Sábado, 20 de Diciembre de 2025

Eugenio de Ávila
Martes, 20 de Abril de 2021
NOCTURNOS

Apostasía del desamor

[Img #52103]Si no te hubiera conocido, me habría ido de paseo con las parcas hasta la cumbre de la nada en la creencia de que el amor, como se vive entre el vulgo, no se distingue del egoísmo. Sí, Carlota, tu nombre, tu aroma, tu perfume, la forma de tus senos, los más hermosos que midieron mis manos y succionaron mis labios, y tu talento para modelar esa voz de jovencita virgen, esculpir respuestas, retorcer  respuestas para desarmar mis asertos, transformaron mi concepto sobre el verbo amar y la voluntad de querer.

 

Y oculto tu nombre para que no te persigan los hombres, machos, los que solo aprecian en ti un cuerpo voluptuoso y un rostro de Venus helena, para que te consideran como una hetera en la ciudad de la niebla, la que atraviesa un río con agua de penas. Tú ya tienes tu chico. Yo ya tengo mi sombra. ¡Qué más da ya que me ames o me aborrezcas cuando la vida se enamoró  ya de mi muerte!

 

Déjame que me confiese antes de olvidarte: No hubo amor en mi vida. Solo deseo que convertí en realidad. Necesité  el sexo  como la cocaína que me elevaba sobre la muerte mientras los sentimientos se asfixiaban en la bodega de mi alma. Me sentí amado, pero no supe amar.

 

Me consideraron el mejor de los caballeros, el amante perfecto, el poeta de las cópulas y el prosista lírico del nirvana. Dejé el perfume de mi saliva en labios de señoritas y señoras hermosísimas. Elegí las flores más hermosas del almendro para libarlas y degustarlas sobre el lecho de mi colmena. Pude permitírmelo. Navegué en el velero de mi cuerpo sobre olas femeninas que me regalaron sus espumas, la sal de sus sexos; dormí en la floresta de sus pubis, me despertó la aurora mojado en aromas de azahares femeninos. Olvidé. Pero recuerdo el aroma de aquellos cuerpos, la dulzura de sus caricias, el rencor de sus miradas cuando me refugié en excusas éticas y principios morales. Mi egolatría apolilló el género de mi alma.ç

 

Y entonces llegaste tú, con tu ética y estética, mármol de carne, sangre de nube, clorofila de sequoia, para que me convirtiese a la religión de tu belleza, a la liturgia de tu sexo, a la fe de tu alma. Tú, Carlota, prohibida para un hombre que ya no esperaba ni un beso femenino sobre mis mejillas de aire, me cambiaste. Soy un apóstata del desamor.

Eugenio-Jesús de Ávila

 

 

 

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