Niños de primera, parques de tercera
Parques de barrio, tan diferentes a los del centro
Con la llegada del buen tiempo, otras restricciones aparte, y porque apetece más estar fuera de casa, los parques infantiles, se han llenado de niños. Momento en que los familiares que acompañan a los peques han observado los desperfectos, así lo ha denunciado incluso un grupo político, consciente de tantas cosas que arreglar. Desde luego, que no les falta razón, si ya se encontraban mal, desde el año pasado sin realizar ninguna reparación, el estado general ha empeorado. Hasta desde lejos y caminando por Santa Clara, se observa el mal estado del suelo de caucho del parque de hacienda, que está pidiendo su completa renovación. Otros espacios infantiles agradecerían hasta una simple bombilla.
Sí una lámpara como mínimo, que ilumine el parque de noche, para no estar a oscuras. No reemplazar, no sustituir, no reponer, no cambiar una por otra. No renovar el alumbrado por algo más eficiente, porque para ello debería de haberlo tenido anteriormente. Ni hay, ni ha habido nunca, un simple foco, farola, luminaria moderna, antigua o como sea, que pueda proporcionar un mínimo de luz, para que hasta cierta hora, los niños y sus familiares, puedan estar al aire libre en un espacio cercano a sus domicilios. Cuando se va la luz natural, ese trozo, parece la boca del lobo. Es, el parque de José Regojo, llamado así por la calle donde se encuentra, localizado junto a la antigua entrada principal del convento de San jerónimo. Es, como no, un parque de tercera, donde sí, claro que dispone de juegos, bancos y hasta papelera, sino, ni el calificativo de parque podría concedérsele. No, no pidan nada más, hay lo que hay. Cuatro elementos puestos allí en la tierra. Como el infantil del Amor de Dios y otros tantos en los barrios de la ciudad, que marcan las diferencias, son los parques de tercera.
No todos los parques reúnen las mismas condiciones, y nunca serán las deseables, para la mayoría al menos. Sí, que los céntricos se encuentran, con todos los defectos posibles y reparables, en mejores condiciones. Los otros parques, los de los barrios, distan mucho de parecerse a los del centro. Pocos conocen lo que es el suelo de goma, tienen juegos estropeados o están oscuros, en el del Rincón de Valorio, sí que solo es remplazar una simple lámpara.
Manuel Herrero Alonso
Con la llegada del buen tiempo, otras restricciones aparte, y porque apetece más estar fuera de casa, los parques infantiles, se han llenado de niños. Momento en que los familiares que acompañan a los peques han observado los desperfectos, así lo ha denunciado incluso un grupo político, consciente de tantas cosas que arreglar. Desde luego, que no les falta razón, si ya se encontraban mal, desde el año pasado sin realizar ninguna reparación, el estado general ha empeorado. Hasta desde lejos y caminando por Santa Clara, se observa el mal estado del suelo de caucho del parque de hacienda, que está pidiendo su completa renovación. Otros espacios infantiles agradecerían hasta una simple bombilla.
Sí una lámpara como mínimo, que ilumine el parque de noche, para no estar a oscuras. No reemplazar, no sustituir, no reponer, no cambiar una por otra. No renovar el alumbrado por algo más eficiente, porque para ello debería de haberlo tenido anteriormente. Ni hay, ni ha habido nunca, un simple foco, farola, luminaria moderna, antigua o como sea, que pueda proporcionar un mínimo de luz, para que hasta cierta hora, los niños y sus familiares, puedan estar al aire libre en un espacio cercano a sus domicilios. Cuando se va la luz natural, ese trozo, parece la boca del lobo. Es, el parque de José Regojo, llamado así por la calle donde se encuentra, localizado junto a la antigua entrada principal del convento de San jerónimo. Es, como no, un parque de tercera, donde sí, claro que dispone de juegos, bancos y hasta papelera, sino, ni el calificativo de parque podría concedérsele. No, no pidan nada más, hay lo que hay. Cuatro elementos puestos allí en la tierra. Como el infantil del Amor de Dios y otros tantos en los barrios de la ciudad, que marcan las diferencias, son los parques de tercera.
No todos los parques reúnen las mismas condiciones, y nunca serán las deseables, para la mayoría al menos. Sí, que los céntricos se encuentran, con todos los defectos posibles y reparables, en mejores condiciones. Los otros parques, los de los barrios, distan mucho de parecerse a los del centro. Pocos conocen lo que es el suelo de goma, tienen juegos estropeados o están oscuros, en el del Rincón de Valorio, sí que solo es remplazar una simple lámpara.
Manuel Herrero Alonso
























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