urbe agraria donde las haya. El Estado, en manos de esta gente insensible, sin capital ideológico, con querencia por mantenerse en el poder cueste lo que cueste, incluso si pierden el alma, mantendrá su indiferencia hacia nosotros, hasta que dejemos de votar ante tanto desprecio. 

 

Y el renacer agroganadero también depende de nuestros sindicatos del campo, de ideas nuevas para reactivarlo, para que la juventud se quede en el medio rural a trabajar tierras y ganado, una de las profesiones más hermosas. Y no olvidemos que la provincia de Zamora sufrió, como otras de idéntica idiosincrasia económica, con un sector primario destacado, una reconversión agropecuaria brutal, pero silente. Aquí, no hubo manifestaciones ni protestas de los sindicatos de clase, como en la cuenca del Nervión, ni Sagunto ni Asturias, cuando se ejecutó la reconversión industrial.

 

 En Zamora, las subvenciones europeas, pan de hoy y hambre para mañana, silenciaron a los hombres del campo, gente entonces de cierta edad, que no supieron ver que cercenaban el futuro de sus hijos aceptando la limosna de Europa. Pues mientras Zamora no vuelva a potenciar su sector primario y transformar aquí, no en Burgos, ni en Lérida,  donde se exportan nuestros cerdos, las magníficas materias primas que ofrecen tierras y ganado, no habrá futuro, no habrá ciudad, no habrá comercio, solo la paz de los cementerios, hasta no pasar de ser una grandiosa residencia de mayores.

 

Solo pido a los jóvenes, a la gente entre los 30 y los 50 años y a los maduros con ganas de combatir que el futuro económico y social se halla en sus manos, en su esfuerzo, en su capacidad para luchar, aguantar y denunciar las injusticias del poder y sus lacayos locales, pagados con publicidad pública para mantener desinformada a la ciudadanía. No podemos vivir de las esquelas ni de las mentiras, de las verdades a medias.

 

Y cuando leamos o escuchemos que Zamora es una ciudad muy bonita, que se vive como en el Paraíso antes de que Eva –siempre echando la culpa a la mujer- mordiese la manzana que le ofreció el político de turno, que no necesitamos más trabajadores, que las cafeterías y bares abarrotados de gente son un incordio, reconozcamos en esas voces las del enemigo, la de esa canalla que anhela que esta ciudad y su provincia siga en coma inducido, sin saber si vive o se halla en la agonía. No necesitamos aún la extremaunción, sino un matrimonio entre todos aquellos que creemos que nuestra tierra merece un futuro de prosperidad, moderno y ilusionante. Vale.

 

Eugenio-Jesús de Ávila Juárez

 

 

 

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