NOCTURNOS
Llorar por amor
![[Img #53211]](https://eldiadezamora.es/upload/images/05_2021/7507_divina.jpg)
Un hombre despechado nunca debería insistir en intento de conquista de la mujer deseada. Su único camino consistiría en desistir, desaparecer, olvidar. No se trata de una pésima interpretación del orgullo, sino de una catarsis necesaria para el alma del varón herido por el erotismo.
¿He llorado por alguna que otra mujer? No. Di a la luz muchas lágrimas por mis torpezas machistas, por mi vanidad de hombre seductor, por mi insensibilidad de varón ególatra. Sembré el jardín del Edén de cardos. Cultivé el rencor femenino. Recogí ausencias de damas que me amaban y que se cansaron de mi futilidad, chulería, caprichos de niño mimado, de niño pijo, como me retrato una señora que me adoraba. Lo tuve todo. Por los bolsillos de mi alma, devorados por la polilla, se perdieron caricias, mimos, ternura, placer y cópulas.
Ahora, en la recta final de mi vida amorosa, asumo que me amaron más que amé, que maltraté a las damas que me demostraron más cercanía y cariño; que más locuras cometieron por enamorarme. Y carecí se sensibilidad para considerar tanta pasión, tanta poesía, tanta bondad.
En cada palabra que escribo, va una lágrima de impotencia, de penitencia, de pena. Lloro por mí. No lloro por las mujeres que me quisieron. Siento el daño que causé a cualquier fémina con la que compartí parte del camino hacia la nada, como el místico al que le duele su lejanía de Dios, su ausencia del divino.
Mi alma, enferma de anemia, después de haber perdido todas sus lágrimas, sus glóbulos rojos. No tengo tiempo ni para amar, ni ganas de olvidar.
Eugenio-Jesús de Ávila
![[Img #53211]](https://eldiadezamora.es/upload/images/05_2021/7507_divina.jpg)
Un hombre despechado nunca debería insistir en intento de conquista de la mujer deseada. Su único camino consistiría en desistir, desaparecer, olvidar. No se trata de una pésima interpretación del orgullo, sino de una catarsis necesaria para el alma del varón herido por el erotismo.
¿He llorado por alguna que otra mujer? No. Di a la luz muchas lágrimas por mis torpezas machistas, por mi vanidad de hombre seductor, por mi insensibilidad de varón ególatra. Sembré el jardín del Edén de cardos. Cultivé el rencor femenino. Recogí ausencias de damas que me amaban y que se cansaron de mi futilidad, chulería, caprichos de niño mimado, de niño pijo, como me retrato una señora que me adoraba. Lo tuve todo. Por los bolsillos de mi alma, devorados por la polilla, se perdieron caricias, mimos, ternura, placer y cópulas.
Ahora, en la recta final de mi vida amorosa, asumo que me amaron más que amé, que maltraté a las damas que me demostraron más cercanía y cariño; que más locuras cometieron por enamorarme. Y carecí se sensibilidad para considerar tanta pasión, tanta poesía, tanta bondad.
En cada palabra que escribo, va una lágrima de impotencia, de penitencia, de pena. Lloro por mí. No lloro por las mujeres que me quisieron. Siento el daño que causé a cualquier fémina con la que compartí parte del camino hacia la nada, como el místico al que le duele su lejanía de Dios, su ausencia del divino.
Mi alma, enferma de anemia, después de haber perdido todas sus lágrimas, sus glóbulos rojos. No tengo tiempo ni para amar, ni ganas de olvidar.
Eugenio-Jesús de Ávila

















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